viernes, 29 de noviembre de 2024

Retorno a Collioure

 Por F. Enrique, en el 80 aniversario de la muerte de Antonio Machado

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
(Antonio Machado – Retrato)



Recuerdo que conocí el nombre de la localidad francesa de Collioure, cuando empezaba mi adolescencia, a través de Serrat y el disco antológico que le consagró al poeta sevillano. Es muy difícil evaluar la contribución del cantante a la reivindicación de Antonio Machado y la importancia del papel que tuvo en ubicarlo en el alma popular, pero, sin duda, fue importante; se ha demostrado que la canción es la forma más eficaz y perdurable de hacer llegar la poesía. De todas formas, la altura literaria y humana de Antonio le había permitido sobrevivir a tanto olvido sobrevolando el estigma de su pasado republicano. No deja de sorprender que las autoridades franquistas hicieran un par de intentos de repatriar sus restos y que, incluso, tuviera su espacio en los libros de bachillerato. Alguien dijo que nada hay más profundo y entrañable en el reconocimiento de un poeta que sus versos sean leídos en un aula por aquellos que aún sueñan, en una edad en la que marcan mucho los detalles, los cuadros en el aire que se acumulan en la memoria. Esos libros en los que, a veces, solo venía un verso suelto que nos servía como ejemplo de alguna figura retórica o, como mucho, una estrofa para dejarnos constancia de la belleza de un serventesio que repetiríamos como si formara parte de un rito que no queríamos que se nos escapase y que representaba algo nuestro que no podíamos definir pero reconocíamos con claridad y lo utilizaríamos como referencia, a poco que se terciara, de lo que creíamos eterno o merecía serlo, lo que podría haberse dicho en cualquier momento y siempre tendría vigencia. Creo que aquellos niños que acogimos aquella poesía como si ya perteneciera a algo que estaba en nuestro interior no hubiéramos podido explicar aquel encuentro ni haber percibido como un hombre se fundía desde un profundo intimismo con el mundo de los otros, con las preocupaciones de un país, esa España que dejaba escapar sus oportunidades anclada a una vieja barca que no encontraba nunca el momento de partir, que no acababa de despertar porque así lo habían decidido aquellos que deseaban que todo siguiera igual a pesar de las injusticias.

Su decidida toma de conciencia, su acercamiento a aquella gente a la que comprendía, muchas veces a su pesar, y amaba aunque detestara sus costumbres, y el abandono de antiguos ropajes que suponían una traba a la hora de hacerse comprender empezaron a forjar otro poeta. A partir de ahí su simbolismo sería más sutil y preciso, su lenguaje más sobrio y directo, su amor a la naturaleza y a la contemplación, con pinceladas de un hondo romanticismo, acabarían siendo la base de la aportación capital de Machado a la poesía y el camino que, en mayor o menor medida, siguieron los poetas que pudieron acercarse a su obra y nunca quisieron dejarla atrás porque pensaron que se hacía más moderna cuanto más tiempo pasaba, nos seguimos emocionando cuando encontramos una buena muestra de su huella. En modo alguno tildaríamos de arcaico a ningún poeta actual que haya sabido situarse en la estela de un hombre que a través de España y sus problemas específicos supo crear una poesía de calado universal.

Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.

Oye, otra vez, Dios mío, mi corazón bramar.

Tu voluntad se hizo, señor contra la mía.

Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.  

Se hace un tanto extraño hablar de Antonio Machado en estos días; nadie duda de su magisterio, de que es, junto a Lorca, el poeta español más popular, pero es posible que, en lo que hemos entendido erróneamente como modernización, hayamos perdido al hombre de la calle cuyo pulso nos daba la medida de la persistencia de un poeta en la vida diaria, en aquello que se puede llegar a decir en la más sencilla de las conversaciones. Su trágico final escapa de esta hiriente apatía; enfrentarnos cada 22 de febrero a su muerte, pensar que esta representa a la de otros muchos españoles que murieron en circunstancias parecidas, y que, cuando se produjo, prevalecía el pensador sobre el poeta; lejos quedaban ya sus Campos de Castilla, obra que por sí sola le encumbra como uno de los poetas más importantes del siglo XX. Ahora era ese hombre bueno de tono sentencioso empapado de sabiduría popular y ansias regeneradoras que no podía volver la espalda a una realidad que había sobrepasado en mucho las miserias contra las que había clamado. No pudo evitar, algunas veces, que brotaran sus gotas de sangre jacobina, quién sabe apartar con eficacia y clarividencia la radicalización en situaciones extremas, pero siempre soñaba con un marco de reconciliación. Quizás la España a la que tanto amaba y cuyas costumbres criticaba y denunciaba con amargura había acabado atrapada entre dos pesadillas. Pero no solo él sino otros muchos no vieron otra solución, llegados a un punto en que quizás no la había, que abrazarse a una de ellas; el gobierno legítimo de España no había sido defendido por quienes deberían haberlo hecho.

