No podré ni llorar por lo que no comprendo
ni ofrecerte la llama que hierve por tu nombre...
ni ofrecerte la llama que hierve por tu nombre...
(No hablaré de poesía)
Después
de un cruel silencio se derrama tu voz
en un alegre
canto hundido en la tristeza,
no queda
una palabra que pueda reclamar
los
sentimientos rotos,
no queda
una elegía para invocar las notas
que llegan a tus medias
transidas de dolor estrechando tu pecho,
a puentes que se apagan en barandas que mueren,
a puentes que se apagan en barandas que mueren,
a
excesos que caminan entre los adoquines,
marchitan la esperanza y nublan las farolas.
En un
martirio abrupto se sumergen los astros
que sin
norte se agitan en un mar de ginebra
latiendo en el cristal de una mano que llora,
de unos
labios pintados que marcan las paredes
que se estiran sin rima en un poema mustio.
que se estiran sin rima en un poema mustio.
El amor
no aparece con su extraña sonrisa
pincelando
los huecos que tus párpados abren
mientras se inclina un mundo sin rostro en otra ruta
mientras se inclina un mundo sin rostro en otra ruta
que no
tiende sus lazos, que nunca se detiene,
te abandona y se aleja
como un barco de lluvia
cuando cortan los puentes las ramas del celaje
y un caballo de mar se ahoga en el asfalto.
como un barco de lluvia
cuando cortan los puentes las ramas del celaje
y un caballo de mar se ahoga en el asfalto.
El
desconcierto sufres, con las pastillas sueñas,
mueres
en la amargura con el tono apagado
de quien
perdió la senda
de una
esperanza herida en raíles sin luna,
en vagas estaciones donde no espera nadie
y no
tienen respuesta
como un nocturno antiguo que pregunta a las
nubes.
Un
espejo que funde tu sombra y tu figura
te susurra
lo cerca que se encuentra la muerte.
¡Ya no
sé cuántas veces te busqué en el murmullo
del
parque por la noche,
cantante
callejera del muelle solitario,
ni
cuántas evoqué a Ginsberg deshaciendo
su
aullido irreverente,
el alma
de tu rostro de ninfa enajenada!
Miro
ahora tu cuerpo,
tu ausencia, tus caderas en el cartel de un muro
embargado en la niebla,
en un pulso angustiado que no encontró salida,
tu ausencia, tus caderas en el cartel de un muro
embargado en la niebla,
en un pulso angustiado que no encontró salida,
en los
escaparates que tejiera el olvido
que cubría tus ojos cerrados al mañana.
Un gran poema que además que alberga a otro: el "aullido" de Ginsberg.
ResponderEliminarTe felicito es un muy buen poema.
Muchas gracias, Toro Salvaje. Me alegra mucho que te haya gustado mi poema.
ResponderEliminarUn abrazo.