¡Ay, pobre Catulo, deja de hacer locuras
y considera, de una vez, perdido lo que fue tuyo!
Hubo un día en que brillaban los soles más dichosos
para ti y acudías gozoso adonde ella te llevaba
para ser querida como ninguna otra podrá serlo,
con todos los juegos que se te antojaban,
y tu niña quería que fuese así.
Sí, es cierto que brillaban los soles más radiantes.
Ella ya no te quiere, ya que nada puedes hacer para evitarlo,
tú tampoco debes quererla
ni seguirla cuando se aleje, ni vivir en la amargura.
Debes resistir con un empeño ciego, ¡Oh, sí, resiste a tu deseo!
Adiós niña. ¡Catulo está decidido, ya no te buscará ni hará ruegos
en contra de tu voluntad!
Tú te lamentarás cuando nadie de ti se acuerde.
¡Perversa, ay, de ti!
¿Qué vida te espera? ¿Quién se te acercará ahora?
¿Quién te mirará pensando que eres bella? ¿A quién vas a querer?
¿De quién serás? ¿A quién besarás y le morderás los labios?
Pero tú, Catulo, no cedas, debes mantenerte firme.
Francisco, que pluma tienes ¡Quién pudiera!...una maravilla.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Soledad, tenía ganas de hacer mi propia versión de este poema, con mi modesto latín, con mi identificación con el poeta romano en algunos aspectos.
ResponderEliminarUn abrazo.