jueves, 2 de junio de 2022

Escrito sobre Poeta en Nueva York

 


 

 Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.
(Lorca - Poema doble del lago Eden)

1

Ya no quiero estanques, alaridos ni sueño.
No quiero despertar la despedida de las horas
y los besos de arcilla que cayeron,
ni voz que se derrame en el cielo de tu boca,
en la estampida quieta
que rompa los semáforos sin luces de la derrota.

Quiero mi libertad, que transita por las venas,
el amor de los deseos en la boca
que sin ti no se entiende
en los Campos de fresas, en la Antorcha,
en los jardines de la Argentina,
quiero la sed de las carencias atravesadas
en el Hadú que nunca duerme y llora
en el rincón oscuro de la brisa
que ya no quiere a nadie y anuncia otra victoria
amarga en los pliegues del tren de la esperanza
que nunca llega a tus costas.

¡Mi amor, mi sangre, mi muñeca que solloza,
mi efímero Paraíso de bohemia,
de lujurias, de polvo reventado,
de ansias locas

buscando la mirilla de los sueños
y embajadas de papel en tu promesa rota!

Mi canto entre las rejas
de mis zapatos blancos y las olas,
la estela del óbito de tu sonrisa
en una estrella inerte y redentora
que hierve en las alturas,
en la multitud que lleva en las entrañas
la incomunicación febril de las farolas,
los arrabales
perdidos entre los puentes de piedra
que atraviesan la memoria
que grita enamorada sobre el mar
de los excesos, de las sábanas negras
y la muerte anunciada por tu boca.

2

Mi polvo no está en el aire,
ni en la palabra
que amargamente
se enamoró de tu boca.

¿Cómo era mi soledad antes de que estuvieras
navegando en mi errática
pronunciación
del letargo?

La vi sobre mis hombros,
en mis manos,
la vi en el sudario
que esperaba la sombra del dolor,
aquella sombra
que se enamoró de mí,
que nunca me dejaba...

Mi soledad vestida en un suspiro
cautivo, interminable.

Mi soledad masacrada por discrepancias antiguas
que a comprender no alcanzo,
que no hablan, no gritan, que no entienden.

¿Cómo era mi soledad antes del día que fueras
al río sin retorno de la ropa desterrada
en el armario sin fondo que escondía tus anhelos,
a la madrugada de los ojos sin máscara y sin dueño
que lloran y aún te buscan
en las ruinas imborrables de tu adiós a las muñecas?

Mi polvo no está en el aire,
no está en tus pensamientos
ni está en las escaleras abiertas de tu casa,
que está en los candelabros donde murió el olvido
que abrió los entresijos sin rumbo de tu risa.

 

3

 

Para beber la huella de tu rostro


 
Correrán los recuerdos desbocados
                                          horadando la vena y los sentidos.
                                          ¡Qué apetencia de mares esparcidos
                                          en la brisa lejana del pecado!
(Mares Lejanos – Canción de 1996)
 
 
Para beber la huella de tu rostro 
y arrebatarle al aire su fragancia 
quise desperezarme 
del terrible marasmo de la nada. 

Entonces sueños, entonces golondrinas 
cabrían en mi voz enamorada 
y acercarían el vuelo a aquella tarde 
cuando entre tristes árboles pasabas. 

Serías tú misma el sueño y el amor, 
serías la muerte cuando me mirabas.

(Abril - 1991)
 
4
 
 

4

 

Arde el viento en los cables 

Arde el viento en los cables, 
suena triste el olvido,
busco la soledad 
que entonces me llevaba,
mi sueño aprisionado
 en tus ojos distantes,
tu sombra en el recuerdo,
 tu voz en el pasillo.

Ha pasado el silencio sobre los adoquines,
has vestido de amor parques de indiferencia
porque sigues viviendo el alma de la rosa.

Pasan firmes los coches
de silencio agrietado y llama inerte,
de campana que dobla un sentimiento íntimo 
de amor que te acompasa por encima del tiempo
y se acerca a tus brazos como un niño asustado.
 
5
 
Aquel niño que fui vivió de otro silencio,
entre montes y mares
quedaron repartidos
sus amores, sus juegos,
y aquel anochecido desvelo de la tierra
que nunca lo buscaba y siempre florecía.

