He amado la sombra inquieta
de tu vestido
en la nube profunda de tu canto,
la hiedra levantada inundando de palabras los muros
y la huella sentida que aún tiembla en mi garganta
cuando despierta la aurora de tu rostro.
He llegado a los tablones desiguales
de los atracaderos
esperando la llama oscura de tus manos,
en la farola de piedra
y su quejido de sombras cuando penetraba el humo
en la lúgubre taberna de los poetas vencidos
que nunca encontraron la ruta de un poema ,
en los juegos desarbolados
que llegaban a tu boca y encendían los deseos
en los mástiles desprendidos
en la noche más oscura empapada por la niebla.
Solo puedo buscarte como una isla remota
que escucha en la mañana
la voz de los misterios
que levanta la huella de una palabra en la frente
que aún dice que me amas
y te entrego la higuera donde saltaban los pájaros,
el lienzo abandonado
donde florecían los lirios y las ramas,
el cuaderno de espigas donde aún aparece tu nombre,
y te entrego
la melodía de caricias
que sonaba entre los arbustos en los recovecos de mi pasado,
entre la belleza peregrina de tu sonrisa en la almadraba,
de los requiebros de amor que resplandecen en un poema mal escrito.
***
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He amado la sombra inquieta
de tu vestido
en la nube profunda de tu canto,
la hiedra levantada inundando de palabras los muros
y la huella sentida que aún tiembla en mi garganta
cuando despierta la aurora de tu rostro.
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He llegado a los tablones desiguales
de los atracaderos
esperando la llama oscura de tus manos
en la farola de piedra
y su quejido de sombras cuando penetraba el humo
en la lúgubre taberna de los poetas vencidos
que nunca encontraron la ruta de los versos ,
en los juegos desarbolados
que llegaban a tu boca y encendían los deseos
en los mástiles desprendidos
en la noche más oscura empapada en la neblina.
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Solo puedo buscarte como una isla remota
que escucha en la mañana
la voz de los misterios
que levanta la huella de una palabra en la frente
que aún dice que me amas
y te entrego la higuera donde saltaban los pájaros,
el lienzo abandonado
donde florecían los lirios y las ramas,
el cuaderno de espigas donde aún aparece tu nombre,
y te entrego
la melodía de las viejas canciones provenzales
que sonaban entre los arbustos y los recovecos del pasado,
entre la belleza peregrina de tu sonrisa
inundando las barcas de la almadraba,
de los requiebros de amor que resplandecen en un poema mal escrito.
***
1
He amado la sombra inquieta y tierna
de tu vestido azul
en la nube profunda de tu canto,
en la hiedra levantada inundando de palabras los muros
y en la huella sentida que aún tiembla en mi garganta
cuando despierta la aurora de tu rostro.
2
He llegado a los tablones desiguales
de los atracaderos
esperando la llama oscura de tus manos,
en la farola de piedra
y su quejido de sombras cuando penetraba el humo
en la lúgubre taberna de los poetas vencidos
que nunca encontraron la ruta de los versos,
en los juegos desarbolados
que llegaban a tu boca y encendían los deseos
en los mástiles desprendidos
en la noche más oscura empapada en la neblina.
3
Solo puedo buscarte como a una isla ausente
que escucha en la mañana
la voz de los misterios,
que levanta la huella de una palabra en la frente
que aún dice que me amas
y te entrego la higuera donde saltaban los pájaros,
el lienzo abandonado
donde florecían los lirios y las ramas,
el cuaderno de espigas donde aún aparece tu nombre,
y te entrego
la melodía de las viejas canciones provenzales
que sonaban entre los arbustos y los recovecos del pasado,
entre la belleza peregrina de tu sonrisa
inundando las barcas de la almadraba,
de los requiebros de amor que resplandecen en un poema mal escrito.
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1
He amado la sombra inquieta y tierna
de tu vestido azul
en la nube profunda de tu canto,
en la hiedra levantada inundando de palabras los muros
y en la huella sentida que aún tiembla en mi garganta
cuando despierta la aurora de tu rostro.
2
He llegado a los tablones desiguales
de los atracaderos
esperando la llama oscura de tus manos,
en la farola de piedra
y su quejido de sombras cuando penetraba el humo
en la lúgubre taberna de los poetas vencidos
que nunca encontraron la ruta de los versos,
en los juegos desarbolados
que llegaban a tu boca y encendían los deseos
en los mástiles desprendidos
en la noche más oscura empapada en la neblina.
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Solo puedo buscarte como a una isla ausente
que escucha en la mañana
la voz de los misterios,
que levanta la huella de una palabra en la frente
que aún dice que me amas
y te entrego la higuera donde saltaban los pájaros,
el lienzo abandonado
donde florecían los lirios y las ramas,
el cuaderno de espigas donde aún aparece tu nombre,
y te entrego
la melodía de las viejas canciones provenzales
que sonaban entre los arbustos y los recovecos del pasado,
entre la belleza peregrina de tu sonrisa
inundando las barcas de la almadraba,
de los requiebros de amor que resplandecen en un poema mal escrito.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.