Hará unos cuatro años asistí a una representación de los últimos días de la vida de Antonio Machado, desconozco las consideraciones críticas que había sobre ella, solo sé que llegué a conectar con lo que se pretendía, pude tocar la tristeza y la derrota de un hombre que sabía que ya no había un mañana, sus hondas reflexiones estaban más acorraladas que nunca, incapaces de sacudirse ni un solo instante una atmósfera densa y depresiva, su perfil más político y militante ante las exigencias de una situación desesperada, por qué no pensar que la libertad podía llegar a través de quienes tampoco creían en ella, se veían continuamente interrumpidos por los achaques y una presencia de la muerte que entristecía más aún la grisura del invierno y el sentimiento de que todo se había perdido; en el apartado personal y en el colectivo. Tampoco ayudaba el entorno; su madre, muy enferma, y totalmente desorientada, llegó a preguntar, cuando cogieron uno de los trenes en suelo francés, si llegarían pronto a Sevilla.

Acercarse a Antonio Machado en sus últimos días es sobrecogedor, no podemos evitar pensar en esa soledad que tantas veces se había movido en sus entrañas y que, entonces, adquiría un protagonismo absoluto, un rango definitivo, en ese país que le dolía y al que veía arrodillado ante uno de los momentos más trágicos de su historia, quizás alguna vez pensara que las cosas no podían empeorar, en una pequeña localidad francesa cerca de la frontera que quedaría ligada para siempre a su nombre sin que él pudiera saberlo o presentirlo, y, tal vez, sin que le importara. Tuvieron que pasar muchos años para que supiéramos de la existencia de Collioure, para constatar que cada aniversario de la muerte del poeta era una oportunidad para lamentar la de un régimen democrático. Aún no nos hemos puesto de acuerdo en cómo escribir el nombre de esta pequeña ciudad, dónde situarla en nuestro acervo sentimental, si nos ha ayudado en que persista la emoción de la melancolía. El poeta está muy por encima de su trágico final. Pero, sin que lo pretendiera, se ha convertido en el símbolo de todos los españoles que murieron en circunstancias parecidas.

El poeta, atrapado por una vejez prematura (decía con tristeza que en España lo normal era ser viejo con la edad que él tenía), con el dolor del presente, la ausencia de un futuro, podía estar intentando encontrar la veta de su hondura, hablar por encima de su terrible angustia, lejos de la ventana, el paisaje le parecería muy triste en los días desapacibles de febrero que no habría de atravesar, recordando, quizás, su alma de poeta, la niñez que vibraba enigmática y añorada en el último verso que se encontró entre lo poco que tenía: “Estos días azules y este sol de la infancia”.

 

Hank Williams sigue llorando todavía


 

Este maravilloso canto a la tristeza trajo a Hank Williams a mi vida. Nunca lo he olvidado, como nunca olvidaré a los actores ni la guerra de Corea (que engendraría un monstruo con persistencia en Ucrania) y sobre todo, entre tantos jóvenes que viven en ninguna parte, el dueño del único bar que aún rumia, con elegancia un amor perdido por el interés y la comodidad. El director está soberbio, es apasionado, entregándonos este cadáver que no tiene nada de exquisito.


The last picture show es una oda a la desesperación que sigue vigente ¡Ay, cine de todas las horas!. Siempre hay una última función en que el único espectador puede ser uno mismo que no recuerda quien es, quien puede estar por encima del amor y el olvido. un pueblo sin pulso que no puede escapar del polvo, que vive sin poesía.

Aforismos trasnochados



 Dios se durmió cuando creó al hombre y todavía no ha despertado.


Quien busca la verdad puede vivir la angustia de no encontrarla, pero si lo hace es muy probable que viva una eterna agonía.

