viernes, 28 de noviembre de 2014

Pink Floyd - Syd Barrett -See Emily play

  
       
     El espantapájaros es bastante más triste que yo, que soy tan triste, y no tiene remedio; el mago de Oz cuando murió se marchó en busca de otro sueño.       

        Entre la inspiración y la locura, sus encabalgamientos abruptos y desencadenados, sus imágenes que nos ofrecían la posibilidad de tocarlas y cotejar una textura onírica con la que intentaba que fuera comparado el mundo de todos los días, Syd Barrett nos dejó un escaso bagaje cuantitativo y su buena estrella empezó a torcerse antes aún de su salida, poco diplomática aunque provocada por su desenfreno, de Pink Floyd. Tenía apenas 21 años y su trayectoria se interrumpió definitivamente dos o tres años más tarde cuando con la ayuda desinteresada de su sustituto en el grupo, David Gilmour, intentaba enderezar en solitario su camino, y no pudo dominar su gigantesca proyección como artista de primer orden.

      La causa de su temprana caída  fue una enfermedad mental diagnosticada, trastorno bipolar, a  la que se añadiría una ingesta desmedida de alucinógenos. En apenas cuatro años de actividad pública y con poco más de una treintena de canciones publicadas dejó su impronta original e intransferible dentro del cambio más brusco que sufriera el mundo del rock, ese que enterraría el lenguaje de las flores y el deseo de paz universal, no es que ya no interesara esto último, pero era tarea de otros, así nos va.

      En la grabación del único álbum en el que lideró a Pink Floyd, El flautista en las puertas de la aurora, coincidió con los Beatles cuando grababan la que para muchos es su obra maestra, Sgt. Peppers, ya sabemos que los pedantes nos rebelamos contra esta opinión extendida y decimos que es el Revolver a pesar de su submarino amarillo. Se dice, desconozco con que base, que la inmersión ensoñadora de Lennon en los senderos de la imaginación en canciones como A day in the life o Lucy in the sky with diamonds se debió, aparte del LSD y la presión del talento de McCartney, a que entrara en contacto personal con aquel jovencísimo e incorregible genio.



      See Emily play es solo una canción juguetona e irreverente que exprime como pocas la música y la letra hasta hacer de ellas un todo imposible de separar. Pero, junto a Astronomy domine y Scarecrow, vino a decirnos que algo había cambiado para siempre en el candor juvenil, pocas canciones se acordarían de una manera simple del chico que sufría por su amor.  

      Veo en ella claros signos de que Barrett conocía perfectamente a Lewis Carroll.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.