Ahora vives en mí aunque no estés te siento
como luz en mis sombras, un sueño en mis quimeras.
En poco más de un día, Leónidas y sus 300 iguales (no así los 1100 honderos ilotas) pasaron de la derrota a la inmortalidad. Eres la reina absoluta de mi mejor poemario, mi poeta favorita.
2
Ya no mueren los labios lejanos que tuviste
en el rubor sin rostro de una lágrima amarga
que cae en el espejo de una sonrisa triste,
un aroma pasivo, una esperanza herida,
un árbol receloso de las hojas del tiempo.
He perdido tu gracia, el ritmo de tus brazos,
los libros que escondías en el desván del viento,
tengo sangre en las alas
y el corazón perdido,
una corona mustia que insiste en los instantes
de aquellos versos largos que huyeron de mi frente.
Ya no busco en las sombras el aura de tu rostro,
tus zapatos perdidos en la fiesta que llora,
tu cintura vagando en un rumor que siente
la luz de tu recuerdo en las calles vacías,
ya no espero tu orgullo en la mano que tiembla
en la cruz aromada por tu último nombre,
pero sigo surcando
el mar de tu mirada.
3
Insistencia en la herida
¡Aquella inspiración, aquel pulso sin alma
tocaban tus cabellos, tu despertar de dudas,
tus piernas de quimera, tu hambre de futuro!
Te amé con mi chaqueta, mi ausencia de ventanas,
te amé, te amé sin freno, tamaño ni medida.
Como una herida abierta gocé tu humor de lunes
tu reino sin corona, tu voz de sacrilegio,
y sufrí tus caricias en la alcoba que tiembla
si no tiene tu rostro.
Paso como un olvido,
una avecilla, un drama,
y no quiero firmar partes con mi fracaso,
no quiero acariciar la sombra de mi pecho
ni amanecer herido
con tu nombre en la frente.
Insisto con tu queja, tus excesos, tu risa,
el rostro que llevaste en una tela ardiente,
la canción que tejiste del sueño de tus manos.
Insisto en el aroma tierno de tus caderas
que se adueñó del aire
y vendrá adonde vaya,
en el mirar sonoro que me llevó al abismo,
en la llama que alzaste cerca de mi locura.
4
Hoy tengo que arrastrar
Hoy tengo que arrastrar esta carga de dudas,
este mirar tan triste que se pliega en los astros,
sigue la pasionaria
verde de los silencios
en el puerto vencido sin alba en la pared
que esbozas en el antro donde nada te inquieta.
Yo en esta claridad que traspasa mi pecho
en la ciudad que sigue sin luz en la memoria,
conservo las palabras de amor que me dijiste,
enhebro los espejos oscuros de tu rostro,
escribo cuando llega
el misterio que duele,
hurgo en la soledad de los versos sin brillo.
5
Ya escucho aquellos versos como si fueras otra,
como si hubieras ido
a traspasar las dudas de los mitos de piedra.
Pero yo estoy aquí, en el árbol, en la fuente,
en tus ansias de sol, en flores que no hablan,
en estrofas que anidan alma de soledad
sin buscar un poema que destrone los llantos,
sin encontrar el ritmo, sin ver una palabra.
Ya escucho tu sonrisa en el mar que se aleja
y busco en otra playa de tu arena la orilla,
vivo como un olvido flotando entre las aguas
que se alejan de ti, que insisten en tu rostro,
sin poder detenerte.
6
A una mujer que escribía un poema
Quizás nunca más vuelvas a llevar el vestido
de nuestra madrugada
en un campo de luna,
ni muestres el sendero en el que ardió la noche,
ni evoques la arboleda donde el mirlo reía.
Porque hoy me detienes
en el umbral del sueño
que se hunde en la duda que crearon los pájaros,
porque hoy el carmín tus penas no desborda
y hay folios en tu olvido, sin firmas ni palabras,
porque busco tu luz en las calles oscuras
de tu verso sin rima,
el amor en tu estela, la voz en tus fracasos.
Te amo como mujer, como poeta solo te admiro.
7
Nocturno de las Huertas
Insisto en el bolero
que expiraba en la noche de tus medias ardientes,
de tu balcón al aire y una estrofa asustada,
insisto en los teatros empapados de sueño,
en la muñeca herida
que despierta en el firme donde rimaba Bécquer
con un rayo de luna,
en las flores perversas de los escaparates
donde Brecht esperaba la llave de tu estuche,
la soga que rompiste para tejer tu olvido.