Ya no lloramos por un pájaro muerto, ya no soñamos con un gran amor, el tiempo nos ha quitado las maletas de la mano y la identidad del bolsillo de la camisa.

El Tiempo existió durante mucho tiempo sin nosotros y seguirá su camino interminable aunque no estemos nosotros para medirlo.

El hombre sincero solo llega a mentir por amor.


El pasado dichoso no existe aunque lo evoquemos cuando pensamos en las miserias del presente y en el temor del futuro.

miércoles, 27 de noviembre de 2024

En la Escuela de Comercio (Brel)


 

Me hiciste pensar  

que ni siquiera tu amor era eterno. 

 Ahora sufres y te preguntas

qué fue de aquella mirada, 

 en qué instante murió tu postrera sonrisa 

 qué viento se llevó las hojas del diario /

 donde decías que me amabas. 

(Brel en la Escuela de Comercio) 


Luis García Montero - Cabo Sounion


 

Hace dos días asistí a una charla de Luis García Montero, no suelo tener la oportunidad de conocer a poetas consagrados, que recuerde, aparte de él, solo lo hice con su admirado Alberti con el que puede hablar en las alturas. 

 
 
Cabo Sounion
Al pasar de los años,
¿qué sentiré leyendo estos poemas
de amor que ahora te escribo?
Me lo pregunto porque está desnuda
la historia de mi vida frente a mí,
en este amanecer de intimidad,
cuando la luz es inmediata y roja
y yo soy el que soy
y las palabras
conservan el calor del cuerpo que las dice.

Serán memoria y piel de mi presente
o sólo humillación, herida intacta.
Pero al correr del tiempo,
cuando dolor y dicha se agoten con nosotros,
quisiera que estos versos derrotados
tuviesen la emoción
y la tranquilidad de las ruinas clásicas.
Que la palabra siempre, sumergida en la hierba,
despunte con el cuerpo medio roto,
que el amor, como un friso desgastado,
conserve dignidad contra el azul del cielo
y que en el mármol frío de una pasión antigua
los viajeros románticos afirmen
el homenaje de su nombre,
al comprender la suerte tan frágil de vivir,
los ojos que acertaron a cruzarse
en la infinita soledad del tiempo.

Tengo que admitir que tenía un cierto miedo a verme cerca de él y verlo amenazado por el peso de la celebridad y sentirlo lejano, fuera de órbita para un poeta confuso que se consume en el aislamiento de su isla. Apenas pude disfrutar de su compañía, pero puedo afirmar que, en pocos detalles muy significativos para mí; su timidez compatible con el hombre público, los gestos con los que atendía a los que le demandaban sus palabras, la sencillez que desprendía... y mis temores se disiparon; me pareció cercano, comprometido, más preocupado por la deriva de Las Humanidades que ha convertido a la poesía en una extraña para las nuevas generaciones en el país que nunca ha tenido buenos políticos pero que siempre ha tenido excelentes poetas que por el culto a su persona; no puedo evitar entregarme a la tristeza cuando escucho a tantos decir que no les gusta la poesía como esperando un aplauso o una felicitación. La experiencia ha sido para mí gratificante y pienso que no la podré olvidar aunque lo intente; nadie me había mostrado con tanta claridad el origen de mis limitaciones, dónde están los terrenos que puedo hollar en mi afán por superarme. 

Recitó varios poemas de un perfil excelso como esos bajorrelieves de Fidias cuyo nombre nos sugiere sin pronunciarlo en "Cabo Sounion", especialmente emotivos fueron "Madre" y "A la inmortalidad", ya los he leído varias veces, ya puedo decir que tengo un espejo, una visión entrañable de la vida, a pesar de las miserias y del paso del tiempo.

Cabo Sounion es el primer poema que leí del poeta granadino, han pasado muchos años y nunca ha dejado de impresionarme, nunca he dejado de leerlo, desde un primer momento me sentí impelido a lograr ese clímax, esa elegancia, esa profundidad, ese verso libre al que no le falte ni le sobre nada, esas citas esplendorosas que serán recordadas y que le confieren en vida a su autor la calidad de clásico, heredero privilegiado de la tradición poética más importante que ha existido en castellano, con permiso del Chile de Neruda, Rojas, Huidobro... 

