He
prendido una herida que recuerda tu nombre en la playa,
he
bajado a las arenas y oigo el rumor del muro
en la
rendija donde anidan los vencejos
y el
clamor de tu paso alborota el agua que golpea en las rocas
y
penetra en el muelle que solo conserva una hilera
tortuosa que muestra la fragilidad de un costado invadido.
Vuelvo a
un poema perdido en la arena que llega de otro tiempo
como una promesa que no ha perdido el aroma de tu orilla,
como una promesa que no ha perdido el aroma de tu orilla,
al
campanario que no volvió a volar, al Vía Crucis
que impregnaba de dolor cada derrumbe en el camino
y arrancaba la espina de cada pensamiento
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó el temblor de tu pecho
ni el bálsamo de luz que turbaba en tu mirada.
el estigma de un amor que nunca abandonó el temblor de tu pecho
ni el bálsamo de luz que turbaba en tu mirada.
He prendido una herida que recuerda tu nombre en la playa,
he bajado a las arenas y oigo el rumor del muro
en la rendija donde anidan los vencejos
y el clamor de tu paso alborota el agua
que golpea en los riscos
que golpea en los riscos
y penetra en el muelle que conserva solo una hilada
tortuosa que muestra
la fragilidad de un costado invadido
por la memoria acordonada que no llegará a la orilla
la fragilidad de un costado invadido
por la memoria acordonada que no llegará a la orilla
Vuelvo a un poema perdido en la arena que llega de otro tiempo
como una promesa que no ha perdido el perfume
de tu procesión callada y dolorosa,
como una promesa que no ha perdido el perfume
de tu procesión callada y dolorosa,
al campanario que no volvió a volar, al Vía Crucis
que impregnaba de dolor cada derrumbe en el camino
y arrancaba la espina de cada pensamiento
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó el temblor de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
el estigma de un amor que nunca abandonó el temblor de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
He prendido una herida que recuerda tu nombre en la playa,
he bajado a las arenas y oigo el rumor del muro
en la rendija donde anidan los vencejos
y el clamor de tu paso alborota el agua
que golpea en los riscos limosos
que golpea en los riscos limosos
y penetra en el muelle que conserva solo una hilada
tortuosa que muestra
la fragilidad de un costado invadido
por la memoria acordonada que no llegará a la orilla
la fragilidad de un costado invadido
por la memoria acordonada que no llegará a la orilla
Vuelvo a un poema perdido en la arena que llega de otro tiempo
como una promesa que no ha perdido el aliento
de tu procesión callada y dolorosa,
como una promesa que no ha perdido el aliento
de tu procesión callada y dolorosa,
al campanario que no volvió a volar, al Vía Crucis
que impregnaba de dolor cada derrumbe en el camino
y arrancaba la espina de cada pensamiento
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó el temblor de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
el estigma de un amor que nunca abandonó el temblor de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.