Insisto en la pasión de Peckinpah que asalta
el último desierto
con un lirismo amargo y una tibia sonrisa,
de Fassbinder viviendo la angustia de un esquema
de tu letra temblando sobre el pájaro herido
que abrigaste en tu pecho, en una noche densa,
en la triste elegancia negra de tus zapatos,
en hojas agolpadas en andenes sin rima
que llevaron tu paso hacia ningún destino
8
Mi elegía
¡Oh, ramas de licor que me llevan al borde
y salpican las gotas sin dueño de tu esencia!
¡Oh cortina sin velo, serenata sin canto
donde amaga tu rostro y muere mi silencio!
¿Estoy despierto o sueño con nombres que pasaron,
con cartas que no firmo, con adioses tan dulces
que llegan a mi alma y no puedo entender?
Hoy quiero despejar de los muertos la sombra,
la voz de tu tristeza, creer en el futuro.
Desvarío en mi rumbo, mi vieja dirección
donde aún vagan los patos salvajes de la noche,
insisto en mi elegía;
nadie quiere leer
los poemas que escribo
en el viento sin rumbo de tu amor que gemía,
nadie quiere llegar al puerto de mis dudas,
con la luz ahogada de farolas inquietas
oscurece el enigma de tu alma cambiante
sobre los adoquines donde suenan los saxos.
9
Insisto en los acordes de una guitarra rota
que duerme entre los labios de un trovador que gime,
en los muelles que añoran de tus barcos la ausencia,
en la torre que muere prisionera en los muros
de las alas azules que cortaron tus pájaros.
Pues hoy la tierra gime y no tengo tu acento,
pues hoy me precipito sobre la huella inquieta
que tu orgullo fingía
y tu amor abrigaba
sobre la sombra errante del pino solitario
que arrinconó el delirio de una rima candente
y recogió tu vuelo de palabra encendida.
Quiero romper las nubes que tus ojos miraron,
vivirte en la fragancia de las horas que pasan,
en la niebla que brilla entre los farallones,
arrancar un nocturno de Chopin de tu pecho,
acariciar tu herida como si recordaras,
como si fueras luz que grita su penar,
como si fueras flor o viento enamorado.
10
Antiguo Patio
Te viví sin saberlo y aún me duelen tus lágrimas,
aún preguntan mis ojos
por un amor herido
en los escaparates curvos de los deseos,
en las escalinatas de los sorbos vividos.
Ya no puedo arrancar los sueños que pasaron
sin temblar en la sombra
de tus brazos tendidos,
sin pedir la sonrisa tierna que me negaste,
sin soltar las amarras del fulgor amarillo
dibujado en tu frente
en un alto camino
que me lleva despacio hacia tus pensamientos
y abrocha los cordeles de un firme desvarío.
Ya no puedo mirar los soles de tu herida
dejando tus jarrones
sin amor, sin olvido,
pero vuelvo a tu rostro como una rosa ardiente
que llora cuando clama
en la vena anhelante de un verso perseguido,
que guía hacia tu pecho al último poema
que no supe escribirte
y siente el resplandor de un sentimiento límpido,
11
Epílogo
Desgarro en mi silencio la voz honda de un bardo,
el mar donde soñaste ser una bailarina,
los árboles rendidos a cuyos pies penabas,
desgarro los deseos donde mi noche hervía.
Este vagar constante que no encuentra tu huella,
este trote sin ritmo que me lleva a tu ira,
este sentir tu verso sin poder encontrarte,
se agolpan en mi mente, se hunden en mi vida.
Enciendo tu farola en un balcón distante
y llamo a tus cristales como una golondrina.
Me muevo en tu fracaso, perdido en la nostalgia.
Me hiere tu misterio solo como una isla,
la roca de tu olvido, la miel de tu presencia,
sollozo en los laureles donde el mirlo reía,
en tu alma rasgada, en tu miedo a la noche,
en tu pecho temblando, tu vientre que gemía.
Persisto en la mirada que alentará mi empeño
en el amplio salón que guardaste en tu herida,
y aquel verso de Frost que irónico miraba
a un Yupanqui cansado en tus ansias dolidas
de visillos abiertos que secaban las lágrimas,
en tus trenes amargos, parados en la vía,
en tu amor que me duele, tu sombra que se acerca,
la muerte que me busca en una barca hundida.
12
Días de cine
Ahora, por vuestra culpa, los ojos de mi niña
enrojecen sin tregua hinchados por el llanto.
(Catulo – Carmen III – Tr.: F.E. León)
Ya no podrás volver a la arena mojada
de luna sin recuerdo,
a las barcas cansadas que muerden otra orilla,
a las redes tendidas que no esperan tu paso,
al barrio ceniciento que muestra sus ruinas.