Ahora vive exiliado en un barrio dormido
que baraja la sombra
 de la muerte que brama
en el madero tosco de los crucificados
que siembran los caminos
de aquella ensoñación de la tierra que pesa
como el recuerdo herido de una ilusión ignota,
como el árbol que crece en medio del espanto.

Cartones por los suelos, coches en las esquinas,
trovadores sin sueño que luchan en la muerte
para sentir la vida que vibra en otro instante
para reconocerte en un milagro tierno.

Aquel niño que fui permanece encantado
por el gemido intenso de una pena que grita
por las vías sin trenes, por la quietud que pasa.


En tus ojos de olivo
siembra la tarde
vuelos de mariposa.

Aquel niño que fui
tu boca busca
por el alba inundada.

6

Te buscaré en las horas de tu alma que vuelve
a nuestro antiguo patio que yace en la tristeza
de haber perdido el nombre, el sentido y la calma,
de haber dejado un blues morir en nuestro sueño
que nunca volverá al amor y al olvido,
pasó por nuestros ojos y nuestra juventud
en hilos sensitivos de tu voz que vibraba.

En tu verso ardiente, en tu verdad sincera
eres aún tan hermosa en la luz que se pierde
que sigues abrazando los vestigios que pasan,
llevas la huella errante de un sentimiento claro.
 
7
 

Nocturno del Paseo de las Palmeras



Ya sé que el olor del mar de la bahía
me evocará esos días que anduve y despertaba,
me traerá esas noches de llovizna,
de hueco y aranceles
cuando el Paseo de las Palmeras
me parecía tan largo,
la gente tan vacía.
 
Ya sé que entonces inundará mi rostro
el vendaval errático que sufre tu agonía,
que caerán los minutos
que no vuelven a la esfera,
que los muertos estarán más cerca de la barca
anclada de tu alma que cruza la bahía,
que las espinas estarán más cerca de mi frente,
que los senos caídos se erguirán para siempre
y pensaré de nuevo en Eleanor Rigby
¿Adónde va la gente que está sola?
 
 
8

La amada de la muerte

La suave colina donde quedaron
las entrañas dormidas de un poeta
se ha llenado de noche.

Mientras sube la niebla
de aquella soledad,
se ha llenado de noche.

Porque tú, amor mío,
has cumplido cien años
en el drama de un beso
que ha cerrado tu boca.

Porque tú, amor mío,
has dejado la lira en el viento
ebria y sola,
te has vestido de muerte.

Con los párpados verdes apagados
de desvelos de ayer que nos impregnan
de rímel solitario,
con el polvo azotando
tus pálidas mejillas, 
te has vestido de muerte.
 
9

Tienes

Tienes en la cabeza aquel aire de amor
que aún palpita en mi pecho,
eres de la quietud que no arrastró el olvido
y acoges tibiamente la última elegancia.

Todas tus cosas saben a primavera antigua
cuando cruzan las calles
amarillas de Abyla en el recuerdo,
más vivas que el presente,
más raudas que la luz.

Eres ese milagro que se recuerda siempre, 
eres el horizonte que alienta cada búsqueda.
 
10
 

Tendré tu falda abierta en mis ruinas

Abrazaré un poema
si acaricio tu rostro
y siento que se enciende
en las lindes
 de mi ropa.

Cogeré otro poema
 si acaricio tus pechos
y siento que se rompen
en la cumbre
 de mi boca.

Tendré tu falda abierta
 en mis ruinas,
de oscuro cielo tus ojos
 penetrando en la luna.

Pienso que has muerto
o tan lejos estás
que eres la poesía
que llora adolescente
en la penumbra amarga
adonde huye el relámpago.

Descenso hacia el dolor,
agujero aparente
que sube a las tinieblas
 de un techo imperceptible.

Pero en mi orilla tiendo mi mano y te levanto,
lujuria que revienta las ramas de mi alcoba,
lluvia que no ha caído, corazón que me trae
intensas sensaciones que nunca florecieron.
 
11 

Amor que no fue


He tenido tu gesto como mío sin ser tuyo,
tu expresión destilaba la prístina tristeza
mientras días azules se agolpaban y huían.

He tenido que abrir otra vez la compuerta
que me lleva a hollar la huella del deseo,
arrugar el vestido rojo de aquella cita
que murió sin saberlo mientras te iluminaba.

He tenido que abrir marcas en el olvido
para besar de nuevo la sombra de tus labios,
para avivar las flores de arriates perdidos
y sentir que la noche sin tu llama no hierve.

