sábado, 11 de junio de 2022

A la muerte de mi madre



Cuando llega la muerte
 
Siento, hoy siento el amor y la muerte
en la misma sonrisa, en la misma mirada.

Cuando llega la muerte entre los eucaliptos
que guardan la colina las flores gimen tristes,
susurran en la piedra
coplas de amor
sobre los muros yertos de un barrio que se apaga
entre la hierba negra que murmura
su tormento en la niebla de la Vía
y las barcas hundidas de la playa que duerme.
 
Te llegará el quejido de los montes cansados
que muerden el ocaso mustio de la frontera
cubriendo el cementerio
con las promesas blancas que se pierden
en los ojos cerrados que surcan la mezquita
y no sienten la infancia
que juega en las higueras y vibra en el arroyo
que agoniza en el puente que no tiene destino
y no vuelve a la escuela rodeada de verjas
ni al canto dulce y ciego
del pájaro vencido el último verano
que forjó sus cadenas en las zarzas ardientes.
 
Sigue su curso lúgubre
la mano del olvido que no teje su queja,
camina por las olas la tristeza de Abyla
que abre la remembranza trémula de los puertos,
clama la soledad en los andamios
del sauce que frecuenta la luz de la farola
y recoge tu nombre en un cuaderno abierto,
brama el manto lluvioso de la noche
que ahoga la garganta llorosa de la niña
que acoge en comunión unas ansias constantes
que quiebran tu cintura,
desordenan tu pelo y hieren tu costado.
 
El duelo de la espuma penetra en los escombros
y el recuerdo se arrastra en la patera
que no regresa y cae en los mares perdidos,
en la ruina de un arco
sumergido en la huella de una esperanza amarga
que anhela una caricia y turba tu silencio
y te ofrenda a los dioses, a la tierra te entrega
con la marea errante de antiguas procesiones
que mecen tu retrato entre los rezos,
tus flores en la lágrima de un resplandor marchito.
 
Solo puedes decir que eres pasado
como la espiga rota que cantaba en el vientre
de una estela de mármol que camina
hacia el valle profundo del lamento,
hacia el céfiro grave de un pórtico cerrado
que perece en la savia
derramada en los muelles de los pétalos,
y no vuelve a la sombra de los trenes perdidos
y no puede gritar la desventura
que tuvo una corona de sueño arrebatada
prendida en el misterio mórbido de tu frente,
un vaso con el fuego de una flecha perdida
y un epitafio acerbo
que ardía quejumbroso en la piedra severa
cuando entre las tinieblas más tristes alumbrabas
dejando en los lirios la luz de tu sonrisa.
 
Es inútil llorar cuando llega la muerte
y te mira a los ojos con ansias descarnadas
como solía hacerlo
en tu candor de mártir cuando eras una rosa
y el infierno un lugar
que tus tiernos errores convertían
en un remordimiento húmedo en la almohada,
en la cruz que llevaba los clavos de tu orgullo,
las llagas de tu pecho,
los pecados mortales que marcaban tu rostro.
 
 
2
 
 

La última primavera que vieron los ojos de mi madre



La última primavera que vieron
los ojos de mi madre
volví a sentarme solo en la arena de la playa
donde solía buscar la luz del horizonte
y arrancar caracolas de su lecho afligido.

Mi madre no escuchó la voz de la campana,
su corazón latía y dejaban sus labios
palabras en la alcoba y en el rumor salobre
que subía al Tobogán como un niño travieso.

Un halo adolescente en mi alma crecía
buscando aquellos pasos borrados por el agua,
coronando las ansias de los besos perdidos
dejando otro dolor en la sala en penumbra.

Mi madre no escuchó la voz de la campana,
dejó marchar, como otros, su último fulgor,
no detuvo los pétalos de sus rojos geranios,
ni la fuerza en la sangre que su patio regaba.


Publicado en blogger el 19 de septiembre de 2012  
 




La mitad de lo que digo no tiene sentido
pero lo hago solo para llegar a ti, Julia.
(John Lennon)
 
Había vuelto a la calle de siempre
donde un niño soñaba,
era una tarde de Mayo sin rostro
de recuerdo fingido que no sabe mentir,
que duele y arrincona.