Ya no podrás volver a la escena que muere
con el dulce candor
de un beso primigenio,
al corazón sin huella que buscaba tu mano
y sigue caminando por la senda perdida
de tu primer poema,
de tu alma constante
ahora que la llama oscurece en el patio
y la música vaga por otra melodía.
El pajarillo gris que anida en otro sueño
se precipita al Orco del que nadie regresa
ahora que sin tregua enrojecen tus ojos
por un amor herido,
por un carmen inmenso que no encuentra tus labios.
13
No volverás
Y durante un instante, en su rumor,
regresa el latido del primer poema
de una vida
como una música lejana que se apaga en la noche.
(Constantino Cavafis - Voces - Versión: F.E. León)
*** *** ***
Es cierto que no vuelve lo que nunca pasó
y siempre se hace tarde cuando el alma se agrieta
y se va la esperanza
como una mariposa que atraviesa las nubes
y empapa la tristeza de su vuelo
con la presencia oscura que guarda los rescoldos
de un deseo ferviente que resiste en la sangre.
No volverás, lo sé, pero te espero al alba
con la flor en los labios
de la mirada quieta en la eterna sonrisa
de una estrella fugaz
que caerá en tu olvido cuando hierva el recuerdo.
I
Derrota
Yo quería vivirte y que tú me vivieras.
Las notas del poema que llegaba a tu oído
se acercan a tu paso, se visten de tu aroma,
se pierden en tu alma
ahora que navega
en la tinta borrada por tu propio recuerdo.
Aunque no te lo diga y no busque tus manos
sigo pensando en ti
como el amor de siempre
porque vuelvo a tu piel en el bajel hundido
que ha surcado los miedos antiguos que guardamos,
porque piso las calles que fueron nuestra vida
como un poeta ciego
que muere en el destino y canta a la tristeza,
porque te reconozco
en mi sueño y mis ansias,
porque miro la esquina por donde aparecías
mostrando dolorido los estragos del tiempo.
Porque voy caminando sin rumbo hacia tus brazos
y no tengo palabras
hermosas que ofrecerte,
he perdido el pudor de admitir mis errores,
apagado la llama que brotaba en mis labios
ahora que la herida del pecado se muestra.
Derrota
Yo quería vivirte y que tú me vivieras.
Las notas del poema que llegaba a tu oído
se acercan a tu paso, se visten de tu aroma,
se pierden en tu alma
ahora que navega
en la tinta borrada por tu propio recuerdo.
Aunque no te lo diga y no busque tus manos
sigo pensando en ti
como el amor de siempre
porque vuelvo a tu piel en el bajel hundido
que ha surcado los miedos antiguos que guardamos,
porque piso las calles que fueron nuestra vida
como un poeta ciego
que muere en el destino y canta a la tristeza,
porque te reconozco
en mi sueño y mis ansias,
porque miro la esquina por donde aparecías
mostrando dolorido los estragos del tiempo.
Porque voy caminando sin rumbo hacia tus brazos
y no tengo palabras
hermosas que ofrecerte,
he perdido el pudor de admitir mis errores,
apagado la llama que brotaba en mis labios
ahora que la herida del pecado se muestra.
En poco más de un día, Leónidas y sus 300 iguales (no así los 1100 honderos ilotas) pasaron de la derrota a la inmortalidad. Eres la reina absoluta de mi mejor poemario, mi poeta favorita.
2
Ya no mueren los labios lejanos que tuviste
en el rubor sin rostro de una lágrima amarga
que cae en el espejo de una sonrisa triste,
un aroma pasivo, una esperanza herida,
un árbol receloso de las hojas del tiempo.
He perdido tu gracia, el ritmo de tus brazos,
los libros que escondías en el desván del viento,
tengo sangre en las alas
y el corazón perdido,
una corona mustia que insiste en los instantes
de aquellos versos largos que huyeron de mi frente.
Ya no busco en las sombras el aura de tu rostro,
tus zapatos perdidos en la fiesta que llora,
tu cintura vagando en un rumor que siente
la luz de tu recuerdo en las calles vacías,
ya no espero tu orgullo en la mano que tiembla
en la cruz aromada por tu último nombre,
pero sigo surcando
el mar de tu mirada.
3
Insistencia en la herida
¡Aquella inspiración, aquel pulso sin alma
tocaban tus cabellos, tu despertar de dudas,
tus piernas de quimera, tu hambre de futuro!
