¿Y qué hemos encontrado?
Los mismos antiguos miedos,
ojalá
estuvieras aquí.
(Roger Waters - David Gilmour)
Esta
canción de Pink Floyd era la que más nos unía, quizás Star Man o Five Years de
Bowie estuvieran ahí, entre las nuestras. Pero era el talento como compositor
de Roger Waters, la voz de terciopelo compungida de David Gilmour y el recuerdo del genial
y malogrado Syd Barrett los que hicieron posible que esta canción pasara a ser una de las maravillas imperecederas del pop-rock.
¿Puede
ser tu amigo alguien con quien solo una vez te tomaste una copa y que, en buena
lógica, pertenecería al ámbito de los compañeros de trabajo o de los conocidos
que te caen bien? Hace una semana hubiera dicho que no, ahora pensando en lo
que una persona deja en ti, aunque ni siquiera lo hubiera pretendido, cambiaría
la respuesta. No puede ser sino un amigo alguien que te enseña a amar a Bach y
a Schubert en sus gigantescas dimensiones, que te deja algo de su erudición y
de su bagaje cultural, de su independencia, a pesar de sus
equivocaciones, que, aunque entre líneas y de una forma difusa, te habla del
sufrimiento y de que ha llegado a odiar “Pequeña serenata diurna”, probablemente la canción que más
amaba.
Roberto y yo teníamos muchos puntos en común,
empezamos muy pronto a trabajar en la misma empresa, aunque en distintas
ciudades, ambos estábamos ya casados y teníamos un niño, casi de la misma edad,
más o menos como nosotros mismos, ambos pasamos en circunstancias desfavorables
por una casa de putas, como él solía decir, en la que los menos favorecidos lo poníamos todo.
Los
dos adorábamos la música, él situaba la clásica varios peldaños por encima de
la popular. Intenté explicarle, en vano,
que si Mozart hubiera nacido en nuestros días se llamaría Paul McCartney y Bob
Dylan sería Beethoven. Salvaba muy poco de estos tiempos modernos, lo bueno fue
que coincidíamos en nuestros gustos sobre la música del momento. Pink Floyd y
dos de sus cinco obras maestras los tenía en cuenta como si se trataran de
auténticas sinfonías; La cara oculta de la Luna y Ojalá estuvieses aqu) eran situadas en su mente dentro del
terreno de lo imprescindible, el viaje al sonido que nos recomendó cuando
éramos muy jóvenes uno de los críticos de rock más importantes que ha habido
en España.
Vamos
a imaginar que somos músicos y que somos muy buenos, tocamos y componemos en
esta banda. Él no podría haber sido otro que Syd Barrett, yo tendría en Roger
Waters el yugo que somete a mi propia creatividad. Él ha decidido dar un
carpetazo involuntario con todas sus fuerzas y me deja un poco solo en la tarea
de sacar la empresa adelante. Tres años duros, muy duros con discos
experimentales y confusos, y otros, además, mediocres. El asunto empieza a
aclararse con la ensoñadora y fascinante "Ecos", hay que dar el paso
definitivo, dejamos de tocar en público para concentrarnos en cuerpo y alma a
ese proyecto. De repente, vuelve a aparecer Roberto, en esa nostalgia, en esos
sueños perdidos. Waters se saca de la manga Brain Damage (Cerebro dañado) y lo
fusiona magistralmente con Eclipse.
El
grupo tarda dos años y medio en publicar un nuevo álbum, en éste, el guiño
antológico que hemos comentado es la espina dorsal desde la que dimanan todas
las pretensiones de ofrecer un homenaje sincero y angustiado al principio de un camino que se antojaba interminable. La sinfonía de
nuestros días es "Brilla sobre ti un diamante loco". Esta
canción, la más trabajada y de más nítido sonido, iba a dar el título al álbum,
afortunadamente lo cambiaron por "Ojalá estuvieses aquí", "Les adieux" de
todas las horas para los amantes del genio malogrado del rock.
***
La música fue el hilo conductor de casi toda nuestra relación. No
fue un capricho que intentara articular todo el poema sobre ella. No aparecen
compositores españoles de música clásica porque, erróneamente, no los tenía bien considerados.
De la otra música, como decía él, hice referencias a Pink
Floyd y a Georges Brassens, pero me olvidé de David Bowie y su Ziggy Stardust.
Ya
ves, Beatriz, he puesto "Wish you were here" mientras te escribo y no
solo por Roberto sino también por Syd Barrett que fue quien inspiró esta
canción por su deriva mental y emocional. Leía durante aquellos días, en el
prólogo que Antonio Tabucchi escribió para "Fragmentos" de Marilyn
Monroe, acerca del problema que arrastran las personas sensibles e inteligentes
para situarse en un mundo que no es el suyo. Creo que en esto último situaría
el paso de una noticia que me afecta más conforme avanza el tiempo. Pretendí
que todo lo que se decía en el poema fuera cierto. Al final, nos queda la
música.
( Conversaciones con Beatriz - 23-11-2012)
A Roberto
¿Qué hemos hallado?
Los mismos antiguos miedos.
¡Ojalá estuvieses aquí!
