lunes, 20 de junio de 2022

Lamento sobre la piedra

 


 

I

La lira y el acanto. 


Va quedando en el suelo mi mirada

y mi sonrisa gris, hueca, perdida

sigue su propio curso enajenada

por la sombra sin rumbo de tu herida.

 

Va quedando la luz amortajada

porque la luz se fue con tu partida

y no busco otra voz enamorada

para volver de nuevo a esta vida.

 

¿Dónde está el aliento que arrancaba

de mi alma las notas más profundas?

¿dónde los ojos que me amaron tanto?

 

¿Dónde la primavera que soñaba?

En tu orilla quedaron. No los hundas,

no marchites la lira y el acanto.

 

II

 

Soneto del polvo perdido

 

Yo recuerdo tu calma contrariada

en el perfil que entonces exigía

el milagro de triste sinfonía

que de tu amor me vino desatada.

 

Yo retuve tu mano como alada

claridad y expresión que se fundía

en el aire y el beso que sentía

la notas de tu voz pura tornada.

 

He de vivir llevando la tristeza

de ese momento claro y atrevido

que voló traspasando la maleza.

 

Busco ahora la gracia y el latido

que llegaba acercando mi cabeza

a la inquietud de aquel beso perdido.

 

III

 

Este tormento vuela por mis venas,

y no sabe arrancar otro gemido

que no sea la hiel de tus condenas,

clavado va en mi aliento y mi latido.

 

Lleva a mi corazón cansado penas

de un desgarro de amor ronco y perdido

que me habla de ti , de las cadenas

que arrastran a la noche de tu olvido.

 

Este lamento no encuentra salida

si no coge tu mano y tu cintura,

camina hacia el dolor en tu partida

 

y se abraza a la estrella más oscura,

si no siente tu voz llora la herida

del ruiseñor que muere en la espesura.

 

IV

 

Este esperar

 

Este esperar que gime y me condena

a sentir el acento recordado

y termina volcándose a tu lado

sin que pueda romper tu dulce pena.

 

Vibra ante tu voz de gracia plena,

siente mi alma en mí, en lo acordado

y lleva en este orgullo maltratado

la batalla de sombras que le apena.

 

Mas queriendo seguir pronto se pierde

en la nave sin luz de mi fortuna

donde mis olas van y mis cristales.

 

Te amaré en las notas que recuerde,

en la guadaña que hiera la luna

no sabiendo jamás si entras o sales.

 

V

Abre tu mano

 

Abre mi mano, llénala de flores,

dame tu acento, toma la estructura

de la miel de tu fresca arquitectura

recogiendo la magia y los colores.

 

Abre tu mano, esparce los primores

para la libertad de tu hermosura

y en tu alma la voz de la blancura

que llenaran de luz los ruiseñores.

 

Para encontrar tu sombra de armonía

y el sol dorado de tu bello gesto

en luna que aparezca con el día

 

abre mi corazón, tómalo presto

y busca en tu interior la alegría

que mantenga al tuyo siempre inhiesto.

 

VI

 

¡Ay, tormenta de besos

que atravesé sin cura!

 

Para seguir no quiero más consuelo

que tu pecho y la luz que lo alimenta

de noche clara, hambre de tormenta

que deseo entregarle a tu desvelo.

 

Hay una sombra gris entre tu cielo

y el mar, que en su morada la acrecienta,

ha llegado a mis pies y los alienta

a escapar de tu amor roto y en celo.

 

No encontraré la calma a tu tristeza,

no podré despertarme sin tu abrigo

y en tu portal mi corazón se muere.

 

Lloro sin luz, perdido en la certeza

que teniéndote sufro y te persigo,

tu voluntad aun así me hiere.

 

VII

 

Deja que sueñe al menos con quererte.

 

Pobre barquilla mía,

entre peñascos rota,

sin velas desvelada,

y entre las olas sola:

(Lope de Vega)

 

Quiero tener, entera y desmembrada,

esta rabia mordaz que me visita

y golpea mi pecho encadenada

a tu pena de amor que el viento grita.

 

Me perderé en la noche descarnada

de tu verbo sin alma que me evita,

en tu mirada ciega y desolada

que se clava en mi piel y la marchita.

 

No llegaré al puerto de tus brazos,

tu faro se apagó para mi suerte;

llora sin duelo y tiende negros lazos.

 

Deja que sueñe al menos con quererte

y, aun con mi barquilla hecha pedazos,

en fragmentos de mar pueda mecerte.

 

VIII

 

Poesía

 

Me llamaste sin voz y sin sentido

para llenar de amor mis soledades,

me tejiste a tu manto de verdades

para aplacar mi orgullo tan herido.

 

No volverás llevando aquel vestido

que reflejó mi asombro y tus bondades;

era un paño de luz y de oquedades

que atravesó mi pecho y mi latido.

 

Para penar, lo tengo demostrado,

otra senda no hay que tu mirada

si pierdo la sonrisa ante su queja.

 

Mas no puedo mostrarme de su lado

en este empeño cruel de tu cruzada

aunque more en la muerte que me deja.

 

IX

 

Mi corazón sin freno en su tormento

te busca por las calles de tu infancia

sintiendo en tu figura la fragancia

sutil que no se muere con el viento.

 

Mi despertar no sabe estar contento;

sonríe por su incauta tolerancia

que recibe el desdén de tu arrogancia,

y no puede ordenar su pensamiento.

 

Mi deseo se fue por la ventana

allá donde respiras y te siente,

si no quieres mirarlo en la mañana

 

deja al menos que llore y te alimente

con la sangre de amor que aún le mana

y haga en tu oscura tarde un lecho ardiente.

 

X

 

Yo no supe llorar cuando llorabas,

ni supe iluminar tu sombra hundida,

ni sentir la verdad ni la medida

en el ruego de amor que me dejabas.

 

Yo no supe escucharte cuando hablabas,

ni horadé en la hondura de tu herida

que rozaba el infierno en su caída

apartando el cuidado que guardabas.

 

Solo y perdido siento este lamento

que no halla consuelo ni clausura

y no puede olvidarse de aquel día.

 

Si no supe vivir en tu tormento

me merezco el dolor y la locura

de morir por tus ojos todavía.

 

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.