El coral de tus manos ya no lleva tu nombre
y se acerca a mi pecho y no puedo encontrar
la sonrisa de nube que guardaste en la alcoba.

He tenido que abrir una mirada densa
para desenhebrar la luna que arrancabas,
invocarte, pedirte, hablarte, rescatarte,
esperanza de siempre, amor que nunca fuiste.
 
12
 

Fotografía 

Inspirado por tu huella
en una fotografía,
por la imagen de ti misma
 que forjaste en mi locura,
por el patio arrinconado
 que arrastraba mis deseos,
 los espejos, las alfombras
 y la apetencia de vida,
palidece el canto errante
que me entregara tu luna,
naufragaba en mi recuerdo
 cuando tu voz se rompía.

Allí fue donde lloraban
 las flores de los misterios,
donde gastadas antenas
apenas se conectaban,
con el rumor de Borrás,
los gatos y los cordeles,
con el humo de la fábrica,
con el aliento del mar
y las cuerdas de tu voz
en tu amor que florecía.

13
 
Reina de corazones

Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.
Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!
(Lorca – Vuelta de Paseo (Fragmento)


Ahora me pregunto dónde amaga tu rostro,
dónde se desesperan, en qué boca,
la rabia y los bramidos.

¿Qué lágrima tendrá de un cartel la sonrisa
que atraviesa los lechos
que hieren los rescoldos del mañana?
¿Qué lápida me espera para olvidar tu cuerpo,
para enterrar los senos de escultura
qué enturbiaron mi orgullo en el llanto del alba?

Destroza un corazón y sírvelo a la noche,
prende en tu propia llama los recuerdos
para ver descarnados los desnudos,
mece en tu negra espuma el fulgor de los astros
que aprisiona tu espalda
y memora en tus piernas la herida de los lirios.

Ahora me pregunto dónde mueren tus ojos,
dónde planchas tu blusa, tu leyenda y la falda
que no encuentra la voz
para abrir el camino ebrio de tu perfume,
para llevar al mar los vientos del deseo,
para inundar tu pluma caprichosa
con la palabra intensa
que reza melancólica en el templo
que rinde un culto amargo a los vestigios
perversos de tu sombra
mientras el aire gime cálido en tu caricia.

Para romper los brazos del mar que no se abrieron,
la puerta de tus labios decadentes
y la ventana oscura de tus muslos errantes,
para perder la huella de las horas perdidas
y escribir en los árboles sin rastro ni raíces
la amarga sinrazón de los te quiero
cuando no queda amor, Reina de corazones,
en el jardín sombrío que naufraga en tu frente.

Para hacerte divina en tus rasgos humanos
y mostrarte una estrella
que pueda protegerte cuando nadie te busque
ni anhele tu misterio que amenaza en las ruinas
de un desastre infinito,
temible y asustado
que asalta el corazón de tu ardiente silencio.

Porque quiero quererte sin amor,
porque quiero quererte sin reparos,
encenderme en tu llama
y atravesar la ausencia siniestra de tu túnica
que fervorosa cae en el pasado.

Pero los ojos siguen en la cuesta empinada
que agolpa los murmullos,
los delirios y el aire de amores que pasaron
como si hubieran muerto en tu perfil tardío,
en normas encalladas,
en llanto con espinas que recorre las venas,
Reina de corazones.
 
14
 
Yo no podré quejarme
 
Yo no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.
(F. G. Lorca - Cielo vivo)

Yo no podré quejarme
por no haber buscado tus ojos verdes,
infinitos
en el fondo del parque
al que iban los gitanos.

Por no haber en tu oído derramado
las palabras ardientes que sentía,
por no haber perseguido
en la alborada
lo lírico y eterno de tu rostro,
por pintarte en la luna
con el pliegue y el vuelo
de tu blusa y tu enagua.

Por haber permitido
escapar
los veranos sin fruto,
el sol por la cancela
que guardaba la hora del amor.

Por no horadar tus recuerdos,
por no escribirte canciones.

Porque entonces vendría
la llama de tu olvido
quizás de entre los muertos,
y me regresarías
la huella de tu alma
que busca en los cristales
la locura del beso
que excitaba
los cipreses, el deseo y las líneas
azules de la noche.

