He prendido una herida que recuerda tu nombre en la playa,
he bajado a las arenas y oigo el rumor del muro
en la rendija donde anidan los vencejos
y el clamor de tu paso alborota el agua que golpea en las rocas
y penetra en el muelle que solo conserva una hilera
tormentosa que muestra la fragilidad de un costado invadido.
Vuelvo a un poema perdido en la arena que llega de otro tiempo,
al campanario que no volvió a volar, al Vía Crucis
que impregnaba de dolor cada derrumbe en el camino
y te llevaba la espina de cada pensamiento
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó el temblor de tu pecho
ni el bálsamo de luz que turbaba en tu mirada.
el estigma de un amor que nunca abandonó el temblor de tu pecho
ni el bálsamo de luz que turbaba en tu mirada.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.