lunes, 2 de noviembre de 2015

Epístola a Pier Paolo - Mi análisis tardío



Te entrego, Pier Paolo, el testamento
del hombre que se acostó la siesta esta tarde
con una herida difusa y acechante
que ya no le duele nada
porque ha despertado con el pensamiento firme
de ser distinto sin abandonar uno solo de sus sueños,
una sola de sus convicciones más sentidas,
y ya huele a verano en mi ventana abierta
al griterío de los niños jugando con el agua de la fuente,
y la bahía le muestra la belleza inmortal del mensaje profundo
que al tenerlo tan cerca a menudo no notamos .

Vuelven a decir tu nombre en la agenda cultural
de las noticias,
un nuevo homenaje que no será a tu faceta de cómico distraído
que no supo coger de la cintura a la risa,
ni abrazar su sentido más patético por respeto a los pobres,
y se me vino el poema que escribiste
cada vez que  la muerte te acechaba o pensabas en ella,
se me vino a la cabeza como un péndulo
cuyos golpes imitaba mis latidos.

Es verdad que no podré por más que lo intente
explicar la fascinación que me produjo tu análisis tardío,
que tan solo por él ya me atreví a llamarte grandísimo poeta,
a ti que vivías arrastrando los pies
para sentir el olor prístino y sensitivo de la tierra,
que no soñabas
por miedo a despertar en un lugar donde solo tuvieran cabida
los ángeles y los demonios,
que no tenías los delirios de grandeza
que reconozco en mí mismo,
que todo lo que deseabas estaba en la mirada
aún atónita de un muchacho moreno, llegado del Sur
donde aún tiembla Cristo por no encontrar su huella,
que camina hacia la obra donde fortalece sus músculos
y broncea su piel
y aún mantiene el candor forjado por un sufrimiento
injusto e innecesario, como todos.

En esto me doy cuenta de que el otro día
traspasé la frontera adonde tú no llegaste
por una noche aciaga,
y que me empieza a exasperar con una tristeza extraña
que me digan lo condenadamente bien que estoy
para ser tan viejo,
aunque lo digan de una forma distinta,
eso es lo que vienen a decirme,
ya ves, como tú me veré siempre joven
por esas ansias de seguir aprendiendo
aunque no sepa con que objetivo,  
que, sin que hayas tenido nada que ver en ello,
de todas las cuerdas que se me ofrecían
siempre tiré de una sola al mismo tiempo,
que las pocas intersecciones que hubo se debieron a errores
debidamente corregidos, y explicados,
aunque nunca comprendidos.

Que siempre estuvo la vida por encima de todo
como si el niño que fui nunca me hubiera dejado
indefenso ante el mundo,
que pediría a la mujer que amo
que nunca me dijera “te quiero”
porque yo lo sabría con una simple sonrisa,
que volveré a pensar en los tordos que llenaban
el cielo de las tardes de invierno
y en los cachalotes que cruzaban Punta Almina
en Mayo y en Junio,
sabiendo que lo perdido
por nuestra avaricia anuncia nuestra propia condena
por lo que tuvimos sin hacernos falta.  

Que habré aprendido a esperar
cuando no tenga sentido
aunque merezca la pena porque, largo o corto,
dulcificará con momentos inolvidables el tiempo que me quede
y que si puedo dejar algo hermoso en alguien
aunque no me haya conocido, y quizás por ello,
pensaré que la semilla que se embarra no muere. 


                              (25 de Mayo de 2013 - Publicado en Blogger el 27 de Mayo de 2013))

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.