Saint-Exupéry
observaba la misma contradicción en la gente de su tiempo que nosotros
observamos en la de nuestros días, podía sentirse más emocionada e implicada, a
través del magnetismo de Gary Cooper, con la proyección de “Adiós a las armas”
que con las imágenes en blanco y negro, en un noticiario, que no reproducían el rojo de los
tejados derruidos de los aviones asesinando el cielo de abril
en Madrid. Casi nadie advertía en Francia que en España se jugaba infinitamente más de lo apostado, que había comunistas que le habían cogido gusto a que los santos salieran de paseo mientras Franco no dudaba, en nombre del Catolicismo, en sacrificar católicos si había probabilidades reales de matar a algún rojo por el camino.
Es difícil comprender la futilidad con la que pasamos de llorar consternados, durante tres semanas, por un niño sirio muerto sobre la arena de la playa a no acordarnos de que debemos exigir algo a los de siempre para que deje de haber cementerios marinos.
Es difícil comprender la futilidad con la que pasamos de llorar consternados, durante tres semanas, por un niño sirio muerto sobre la arena de la playa a no acordarnos de que debemos exigir algo a los de siempre para que deje de haber cementerios marinos.
(Alexander Newquarter)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.