¡Oh, vestigios de ausencia
que tus brazos forjaron!
Porque tú ya no estás,
y no estás,
para siempre 
serás de otra distinta
pergeñando ese pulso
que se aleja y se ahoga,
presagiando esa muerte.

Así mi fatigado corazón
podrá, sin un latido,
descansar
en el párvulo y frío cementerio
derruido por el viento,
castigado por la sal y las olas,
erigido
por tristes ilusiones.
 
15
 
Nocturno de la Marina
 
 
la soledad de un eterno perdedor hundido en su pensamiento
y la agonía
de unos ojos hinchados
que no pueden ver la oscuridad de los soles entre la niebla.
(Fotografía de púgil pensativo)

Van pasando las noches, sin vida, ni recuerdo,
van rodando los coches monótonos sin pausa.
Enfrente, en el puerto,
el edificio blanco retoza con el agua.

Las farolas no tienen otra luz que el silencio.
Ha pasado el amor, como tú, como el agua,
como todos los días que estuve en este muro,
pienso que infranqueable
porque me despedía de las voces calladas
que tuvieron tu risa, pienso que indefinido
porque a todas las nubes les dije que te amaba
y ninguna de ellas me trajo una respuesta.

Ya sé que infranqueable, ya sé que indefinida;
ningún coche es el tuyo, ninguna luz se para.
(Abril 1991)
 
16
 
 

Patio a la derecha de la calle.


En la luz que aspiraste mi amor y mi ternura
donde libres chocaron corazones al vuelo.
 donde reposa erguida la brisa del acanto
llora mi juventud
vagando sin consuelo,
sigue mi voluntad buscando aquellos días
dejando en las paredes la sombra de un recuerdo
que recoge tu blusa y tu estandarte
y me lleva al aroma de tu pelo.

Inspirado por la huida de los grandes poetas
en las hojas del sauce mi corazón gemía.
Son las calles, los sueños tan oscuros sin ti 
que por no derramarme en la nada me inspiro.
 
17

Quiero besar tu frente


No hay peor corná que la que uno mismo se pega.

Quiero besar tu frente
aún tibia y dolorida
cuando caiga el último
resplandor en mi huerto.

Quiero tocar el verde
silencio de tu olivo
hasta ser sólo mía
el alma de mi queja.

Aún me quema la sangre
que arranqué en tus espinas,
aún me duele tu nombre,
aún surco tu calvario.

Quiero tocar el verde
silencio de tus ojos
entre los azahares
blancos que se me alejan.

Apártame tus ramas,
amor,
cuando quieras dañarme
y no encuentres castigo.

Apártame tu pelo
cuando pienses atarme
a la esquina del sueño
y una cuerda no encuentres. 

¿No ves que estoy llevando
la cruz de tu mirada
por otros derroteros
que tú ya no conoces?

Aún espero que vuelvas
con aquella caricia
que dejaste en mi rostro
y en el viento de marzo.

Aún tengo que empezar
mi itinerario abrupto,
aún estoy en tu huerto 
y bebo tu amargura.
 
18
 
A la muerte de Enrique Morente
 

Tu pecho se desmiembra como un charco de sombras
cuando pienso en tus ojos sin luz en la almohada,
transeúntes de esquinas vomitan el diciembre
donde caen palomas en torres de cemento
y el pozo del quejío abierto en los quebrantos
alumbra los acordes de un cíclope en su vientre.

Entonces tu palabra se alimenta de espiga,
de tintas que la muerte arrastra a los altares
donde los sacerdotes sacrifican a Cristo
y tu voz se estremece con un grito de escarcha
porque no luce estrella para guiar tu herida,
porque no queda tierra que tus venas no escuchen
y ya no brota sangre en tu rostro de hielo,
ni una frase de amor esbozada en la frente.

¡Duerme, ay Enrique, duerme, no digas nada, sueña!

Tu corazón gitano, ahora que te has ido
y no vuelve la aurora,
sigue herido de vida, inspirado de muerte.
 
19
 
Mi voz
 
 
¡ Pobre corazón mío, ya caminar no puedes.
quién pudiera pasar de números y seres!
(Baudelaire)

Llegó una noche triste con el vinagre amargo
empapando la frente y la mirada
dolorida y sangrante
de la brisa perdida que yo amaba,
no supo terminar su recorrido,
transformarse en el gallo del canto que moría
ronco cada mañana,
y allí tendida como flor marchita
que busca su pasado vertido en la almohada
mi voz se desgajaba como un jarrón desierto,
mi voz que no tenía normas ni diccionario,
mi voz atormentada,
mi luz de ave sin norte temblando en las paredes
donde el romero ardía, donde la sombra hablaba.