(Roger Waters – David Gilmour)
(Roger Waters – David Gilmour)
Adiós, esta
música celta se ahoga
sin latido, sin gaita que despierte
en los recovecos que ha dejado tu figura,
tan olvidada de ti mismo que recurre
al ensayo de un adagio enrevesado
que se pierde en el aire, su vereda,
para no tocar las manos que lo arrancan.
No quisiste ver el mar antes de la alborada,
este mar que saluda desde ventanas grises sin pañuelos,
desde la melodía sin ritmo de las olas
que hacen que te recuerde la guitarra sin cuerdas
que tocaste cuando llevabas el pelo largo,
creías que te llamabas David Gilmour
y cantabas con voz de terciopelo emocionada
“Ojalá estuvieras aquí”.
Has de mantener alta la frente cuando cruces
el bulevar sin gloria que erosiona con sus garras el olvido,
cuando apures el vaso que te lleve hacia las sombras,
cuando habites en el lugar tenebroso
donde Hades domina
al fondo de la escalera sin barandas
donde acaban el dolor y los recuerdos.
Adiós, tenaz compañero que apenas los nombrabas
cuando en tus entrañas se desangraba tu suerte
por haber errado el rumbo
en la ciudad de los milagros,
cuando Beethoven gemía sintiendo un claro de luna
y tus ojos se empañaban de la melancolía
que nunca encontró tus labios, ni acarició tus manos,
y todo se desterraba hacia dentro
cuando un fallo del sistema te absorbía la mañana.
Adiós, quizás las sombras no sean tan oscuras,
quizás se calme el viento, triunfe la Primavera,
y un ruiseñor de luz se adueñe de tu noche
para seguir cantando donde reina el silencio.
Si la música suena en el país de los tristes
adonde fue expulsada para enjugar una lágrima,
donde otra muerte asombre con sus curvas de ninfa
y su túnica abra con un sarcasmo hiriente,
entonces, quizá entonces
reclames el aliento, las ganas, la sonrisa
que tomar no quisiste
cuando estabas a tiempo
de comprar un billete para el viaje a Viena
donde suena la flauta mágica y ensoñadora
de un Mozart prodigioso que en su delirio te saluda.
sin latido, sin gaita que despierte
en los recovecos que ha dejado tu figura,
tan olvidada de ti mismo que recurre
al ensayo de un adagio enrevesado
que se pierde en el aire, su vereda,
para no tocar las manos que lo arrancan.
No quisiste ver el mar antes de la alborada,
este mar que saluda desde ventanas grises sin pañuelos,
desde la melodía sin ritmo de las olas
que hacen que te recuerde la guitarra sin cuerdas
que tocaste cuando llevabas el pelo largo,
creías que te llamabas David Gilmour
y cantabas con voz de terciopelo emocionada
“Ojalá estuvieras aquí”.
Has de mantener alta la frente cuando cruces
el bulevar sin gloria que erosiona con sus garras el olvido,
cuando apures el vaso que te lleve hacia las sombras,
cuando habites en el lugar tenebroso
donde Hades domina
al fondo de la escalera sin barandas
donde acaban el dolor y los recuerdos.
Adiós, tenaz compañero que apenas los nombrabas
cuando en tus entrañas se desangraba tu suerte
por haber errado el rumbo
en la ciudad de los milagros,
cuando Beethoven gemía sintiendo un claro de luna
y tus ojos se empañaban de la melancolía
que nunca encontró tus labios, ni acarició tus manos,
y todo se desterraba hacia dentro
cuando un fallo del sistema te absorbía la mañana.
Adiós, quizás las sombras no sean tan oscuras,
quizás se calme el viento, triunfe la Primavera,
y un ruiseñor de luz se adueñe de tu noche
para seguir cantando donde reina el silencio.
Si la música suena en el país de los tristes
adonde fue expulsada para enjugar una lágrima,
donde otra muerte asombre con sus curvas de ninfa
y su túnica abra con un sarcasmo hiriente,
entonces, quizá entonces
reclames el aliento, las ganas, la sonrisa
que tomar no quisiste
cuando estabas a tiempo
de comprar un billete para el viaje a Viena
donde suena la flauta mágica y ensoñadora
de un Mozart prodigioso que en su delirio te saluda.
14 de abril de 2014
Me ha emocionado el poema que le escribes a tu amigo Francisco. Tengo una lágrima contenida ya sea porque también tengo un amigo que se llama Roberto con el que me encanta hablar de música y siempre me pedía que le tocara esta canción con la guitarra y mis muñones que no son dedos cuando se acercan a ella.
ResponderEliminar"Sólo somos dos almas perdidas nadando en una pecera..."
No podría elegir mejor canción tu amigo, a partir de momentos así se van hilvanando la amistad y los recuerdos, se va fortaleciendo una pasión, nos damos cuenta de que aquellos versos que aprendimos a duras penas en su día se han quedado para siempre en nosotros, nos distinguen y nos sitúan en una forma de ver la vida y de enfrentarnos, a través del arte, al paso del tiempo.
EliminarGracias por todo; Juan Carlos, también por lo que me dices del poema.