Quiero llevarte el amor que queda
en una ciudad abandonada
y erigir una canción en los labios del viento
que recuerde una caricia sobre una pared violenta
con la presencia de un nombre que nunca supe escribir
y que nunca sabré borrar.
en una ciudad abandonada
y erigir una canción en los labios del viento
que recuerde una caricia sobre una pared violenta
con la presencia de un nombre que nunca supe escribir
y que nunca sabré borrar.
Cuando llegue el corazón perdido de la noche
te preguntaré
si queda un beso para que te recuerde,
para saber cómo llamarte
cuando la escena haya concluido
en la oscuridad profunda que se anuda
a los árboles torcidos de las aceras
mientras tiemble en los pasajes el alma de los pájaros
que perdieron las notas, la caricia, los refugios
y las sombras celestes de los vuelos de ayer.
Te abrazaré en las herrumbres de las calles ruinosas
para llevarte el amor que encuentre
en una ciudad torpe, arbitraria y abandonada,
para abrir una cortina que deje tu mensaje
en una enredadera
que lleve una caricia sobre el muro destruido de un canto angustiado
que se arrastre en el fondo desierto de una hoja caída
en la que nunca me dejaste la dirección de tu voz.
He arrancado palabras en las esquinas del silencio para buscarte,
he clavado un sollozo sobre un recuerdo derruido para tenerte,
una rosa en la ventana donde la luz se quiebra
ante las cruces quejumbrosas,
ante la soledad de las alas
que no encontraron en los labios la quietud de la brisa.
te preguntaré
si queda un beso para que te recuerde,
para saber cómo llamarte
cuando la escena haya concluido
en la oscuridad profunda que se anuda
a los árboles torcidos de las aceras
mientras tiemble en los pasajes el alma de los pájaros
que perdieron las notas, la caricia, los refugios
y las sombras celestes de los vuelos de ayer.
Te abrazaré en las herrumbres de las calles ruinosas
para llevarte el amor que encuentre
en una ciudad torpe, arbitraria y abandonada,
para abrir una cortina que deje tu mensaje
en una enredadera
que lleve una caricia sobre el muro destruido de un canto angustiado
que se arrastre en el fondo desierto de una hoja caída
en la que nunca me dejaste la dirección de tu voz.
He arrancado palabras en las esquinas del silencio para buscarte,
he clavado un sollozo sobre un recuerdo derruido para tenerte,
una rosa en la ventana donde la luz se quiebra
ante las cruces quejumbrosas,
ante la soledad de las alas
que no encontraron en los labios la quietud de la brisa.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.