El aroma a salitre
penetraba en el cuarto,
mi madre aún dormía en paz y sonriendo,
en sus manos temblaba
la rima del Poeta;

“Los suspiros son aire y van al aire,
el amor solo viento
que se pierde en el mar,
en la mar de la brisa, la caricia, del llanto ”

El misterio llegaba sin ruido a mis entrañas,
recorría mi frente
y abría las cortinas,
yo me aferraba al alma que tuve en otro tiempo,
impregnaba mis ojos
como si regresara a las aves heridas
de la playa olvidada que sueña con la muerte.

Y el niño que moraba
en la jaula sin luz prisionera del canto
que yacía en la mesa donde una flor sufría
mantenía el aliento, la mirada, los nombres
de aquellos que partieron
y a los que aún amaba.
 
4
 
Nunca más
 
 Quizás prosiga hablando de lugares perdidos,
de sombras que perduran en un temblor sin alba,
de rostros que pasaron bajo la luna errante,
de amor que no fue amor pero me hiela el alma.
(Quizás prosiga triste)
 


En nombre de la muerte las sombras te llamaban,
querían hacerte oscura
para apagar tus ojos y enamorarte del silencio
en la noche de los tristes que pierde su latido
y sin pausa se alarga en el fulgor oscuro
que agoniza en la cruz de la capilla de tus brazos.

Hay que apartar de tu hábito los sueños,
esconder tu figura en el rostro del sudario
que tiembla en las orillas de unos muros sin ventanas
para no ver las alas de la muerte que llega
con tijeras en su olvido yermo y descarnado,
con sus deseos de negra luna que se agrieta
en la frontera del sueño que se hunde en las higueras,
del recuerdo que ha quedado en las ruinas del arroyo,
de la fuente que canta y ya no hiere,
y le diga a los vientos quién fuiste,
en qué escalón olvidaste los libros con tu firma,
el vientre del fracaso,
qué tren perdiste en la Vía, acaso, sin saberlo
y no paró en tu estación de espera nunca más.

Nunca más volará la mariposa sobre tu falda abierta
ni correrán los perros de la tarde
para lamer tu huella de caricias
y los escombros
que aún mueven las cortinas del cuarto que te busca,
del alba que te llama.

En nombre de la muerte y entre los árboles de tu infancia,
y el pozo insondable donde cayó la noche más lúgubre
de tu canto herido,
tiernas flores silvestres despliegan tus llagas en el viento.

5

Tarde de mayo


Half of what I say is meaningless
But I say it just to reach you, Julia.
(John Lennon[1] – Julia)


La mitad de lo que digo no tiene sentido
pero lo hago solo para llegar a ti, Julia.
 


Había vuelto a la calle de siempre
donde un niño soñaba,
era una tarde de mayo sin rostro
de recuerdo fingido que no sabe mentir,
que duele y arrincona.

El aroma a salitre
penetraba en el cuarto,
mi madre aún dormía en paz y sonriendo,
en sus manos temblaba
la rima del Poeta;

“Los suspiros son aire y van al aire,
el amor solo viento
que se pierde en el mar,
en la mar de la brisa, la caricia y el llanto ”

El misterio llegaba sin ruido a mis entrañas,
recorría mi frente
y abría las cortinas,
yo me aferraba al alma que tuve en otro tiempo,
impregnaba mis ojos
como si regresara a las aves heridas
de la playa olvidada que sueña con la muerte.

Y el niño que moraba
en la jaula sin luz prisionera del canto
que yacía en la mesa donde una flor penaba
mantenía el aliento, la mirada, los nombres
de aquellos que partieron
y a los que aún amaba.
 
[1]Aunque Paul McCartney firmó esta canción junto a su compañero no hizo absolutamente nada en ella.
 
6
 
Lacrimosa
 
Las palabras que nadie podría comprender,
el lugar donde de niña imaginabas
una muerte dulce en primavera,
porque el temor a Dios era más cálido,
menos oscuro,
el sueño que siempre rompía
los cristales negros de mi soledad,
esa soledad mía que tú llevabas en la frente,
se apoderaron de tu lecho, rasgaron mi sudario,
aunque no pueda acordarme del dolor
que rondaba las mariposas
encendidas y lóbregas
que flotaban sobre el aceite, ensombrecían el agua.

