Pasará el blanco pájaro de la noche en silencio
entre los edificios, los cables, las antenas,
porque será en lo oscurode un temor primigenio que vislumbre
el ascenso al abismo de una estrella que tiemble.
Arderán los deseos
de remover la huella del pasado sonriente,
de prolongar los besos y romper lo pactado,
perseguir tu recuerdo,
reclamar lo perdido.
Me alcanzará la muerte en una callejuela
de una sola salida que no pueda encontrarme
cuando se ahogue el último resplandor en mi huerto
y acabe la agonía de haber sido distinto.
Ya no abriré los párpados
lentos aunque lo intente
y luche con las sombras que firmen mi sentencia
como el toro orgulloso que no mira las tablas
y reta a los tendidos, envueltos en la música,
que celebran su muerte.
Y acabará su condena. Esa agonía de la diferencia, de un nacer diverso.
ResponderEliminarAbrazos estimado Francisco.
Muchas gracias, Tatiana. Eres muy atenta.
ResponderEliminarDesde luego que ser diferente conlleva demasiadas dificultades. Aquí ese hombre, que ya no es quien era, prevé su fin, consciente como es de que no volverá a recuperar su vida.
Un abrazo.
Sentir la diferencia y sentirse ya lejano a cuanto rodea... La breve charla unilateral para consuelo del propio ser que sabe que ya regresará, que no habrá vuelta...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este poema, mucho.
Abrazo. 🌞
Ser distinto suele ser un valor añadido cuando eres una celebridad pero difícilmente te lleva a una vida más cómoda cuando eres un hombre de la calle y mucho menos cuando tu aspiración es seguir siéndolo. Quien más quien menos todos nos consideramos demócratas pero con nuestro comportamiento demostramos que sentimos adoración por la aristocracia; el talento no debe eximir de culpa pero tampoco debe convertirse en un castigo.
ResponderEliminar(2018)
Insisto en lo mismo, Clarisa; los que son diferentes lo llegan a comprender por qué le salen tantos enemigos. Ser diferente es algo más profundo que una indecencia.
Muchas gracias. Un abrazo.