jueves, 27 de noviembre de 2014

Peggy Sue se casó




        
Otra soledad de río, de taberna, de puente
se adueñó de tus noches, de tu melancolía.
(Princesa encantada)

Pienso que las estrellas no quisieron esperarme, nunca toqué una pensando que brillaba, nunca tuve un sueño erótico con ninguna de ellas. Yo, tan telúrico, tan falto de sueños, pensaba que algún día podría caminar por las calles sintiéndome satisfecho de mí mismo, eso era todo, soportándome en la diversidad peligrosa  y enrevesada de mi pensamiento cercano en su desarrollo polifónico a los ensayos de una orquesta desafinada..
  
Pero si me tengo que decidir a nombrar una que estuviera al alcance de la mano elegiría a Kathleen Turner, seguramente sea por algo que no se puede sospechar. La conocí en una buena película que contribuyó al revival del cine negro a mediados de los ochenta, pero no, aquella femme fatale escapaba de mis pretensiones y sabía certeramente que yo no tendría el privilegio de ser elegido entre sus víctimas.
 
La razón de tan rotunda afirmación vendría unos años después en una entrevista concedida a la Televisión española. Lo primero que me sorprendió fue verla un poco gordita, sí, más que maciza, gorda, después al mirarle la cara, antes quise saber si seguía teniendo fuego en el cuerpo, me di cuenta de que al contrario que otros actores representaba más edad de la que tenía, pero abrió la boca y empezó a fascinarme, su aceptable español con acento cubano, su simpatía, el control tan digno que tenía sobre su propia situación, tal vez un poco vencida pero de pie y sonriendo. Empecé a verla delgada y más joven, había cambiado de nombre y se llamaba Peggy Sue. Recuerdo aquella entrevista como uno de los buenos momentos que te deja la vida.
 
Peggy Sue se casó es sin duda una de las dos películas de Coppola peor tratada por la crítica y por el público, la otra es la interesantísima Corazonada, pero no le acusan, como en ésta última, al gran director norteamericano de haberla utilizado para que su hija Sofía fuera aprendiendo el oficio. 
 
         Buddy Holly y una de sus canciones póstumas planea sobre una historia de viajes al pasado, se me quedó el encuentro con aquel chico que siempre le atrajo pero que quedaba fuera de los hábitos vitalistas y despreocupados que ella y los de su generación tenían  entonces; leía mucho y por su mirada extraña y fija y las indicaciones que le hizo al profesor de literatura sobre una novela de Hemingway casi seguro que escribía poemas que nadie leería y serían para nadie.
 
         La canción que da título a la película pasa por ser una especie de secuela de la innovadora y elogiada Peggy Sue, dicen que nunca se hizo tanto con tres acordes mal contados. A mí en cambio no me parece tan asombrosa esta última y la que da título a la entrada, falseada por los arreglos que enmudecieron la guitarra acústica de su autor, pasa por ser para mí la mejor canción de Buddy Holly detrás de la intocable y deliciosa Cada día.
 
         Para finalizar, entre Peggy Sue y Kathleen me quedo con Kathleen, la de la entrevista. Me enseñó a valorar los encantos de la mujer madura, la belleza que emana de un comportamiento correcto y agradable, de un saber estar.  Ahora sé que no todas las estrellas están en el cielo y, por supuesto, comprendo que no sepan esperarme.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.