Déjame respirarte
en la última tarde
que no tengan tus
ojos
vestigios del
amor.
Déjame ascenderte
en mi delirio
alado,
para que pueda ser
albatros en tu
risa.
No he perdido la
llama
oscura de tus
labios,
no he perdido tu
pelo,
no te he
crucificado.
Sigo en el camino
donde encontré tu
huella.
Son tan largos los
clavos,
tan frescas las
espinas.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.