lunes, 7 de diciembre de 2015

La strada


 


Oscuro callejón mermado en el tormento
de los huecos profundos,
divagar sin salida que entierra el maquillaje
donde tropiezo y vago

empapado en el polvo como una mariposa 
que no tiene camino y vuelve a las heridas
con el rostro angustiado de una promesa inerme.

Este taró y el viento sin fuerza que persiste,
esta reminiscencia de muerte entre las alas  
son como los recuerdos que nunca se marcharon,
que nunca se escribieron y sufren en el alma.

Como un sueño abortado de agosto en las escenas

veo pasar la máscara torturada y creída
de un Fellini que busca la Sombra en el pasado,
en bambalinas rotas, en guirnaldas sin flores,
en el toldo mojado de un carrusel fingido.

¡Ay, no te acuerdas , Laura, de las burlas del Mato!,
No sabe estar callado este loco poeta
y Zampanó se enfada y ejecuta a la Risa,
y no quiere escuchar
aquella melodía tierna de Gelsomina

que vierte su amargura en un espejo inerte
y canta su destierro en el verbo que arrastra
esa suave condena que navega en el aire.

¿Ya no te acuerdas, Laura? Esa tarde de agosto,
ese calor intenso, la pasión que rimabas,
nuestra ventana abierta recogiendo la brisa,
el sudor en tu espalda, tus piernas enlazadas.

El viento de levante detenido en  la vela
ahonda en el clamor 

de una sonrisa amarga sedienta de ternura;
resucito la risa cuando todo se pierde

y no quedan pañuelos para seguir llorando,
reivindico el amor ciego de Gelsomina
hacia lo que se agita, respira y acompaña
este extraño vagar por la llaga sangrante
de la vida sin norte de los volatineros,
de las almas errantes que cruzan sin destino.

El salitre que llega desde los espigones
aprisiona la piel que refugio no encuentra,
insiste en el dolor que no encuentra mesura,
en la Parca que viene a esparcir su dominio
en la mísera arena donde sufren los pobres.

Esta paz que se muestra sin arte y con desvelo
hace que piense en ti, en tu amor militante,
en tu lucha sin tregua por alcanzar la luna

que llega a tus cristales en el claro sombrío
de las olas que tiemblan ante tu voz serena.


Abrazo la esperanza verde que me quitaste,
me enamoro del mar que se mueve en tus ojos
y hace que me emocione siempre con tu misterio,
que abrace la canción dulce que me cantabas.

2 comentarios:

  1. Este poema sí es plenamente tuyo.Tal vez nos tienes acostumbrados a la cadencia mágica de los alejandrinos (uno de mis metros preferidos) o tal vez cuando escribes en alejandrinos las musas se rinden a ti,no lo sé,pero a mí es como mejor me "suenas" y más me llega tu poesía.
    Vi "La strada" hace muchos años,en una época en que estaba enamorado del cine italiano y es una de esas películas que dejaron en mi su huella.Tanto Anthony Quinn como Giuletta Masina me deslumbraron con su actuación.Compruebo que algo así te pasó a ti pues no se puede escribir un poema como este sin haber amado la película y todo lo que la rodea (sé que admiras a Fellini como poeta y supongo que también como cineasta).
    Me gustó mucho el recurso (aunque entiendo que es mucho más que un recurso) de relacionar la película con tus vivencias personales de la época.Eso le da al poema una dimensión mucha más enriquecedora.

    Resumiendo,que me ha emocionado y mucho.

    Un abrazo Enrique

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  2. Rememoro la tarde de Agosto que vimos por primera vez la película. Nos impactó Gelsomina que ama a cualquier persona que se le cruza en el camino, incapaz de hacer daño y que soporta las miserias con una sonrisa estoica, el humor corrosivo del Mato que acaba costándole la vida y la brutalidad primaria e irreflexiva de Zampanó. Intentar sintetizar todo esto en un poema quizás no sea una empresa agradecida, intentar recordar una tarde de amor bajo un clima implacable de forma paralela puede parecer excesivo. Puedo decirte, Joaquín, que este poema ha pasado desapercibido dentro de mis modestos logros, tu opinión ha hecho que vuelva a mirarlo. No es una opinión cualquiera.

    Gracias, Joaquín, un abrazo.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.