“Un obrero sin trabajo, no importa que sea o no sea
marxista, no importa que sea o no sea cristiano, no importa que no tenga
ideología política, es un hombre que tiene derecho al trabajo y debemos dárselo
nosotros”.
Aquí en España, Allende es venerado en círculos, cada vez
más pequeños, por lo que hizo y más aún
por lo que pretendía hacer. Me emocionan algunas cosas que propuso, algunas medidas que tomó; la nacionalización
del cobre, para acabar con la especulación sangrante que perjudicaba a todos de
una compañía estadounidense está en el origen de su indirecta condena a muerte.
Allende, a pesar de pactar con ellos en las elecciones de
1970, mostraba una izquierda lejos del mesianismo dogmático de un comunismo
sediento de revancha que perdía sus justificaciones cuando proponían como modelo a
seguir los de la tierra de promisión y sus métodos coercitivos e
irrebatibles, a pesar de que luchaban, en muchos casos, contra democracias corruptas
o dictaduras encubiertas.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.