Te amé con mi chaqueta, mi ausencia de ventanas,
te amé, te amé sin freno, tamaño ni medida.
Como una herida abierta gocé tu humor de lunes
tu reino sin corona, tu voz de sacrilegio,
y sufrí tus caricias en la alcoba que tiembla
si no tiene tu rostro.
Paso como un olvido,
una avecilla, un drama,
y no quiero firmar partes con mi fracaso,
no quiero acariciar la sombra de mi pecho
ni amanecer herido
con tu nombre en la frente.
Insisto con tu queja, tus excesos, tu risa,
el rostro que llevaste en una tela ardiente,
la canción que tejiste del sueño de tus manos.
Insisto en el aroma tierno de tus caderas
que se adueñó del aire
y vendrá adonde vaya,
en el mirar sonoro que me llevó al abismo,
en la llama que alzaste cerca de mi locura.
4
Hoy tengo que arrastrar
Hoy tengo que arrastrar esta carga de dudas,
este mirar tan triste que se pliega en los astros,
sigue la pasionaria
verde de los silencios
en el puerto vencido sin alba en la pared
que esbozas en el antro donde nada te inquieta.
Yo en esta claridad que traspasa mi pecho
en la ciudad que sigue sin luz en la memoria,
conservo las palabras de amor que me dijiste,
enhebro los espejos oscuros de tu rostro,
escribo cuando llega
el misterio que duele,
hurgo en la soledad de los versos sin brillo.
5
Ya escucho aquellos versos como si fueras otra,
como si hubieras ido
a traspasar las dudas de los mitos de piedra.
Pero yo estoy aquí, en el árbol, en la fuente,
en tus ansias de sol, en flores que no hablan,
en estrofas que anidan alma de soledad
sin buscar un poema que destrone los llantos,
sin encontrar el ritmo, sin ver una palabra.
Ya escucho tu sonrisa en el mar que se aleja
y busco en otra playa de tu arena la orilla,
vivo como un olvido flotando entre las aguas
que se alejan de ti, que insisten en tu rostro,
sin poder detenerte.
6
A una mujer que escribía un poema
Quizás nunca más vuelvas a llevar el vestido
de nuestra madrugada
en un campo de luna,
ni muestres el sendero en el que ardió la noche,
ni evoques la arboleda donde el mirlo reía.
Porque hoy me detienes
en el umbral del sueño
que se hunde en la duda que crearon los pájaros,
porque hoy el carmín tus penas no desborda
y hay folios en tu olvido, sin firmas ni palabras,
porque busco tu luz en las calles oscuras
de tu verso sin rima,
el amor en tu estela, la voz en tus fracasos.
Te amo como mujer, como poeta solo te admiro.
7
Nocturno de las Huertas
Insisto en el bolero
que expiraba en la noche de tus medias ardientes,
de tu balcón al aire y una estrofa asustada,
insisto en los teatros empapados de sueño,
en la muñeca herida
que despierta en el firme donde rimaba Bécquer
con un rayo de luna,
en las flores perversas de los escaparates
donde Brecht esperaba la llave de tu estuche,
la soga que rompiste para tejer tu olvido.
Insisto en la pasión de Peckinpah que asalta
el último desierto
con un lirismo amargo y una tibia sonrisa,
de Fassbinder viviendo la angustia de un esquema
de tu letra temblando sobre el pájaro herido
que abrigaste en tu pecho, en una noche densa,
en la triste elegancia negra de tus zapatos,
en hojas agolpadas en andenes sin rima
que llevaron tu paso hacia ningún destino
8
Mi elegía
¡Oh, ramas de licor que me llevan al borde
y salpican las gotas sin dueño de tu esencia!
¡Oh cortina sin velo, serenata sin canto
donde amaga tu rostro y muere mi silencio!
¿Estoy despierto o sueño con nombres que pasaron,
con cartas que no firmo, con adioses tan dulces
que llegan a mi alma y no puedo entender?
Hoy quiero despejar de los muertos la sombra,
la voz de tu tristeza, creer en el futuro.
Desvarío en mi rumbo, mi vieja dirección
donde aún vagan los patos salvajes de la noche,
insisto en mi elegía;
nadie quiere leer
los poemas que escribo
en el viento sin rumbo de tu amor que gemía,
nadie quiere llegar al puerto de mis dudas,
con la luz ahogada de farolas inquietas
oscurece el enigma de tu alma cambiante
sobre los adoquines donde suenan los saxos.