¿Dónde está aquel muchacho que creía en la vida?
¿dónde el viento del sur que mecía su playa?
¿dónde mi voz de luna que rimaba los puertos?
¿dónde la primavera vestida de alborada?

Mi culpa atravesada por un quejido antiguo,
mi corazón perdido en una voz que pasa
y no encuentra el camino de la pasión ardiente
que lleva hasta tus ramas,
la llave del silencio abierta a mi lamento,
mi apetencia de vida muriendo en la distancia.
 
19
 
Apoteosis de José Tomás en Las Ventas
 
No vendrán las palomas,
ni los volatineros
de la plaza de España
guiarán tu alegría
a la iglesia sin nombre.

No vendrá el rocío
anidado en tus labios,
perdido en tu desvelo
para desenterrarte
de la muerte que llevas
en el pecho prendida.

No vendrá la palabra
que te busca sin suerte,
ni el murmullo del mar
que arrinconó tu aroma,
ni el aire ensimismado
que mueve tus cortinas
para hacer un capote
que tiemble entre las manos
del último esplendor.

Ya nunca el torerito
culminará la tarde
que atraviesa la herida
de mayo en tu mirada.

Ya nunca los aplausos
rodarán por la arena
porque sigue sin rumbo
la pena inquebrantable.

El alma de Arlequín
la llevaré prendida
para que tú me sientas
como si fuera un lirio,
como si despertara
en tus yermos jardines
para llevar la risa
de sueños y praderas.

No vendrán las palomas,
no vendrá la palabra
ni el desierto que gime
sobre tu amor herido,
ni un recuerdo de sombras
en tus ojos de luz.

Pero mi alma vuela
para enterrar la muerte.
 
20
 
Recordar otros días
que anduve los caminos
formados en el agua,
los geranios abiertos
y la música errante.

Desenterrar la higuera
del muro dolorido
para sentir los barcos
que se van para siempre.

Tu mirada y la mía
navegando en la aurora,
velas que se despliegan
en el azul lejano
para sentir los barcos
que se van para siempre.
 
21
 
Muerte en la playa
 
No se apagaron las luces
oscuras de la taberna,
no llegaron los veleros
que surcaban la bahía.

La playa era un sudario,
una manta de azucena,
donde lloraban las niñas
de los volantes nerviosos.

La guitarra enrabietada
se refugiaba en el patio
donde vagaban los sueños
de los acordes perdidos.

¡Ay, playa de la Almadraba
quién pudiera contemplarte
sin que tuvieras manchadas
tus arenas de alquitrán¡

¡Quién pudiera enamorarse
del levante enarbolado
y contar las caracolas
sobre tu lecho encendido¡

Pero la muerte ensombrece,
siempre enturbia tu destino,
los arenales y el viento
se cubren con amapolas
como en los campos de Flandes.
 
22
 
Las cifras del desnudo
 
Cada poema se pondrá el vestido
de tristeza que no atienda a razones
y alimente las cifras del desnudo
que te arranqué sin verte en los salones.

Pero ahora me voy como un ausente
sin calle, sin semáforo, sin coche
como la piedra helada de tu frente
que ya no piensa en mí,
que no late, no llora, que no siente.

Habrá una aurora nueva en tu silencio,
un mensaje de dudas
en mi buzón de espera,
pues no hubo tregua abrupta en mi vida
que a sangre y fuego labrado no se hubiera
con los rosas muriendo en el tejado
y los gatos hiriendo
el sueño en la maleza adormecida,
con seres de locura enamorados
y besos sin carmín en las mejillas.

Pero me voy como un hueco que grita
en los parajes yermos del espanto
abrigando en mi pecho soledades,
incomprensión de olvido que no acaba,
derroteros del mar que nos inunda
y deja nuestros ojos sin ventanas
y una estrofa temblando en los andenes
de tu pelo perdido en los jazmines.

Pero ahora me voy como un ausente
sin calle, sin semáforo, sin coche,
como la piedra helada de tu frente
que ya no piensa en mí
que no late, no llora, que no siente. 