Ahora cantas tu pena, en paredes que perdieron
la blancura de la cal, la gracia de tu rostro,
y no despiertan murmullos,
caminas por lugares que fueron derribados
y lloran por un barrio que ya no tiene alma
y te ha dado la mano
para no entrar solo en las redes del olvido.

Nadie podría explicar adónde fuiste,
cómo perdiste la túnica suntuosa y virgen
de tu imagen de muchacha descontenta,
por qué no llegaste a ver el rayo de luz
que traía a tus ojos la alborada.
 
7
 

 
 
Apoteosis de José Tomás en Las Ventas (Mayo de 1997)
 
 No vendrán las palomas,
ni los volatineros
de la plaza de España
guiarán tu alegría
a la iglesia sin nombre.

No vendrá el rocio
anidado en tus labios,
perdido en tu desvelo
para desenterrarte
de la muerte que llevas
en el pecho prendida.

No vendrá la palabra
que te busca sin suerte,
ni el murmullo del mar
que arrinconó tu aroma,
ni el aire ensimismado
que mueve tus cortinas
para hacer un capote
que tiemble entre las manos
del último esplendor.

Ya nunca el torerito
culminará la tarde
que atraviesa la herida
de mayo en tu mirada.

Ya nunca los aplausos
rodarán por la arena
porque sigue sin rumbo
la pena inquebrantable.

El alma de Arlequín
la llevaré prendida
para que tú me sientas
como si fuera un lirio,
como si despertara
en tus yermos jardines
para llevar la risa
de sueños y praderas.

No vendrán las palomas,
no vendrá la palabra
ni el desierto que gime
sobre tu amor herido,
ni un recuerdo de sombras
en tus ojos de luz.

Pero mi alma vuela
para enterrar la muerte.
 
8
 
 Ella viene a mi mente
en este recuerdo de luna
y pena,
en este sendero
de tumbas
que buscan los suspiros
en los miedos de la infancia
que se muere y agita
el recuerdo más tierno.

Si tuviera sólo un sueño
le pondría el color
del vestido que llevaba
la última vez que paseó junto al mar
entre los calendarios
del muelle derruido
aunque no lo recuerde
y sufra la falta
y arda cada noche
que llore por su ausencia.

El camino es largo
para comprender mi miedo,
demasiado hondo
para medir este dolor,
y el viento de Poniente
que refresca los montes
y mece las higueras
me lleva hacia el ocaso
donde caían los jilgueros
que buscaban el sur
en las hojas del otoño.


9

Las palabras que nadie
puede comprender,
el lugar donde
cuando eras niña imaginabas
una muerte dulce en primavera,
porque el temor a Dios
era más cálido,
menos oscuro,
el sueño que siempre
rompía los cristales
sin brillo de mi soledad,
esa soledad mía
que tú llevabas en los ojos,
aunque no puedas acordarte
del dolor que rondaba
las mariposas encendidas
flotando sobre el aceite.

Ahora dibujas
en paredes
que perdieron la blancura
y no despiertan murmullos,
caminas por lugares
que fueron derribados
y lloran
por un barrio sin alma
que te ha dado la mano
para no entrar solo en el olvido.

Nadie puede explicar
adonde fuiste,
como perdiste la túnica virgen
de tu imagen de niña descontenta,
por que no llegaste a ver
la luz del rayo
que traía a tus ojos la alborada.

10

Después de la muerte,
las flores están tristes
y susurran en tu tumba
coplas de amor
sobre la hierba herida.

Te llegará el quejío
de los montes derribados,
el canto del pájaro ciego
que enmudeció
en las Cuatro higueras.

Siguen su curso
las alas del recuerdo,
las manos de la noche,
solo puedes decir que eres pasado
como la muchacha
de una estela ateniense
que tuvo un nombre
quizás un epitafio, una fecha
escritos por aquellos que la aman
o a la niña que fue
y se encamina a la fuente.

Es inútil llorar
cuando la muerte se acerca
y te mira a los ojos
como lo hacía
en tu candor de niña ,
cuando el infierno era un lugar
que convertía tus errores
en pecados mortales.

10

En el barrio de la Almadraba
hay tejados de zinc y gatos,
pero no queda ninguna higuera,
ni una fuente para beber de noche.

Tus manos muertas acariciarán la Luna.

Hay una larga ausencia de Cantina
hay polvo
y cartones en los suelos.
No hay una niña que cante La otra.

Tu voz distante despertará mis sueños.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.