9
Insisto en los acordes de una guitarra rota
que duerme entre los labios de un trovador que gime,
en los muelles que añoran de tus barcos la ausencia,
en la torre que muere prisionera en los muros
de las alas azules que cortaron tus pájaros.
Pues hoy la tierra gime y no tengo tu acento,
pues hoy me precipito sobre la huella inquieta
que tu orgullo fingía
y tu amor abrigaba
sobre la sombra errante del pino solitario
que arrinconó el delirio de una rima candente
y recogió tu vuelo de palabra encendida.
Quiero romper las nubes que tus ojos miraron,
vivirte en la fragancia de las horas que pasan,
en la niebla que brilla entre los farallones,
arrancar un nocturno de Chopin de tu pecho,
acariciar tu herida como si recordaras,
como si fueras luz que grita su penar,
como si fueras flor o viento enamorado.
10
Antiguo Patio
Te viví sin saberlo y aún me duelen tus lágrimas,
aún preguntan mis ojos
por un amor herido
en los escaparates curvos de los deseos,
en las escalinatas de los sorbos vividos.
Ya no puedo arrancar los sueños que pasaron
sin temblar en la sombra
de tus brazos tendidos,
sin pedir la sonrisa tierna que me negaste,
sin soltar las amarras del fulgor amarillo
dibujado en tu frente
en un alto camino
que me lleva despacio hacia tus pensamientos
y abrocha los cordeles de un firme desvarío.
Ya no puedo mirar los soles de tu herida
dejando tus jarrones
sin amor, sin olvido,
pero vuelvo a tu rostro como una rosa ardiente
que llora cuando clama
en la vena anhelante de un verso perseguido,
que guía hacia tu pecho al último poema
que no supe escribirte
y siente el resplandor de un sentimiento límpido,
11
Epílogo
Desgarro en mi silencio la voz honda de un bardo,
el mar donde soñaste ser una bailarina,
los árboles rendidos a cuyos pies penabas,
desgarro los deseos donde mi noche hervía.
Este vagar constante que no encuentra tu huella,
este trote sin ritmo que me lleva a tu ira,
este sentir tu verso sin poder encontrarte,
se agolpan en mi mente, se hunden en mi vida.
Enciendo tu farola en un balcón distante
y llamo a tus cristales como una golondrina.
Me muevo en tu fracaso, perdido en la nostalgia.
Me hiere tu misterio solo como una isla,
la roca de tu olvido, la miel de tu presencia,
sollozo en los laureles donde el mirlo reía,
en tu alma rasgada, en tu miedo a la noche,
en tu pecho temblando, tu vientre que gemía.
Persisto en la mirada que alentará mi empeño
en el amplio salón que guardaste en tu herida,
y aquel verso de Frost que irónico miraba
a un Yupanqui cansado en tus ansias dolidas
de visillos abiertos que secaban las lágrimas,
en tus trenes amargos, parados en la vía,
en tu amor que me duele, tu sombra que se acerca,
la muerte que me busca en una barca hundida.
12
Días de cine
Ahora, por vuestra culpa, los ojos de mi niña
enrojecen sin tregua hinchados por el llanto.
(Catulo – Carmen III – Tr.: F.E. León)
Ya no podrás volver a la arena mojada
de luna sin recuerdo,
a las barcas cansadas que muerden otra orilla,
a las redes tendidas que no esperan tu paso,
al barrio ceniciento que muestra sus ruinas.
Ya no podrás volver a la escena que muere
con el dulce candor
de un beso primigenio,
al corazón sin huella que buscaba tu mano
y sigue caminando por la senda perdida
de tu primer poema,
de tu alma constante
ahora que la llama oscurece en el patio
y la música vaga por otra melodía.
El pajarillo gris que anida en otro sueño
se precipita al Orco del que nadie regresa
ahora que sin tregua enrojecen tus ojos
por un amor herido,
por un carmen inmenso que no encuentra tus labios.
13
No volverás
Y durante un instante, en su rumor,
regresa el latido del primer poema
de una vida
como una música lejana que se apaga en la noche.
(Constantino Cavafis - Voces - Versión: F.E. León)
*** *** ***
Es cierto que no vuelve lo que nunca pasó
y siempre se hace tarde cuando el alma se agrieta
y se va la esperanza
como una mariposa que atraviesa las nubes
y empapa la tristeza de su vuelo
con la presencia oscura que guarda los rescoldos
de un deseo ferviente que resiste en la sangre.
No volverás, lo sé, pero te espero al alba
con la flor en los labios
de la mirada quieta en la eterna sonrisa
de una estrella fugaz
que caerá en tu olvido cuando hierva el recuerdo.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.