Carta a Dolors
A Jaume Gimbert, cantaba por bulerías y me enseñó que cualquier noche puede salir el sol.Me cuesta imaginarte ausente para siempre.
Se me agolpan tantos recuerdos tuyos
que no dejan lugar a la tristeza
y, sin tenerte, te vivo intensamente.
No quiero hablarte con voz melancólica,
tu muerte no me quema las entrañas,
ni me angustia, ni me quita la alegría de vivir;
me duele saber que ya no podremos
compartir el pan o hacernos compañía;
pero en ese dolor hallo las fuerzas
para escribir estas palabras y recordarte.
Me empeño en crecer con más tesón que nunca
sabiendo que conmigo tú lo haces: proyectos,
ilusiones, deseos, alzan el vuelo
contigo y por ti, por muy lejos que de ti estén,
y contigo y por ti sueño cumplirlos.
Te me haces presente en las cosas pequeñas
y es en ellas que pienso en ti y te evoco,
seguro como nunca de que la única esperanza
de sobrevivir es amar con bastante fuerza
para transformar lo que hacemos en vida
y sostener la esperanza y la belleza.
Tú ya no estás y florecerán las rosas,
madurarán los trigos y quizás el viento
desvele las ocultas melodías;
tú ya no estás y ahora pasa el tiempo
entre el recuerdo tuyo que me arrulla,
y aquel empeño, que tan bien conoces,
en resistir cuando nada nos alienta.
Pienso en ti con ternura desde estas palabras
mientras con suavidad cae la tarde.
Todos los colores proclaman una vida nueva
que yo vivo, y en ti se me representa
vibrante y armoniosa de una manera extraña.
No volverás jamás, pero perduras
en las cosas y en mí de tal manera
que me cuesta imaginarte ausente para siempre.
(Variación F. E. León)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.