domingo, 1 de marzo de 2015

Insistencia en la herida



¡Aquella inspiración, aquel pulso sin alma
tocaban tus cabellos, tu despertar de dudas,
tus piernas de quimera, tu hambre de mañana!

Te amé con mi chaqueta, mi ausencia de ventanas,
te amé, te amé sin freno, tamaño ni medida.

Como una herida abierta gocé tu humor de lunes,
tu reino sin corona, tu voz de sacrilegio,
y sufrí tus caricias.

Paso como un olvido,
una avecilla, un drama
y no quiero firmar partes con mi fracaso,
no quiero desterrar la sombra de tu pecho
ni amanecer herido
con tu nombre en los labios.

Insisto con tu queja, tus excesos, tu risa,
el rostro que llevaste en una tela ardiente,
la canción que tejiste del sueño de tus manos.

Insisto en el aroma tierno de tus caderas
que se adueñó del aire
y vendrá adonde vaya,
en el mirar sonoro que me llevó al abismo,
la llama que elevaste cerca de mi locura.

6 comentarios:

  1. Al parecer,un amor algo truculento,pero inolvidable.Así me lo demuestran esos espléndidos versos finales:

    "Insisto en el aroma tierno de tus caderas
    que se adueñó del aire
    y vendrá adonde vaya,
    en el mirar sonoro que me llevó al abismo,
    la llama que elevaste cerca de mi locura."

    También las caricias duelen a veces.Pero raramente se olvidan.

    Excelente poema.

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  2. Comprendo que este poema pueda llevar al terreno de un amor que no fue y, sin embargo, me remito a un momento determinado en el amor de mi vida en un tiempo de dudas.

    Te agradezco este acercamiento, Joaquín, contar con tus palabras es siempre algo especial que guardo con cariño.

    Un abrazo.

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  3. A mí me parece un poema buenísimo. Se nota la vibra de la intensidad, se refleja la pasión y todo lo que implica sentir de esa manera, con sus angustias, sus artimañas, sus esplendores.
    La forma en que decís las cosas llega con mucha energía y además, de manera muy gráfica, pero con una gráfica emocional más que nada.
    Un abrazo grande.

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    Respuestas
    1. Pensaba hace un mes, Simón, que lo importante era hablar aunque no te escucharan, pero no lo sentía. Una agonía de más de cinco años me decía que lo importante era llegar a tu gente, hacer que alguien viviera unas palabras como si fueran suyas y le trajeran el recuerdo del primer amor.
      Después de haberme bajado al lenguaje de las callejuelas y pegar mis poemas en un muro al que llaman olvido y siempre tiene espacio para seguir devorando proyectos, asesinando ilusiones, he pensado en el espíritu irrenunciable del artista. Ser popular no es algo que esté a mano de todos los hombres de la calle. Pero he comprobado que no represento a nadie a nadie; ni a los navegantes fenicios, ni a los héroes portugueses, ni a los andaluces que aún cantan su pena en mi memoria, ni a los niños de ayer que jugábamos en la pequeña playa de la Almadraba; hace veinte años me sentía más viejo que ahora y sé, sin ninguna duda, que ahora soy más joven que en el mañana que pasó y nunca fue porque vivíamos engañados por una imagen distorsionada de nosotros mismos.
      La Democracia hay que aceptarla con elegancia incluso cuando te muestra sus miserias y el capricho arbitrario de las masas que encumbra la vulgaridad y le da la espalda a una carta de amor cuyo destinatario se ha quedado sin nombre para hablar de lo perdido.
      La burguesía urbana de mi ciudad no sabe distinguir entre los pensamientos y los sentimientos. Hasta ahora ha resistido a todo en el fortín de su estulticia, en la más cara sonriente de su hipocresía ¿Para qué me sirve que esta gente aprenda el lenguaje sibilino de la poesía? ¿Para qué voy a decir que son mis conciudadanos mientras venden la isla para mantener los privilegios?
      Pienso que Insistencia en la herida es un buen poema, pero sin la gente no es nada. Ha dejado de importarme, quizás vuelva a sentirme encadenado a las ansias divulgativas y sufra otra vez por ello, mientras tanto y sin saber la razón ha dejado de molestarme que la gente de mi barrio aparte la vista cuando le muestro algunos versos, que piense que ese papel hubiera sido mejor empleado en un pajarito de papel con las alas cortadas y caminando en contra del viento.

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  4. Gracias, Hélêne, eres muy amable.

    Un abrazo.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.