23



Vienes de aquella casa que quedó en la colina,
escuchas el lamento del pájaro enjaulado
mientras gimen las nubes y tiembla la esperanza
vienes de aquel deseo que nunca abandonaste.

Aunque tú no lo sepas me hablas del silencio
que bulle en ese espacio que ya no tiene muros,
edificas el sueño de la canción lejana
para que yo te toque sin música en el viento.
 
24
 
 

 Tu frágil voluntad de novia compungida
pasea en el bordado de las sábanas
que fueron desgarradas 
de un escenario lúgubre y violento
que llora en tu memoria todavía 
por un huerto sin alma que te ha dado la mano
para no traspasar la esperanza postrera
desde las soledad
de un remo destrozado, de un jazmín pensativo
en la elegancia cérea, profunda, penetrante
 de una mirada quieta,
de una promesa rota en la negrura
del silencio y el polvo que buscan lo perdido.. 
 
25
 
 
Muere la soledad entre tus labios
y el manto de la noche en las ruinas de la cala
que despierta un murmullo en los huecos
y gime en un teatro, 
camina en el bordado de las sábanas
que fueron desgarradas por el viento
y reza en tu memoria todavía
por un barrio sin alma que te ha dado la mano 
para no morar solo en la última barca. 
 
26
 
Ciudad dormida
 
 
 

Estoy triste y busco la causa de mi tristeza.
Quiero saber por qué es tan dulce tu palidez, amiga mía.
Por qué, como nieve en el lago, es tan hermosa tu mirada.
Por qué me acuerdo de tus ojos si no te he conocido nunca.

(Leopoldo Panero – Ciudad sin nombre)

 

Caen las flores sobre el tejado

que baja a un paraíso oscuro y ceniciento,

cae la noche

como el recuerdo de un hombre gris

que se quedó colgado en el árbol del camino.

 

¿Por qué no siento la libertad

bajo el manto transparente de tus alas caídas

sobre su quietud errante?

¿Por qué encuentro en mi puerta la sombra tenebrosa

que ha quedado de mí mismo?

¿Por qué amo a la que fuiste en tus momentos amargos?

 

Como una toalla arrojada desde una esquina

la ciudad me muestra su rostro sanguinolento,

entre los gritos, las banderas y el mar

se hunde en la camisa vestida de un domingo carcelario,

y tú no vuelves

para impedir que me convierta en la estatua

que gime ante la altura de tu encanto

o en la orquídea que derrama su aliento y su dolor

sobre el olvido de una palabra antigua y harapienta.

 

Inconclusa, como la carta de un amante

que no encuentra un mensajero en su deriva,

tu mirada se pierde en las líneas de un poema mutilado

y escrito con torpeza,

en los coches abandonados junto a las muñecas rotas

y en las fábricas sin pulso cuyas chimeneas

tienen la misma dirección

de unos labios que huelen a licor y a despedida

mientras reconstruyo el requiebro

que no sabré decirte cuando vuelvan las hadas,

cuando la nube roja se apodere del levante

y detenga la elegancia de tu rostro

en el cielo que surcan los halcones

cerca del Mirador que mece el barco perdido

del arroz

que agoniza desde entonces en la lengua de la gente

inundando la tierra empinada y dura que mira con fijeza

a los ojos temblorosos del Estrecho.

 

27

Pesadilla

 

Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
(Jorge Guillén)


No mires dentro
de la mano apagada de una estrella,
no escribas tus deseos en la noche que olvida
la terca remembranza de libros y jazmines,
sigue en la ruta ronca de un sueño perseguido
a pesar de los charcos que no dejan salida,
a pesar del silencio
que devora las piedras que mueren en la playa.

Las calles, los poemas me parecen los mismos,
envueltos en la niebla
de un día arrinconado, de una hoja caída,
mientras veo las rocas retorcerse en el fango
como un amor sin nombre que no tiene esperanza.

No se detiene el alma de los astros azules,
no se detiene el sol de la niñez sentida
que vaga por el aire firme de los recuerdos
que no pueden tener tu alegría y tu ombligo.

Porque tú te detienes en la niña perdida
que no mira hacia atrás,
en la angustia y el miedo carentes de equipaje
como un bosque de muerte que altera lo perdido
y deja su mensaje
en un sueño de luz que cubre las cenizas,
en un amor sin suerte que sangra el horizonte.

 

 

 

 
 
 
 
 
 

 

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.