Ya
no sé qué decirte,
he
ahondado en mi duda y me veo como siempre,
como
un novio amputado del tumulto y las flores
que
no encuentra calor
en
sus miembros perdidos,
como
un tonto exiliado del amor y el deseo
que
añora la fragancia de un verso temerario.
Ya
no sé qué decir de tu perfil sin sombra;
esta
lengua de fuego ha de esperar dormida.
He
surcado tu herida con palabras que eran
confesiones
que nunca
quise
haber pronunciado.
Amparado
en la noche,
creyendo
que sus manos cubrían mi mirada,
te
explicaba las causas de mi huida al vacío,
mientras
esos milagros que quería invocarte
volvían
al sepulcro del que nunca salieron.
Mi
lecho, situado detrás de la frontera,
aguardaba
el dolor de mi cuerpo angustiado,
cuando
el corto camino se hacía interminable.
Intuía
que la vida debía ser de otra forma,
que
nunca conocí la calma del vencido.
Mientras
nubes y rosas yacían en el oeste
no
supe qué decir por despertar tu orgullo.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.