I
La lira y el acanto.
Va quedando en el suelo mi mirada
y mi sonrisa gris, hueca, perdida
sigue su propio curso enajenada
por la sombra sin rumbo de tu herida.
Va quedando la luz amortajada
porque la luz se fue con tu partida
y no busco otra voz enamorada
para volver de nuevo a esta vida.
¿Dónde está el aliento que arrancaba
de mi alma las notas más profundas?
¿dónde los ojos que me amaron tanto?
¿Dónde la primavera que soñaba?
En tu orilla quedaron. No los hundas,
no marchites la lira y el acanto.
II
Soneto del polvo perdido
Yo recuerdo tu calma contrariada
en el perfil que entonces exigía
el milagro de triste sinfonía
que de tu amor me vino desatada.
Yo retuve tu mano como alada
claridad y expresión que se fundía
en el aire y el beso que sentía
la notas de tu voz pura tornada.
He de vivir llevando la tristeza
de ese momento claro y atrevido
que voló traspasando la maleza.
Busco ahora la gracia y el latido
que llegaba acercando mi cabeza
a la inquietud de aquel beso perdido.
III
Este tormento vuela por mis venas,
y no sabe arrancar otro gemido
que no sea la hiel de tus condenas,
clavado va en mi aliento y mi latido.
Lleva a mi corazón cansado penas
de un desgarro de amor ronco y perdido
que me habla de ti , de las cadenas
que arrastran a la noche de tu olvido.
Este lamento no encuentra salida
si no coge tu mano y tu cintura,
camina hacia el dolor en tu partida
y se abraza a la estrella más oscura,
si no siente tu voz llora la herida
del ruiseñor que muere en la espesura.
IV
Este esperar
Este esperar que gime y me condena
a sentir el acento recordado
y termina volcándose a tu lado
sin que pueda romper tu dulce pena.
Vibra ante tu voz de gracia plena,
siente mi alma en mí, en lo acordado
y lleva en este orgullo maltratado
la batalla de sombras que le apena.
Mas queriendo seguir pronto se pierde
en la nave sin luz de mi fortuna
donde mis olas van y mis cristales.
Te amaré en las notas que recuerde,
en la guadaña que hiera la luna
no sabiendo jamás si entras o sales.
V
Abre tu mano
Abre mi mano, llénala de flores,
dame tu acento, toma la estructura
de la miel de tu fresca arquitectura
recogiendo la magia y los colores.
Abre tu mano, esparce los primores
para la libertad de tu hermosura
y en tu alma la voz de la blancura
que llenaran de luz los ruiseñores.
Para encontrar tu sombra de armonía
y el sol dorado de tu bello gesto
en luna que aparezca con el día
abre mi corazón, tómalo presto
y busca en tu interior la alegría
que mantenga al tuyo siempre inhiesto.
VI
¡Ay, tormenta de besos
que atravesé sin cura!
Para seguir no quiero más consuelo
que tu pecho y la luz que lo alimenta
de noche clara, hambre de tormenta
que deseo entregarle a tu desvelo.
Hay una sombra gris entre tu cielo
y el mar, que en su morada la acrecienta,
ha llegado a mis pies y los alienta
a escapar de tu amor roto y en celo.
No encontraré la calma a tu tristeza,
no podré despertarme sin tu abrigo
y en tu portal mi corazón se muere.
Lloro sin luz, perdido en la certeza
que teniéndote sufro y te persigo,
tu voluntad aun así me hiere.
VII
Deja que sueñe al menos con quererte.
Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas desvelada,
y entre las olas sola:
(Lope de
Vega)
Quiero tener, entera y desmembrada,
esta rabia mordaz que me visita
y golpea mi pecho encadenada
a tu pena de amor que el viento grita.
Me perderé en la noche descarnada
de tu verbo sin alma que me evita,
en tu mirada ciega y desolada
que se clava en mi piel y la marchita.
No llegaré al puerto de tus brazos,
tu faro se apagó para mi suerte;
llora sin duelo y tiende negros lazos.
Deja que sueñe al menos con quererte
y, aun con mi barquilla hecha pedazos,
en fragmentos de mar pueda mecerte.
VIII
Poesía
Me llamaste sin voz y sin sentido
para llenar de amor mis soledades,
me tejiste a tu manto de verdades
para aplacar mi orgullo tan herido.
No volverás llevando aquel vestido
que reflejó mi asombro y tus bondades;
era un paño de luz y de oquedades
que atravesó mi pecho y mi latido.
Para penar, lo tengo demostrado,
otra senda no hay que tu mirada
si pierdo la sonrisa ante su queja.
Mas no puedo mostrarme de su lado
en este empeño cruel de tu cruzada
aunque more en la muerte que me deja.
IX
Mi corazón sin freno en su tormento
te busca por las calles de tu infancia
sintiendo en tu figura la fragancia
sutil que no se muere con el viento.
Mi despertar no sabe estar contento;
sonríe por su incauta tolerancia
que recibe el desdén de tu arrogancia,
y no puede ordenar su pensamiento.
Mi deseo se fue por la ventana
allá donde respiras y te siente,
si no quieres mirarlo en la mañana
deja al menos que llore y te alimente
con la sangre de amor que aún le mana
y haga en tu oscura tarde un lecho ardiente.
X
Yo no supe llorar cuando llorabas,
ni supe iluminar tu sombra hundida,
ni sentir la verdad ni la medida
en el ruego de amor que me dejabas.
Yo no supe escucharte cuando hablabas,
ni horadé en la hondura de tu herida
que rozaba el infierno en su caída
apartando el cuidado que guardabas.
Solo y perdido siento este lamento
que no halla consuelo ni clausura
y no puede olvidarse de aquel día.
Si no supe vivir en tu tormento
me merezco el dolor y la locura
de morir por tus ojos todavía.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.