No vivimos un buen tiempo para la poesía; está nuestro sistema educativo y están nuestros políticos, sobre todo los de derechas, empeñados en lograr que el hombre de la calle no sepa de su existencia o que la mire con desdén cuando la perciba , a ello se une, y esto es una peculiar opinión mía que puede no ser compartida, el uso discutible que se hace de ella en la Red; he llegado a la conclusión de que hay más gente que escribe que gente que lea, que es importante la relación que se tenga con el autor de un poema y no lo es la calidad de este último. García Montero habló con devoción de Garcilaso, de Antonio Machado, de Lorca... esos desconocidos de quienes casi todos sabemos los nombres y puso un énfasis preciso y pertinente sobre la necesidad de leer para poder escribir. 
 

Quedé encantado con su presencia aunque fueran unos segundos en dos pequeñas aproximaciones dubitativas y envalentonado por mi mujer, intimidado por la certeza de que pocas veces he coincidido tanto con alguien en su discurso diáfano y apasionado, es indudable que si fuera un poeta de origen anglosajón nadie dudaría de que convivimos con alguien que enaltece su tiempo y la sociedad que le ha tocado vivir, que su nombre será pronunciado por los niños en el colegio cuando vuelva la poesía de su letargo oscuro y triste al que le ha condenado nuestros hombres grises enamorados de unas ciencias que no conocen pero les deslumbran, pienso que no hay nada más hermoso a que un muchacho sueñe con una compañera de clase y lo exprese con las palabras temblorosas de amor que ha escrito un poeta.


(1 de junio de 2017) 

Chelsea Hotel número 2



 Entiendes lo que quieres, no lo que debes, Clodia[i], no tienes de qué preocuparte; es un síntoma confuso que experimenta casi todo el mundo en estos días, quizás triunfes a pesar de escribir muy bien, pero lo harías por la tela con la que tejes tus relaciones, no por tus escritos. 

Yo, en cambio, no lo haré, sin saber por qué cuido mi independencia como si fuera la pequeña flor de cactus de la que te he hablado a menudo, que tantas veces he visto y me sigue emocionando por ser una metáfora que nunca he podido desentrañar a pesar de comprenderla..
Tengo buenos recuerdos de ti, el más perdurable me lleva a esa mañana de domingo que estuvimos charlando sobre la vida y la obra de Pasolini[ii], creo que crecimos en alguna dirección, lo importante no sería que la encontráramos en algún sitio, sino el hecho de habernos asomado a los abismos de un artista inquietante y sincero. Era el punto de partida lo que hacía entrañable aquel encuentro, el resto no nacería de nosotros sino de las circunstancias, nuestra única obligación es intentar hacer las cosas lo mejor que podamos aunque nos censure la severidad de los jueces.
Me he manifestado abiertamente en contra de que poemas mediocres, y, peor aún, ostenten una estrella de excelencia[iii]. No voy a cambiar de opinión. He leído mucha poesía como para caer en la trampa del efectismo inocuo. Por ahí admito tus reproches, ya que sinceramente no opinas como yo, peor sería que no tuvieras convencimiento de lo que dices.
Pero no encuentro nada malo en invitar a Alba a  que esté acompañada en las alturas por seres vivos que luchan cada día, que, a veces están faltos de talento pero tienen la morosidad enfermiza de un orfebre para dejarnos obras valiosas o aquellos que tienen un talento que nadie quiere ver y luchan en las sombras cortantes de la indiferencia.
Los dos poemas de Alba que habéis estimado antológicos, desde mi punto de vista no lo son, los tiene mejores y más apropiados para esa distinción aunque no me he tropezado con ningún poema suyo que podamos considerar como tales, el que uno se muera no puede ser una excusa para agrandar la calidad de lo que ha escrito. 
Puedo estar equivocado en eso último, pero creo que para estar a la altura de la Epístola moral a Fabio, de La elegía a las musas o de La aurora de Nueva York haría falta que supiera implicar al lector a través de su experiencia con la de cualquiera, y pienso, pocas veces, es cierto, que Alba está muy lejos de conseguir algo así, y no se le puede achacar nada; la técnica se aprende con más o menos dificultad, la inspiración también se aprende pero no nos da pistas del cómo, del cuándo y el por qué. Con respecto a esto te diría que ha habido en el fútbol un poeta como George Best, no ha sido el mejor futbolista, pero, junto a Garrincha y el "Mágico", ha escrito los mejores versos persiguiendo a un balón. 
Permíteme dudar que Alba pueda dolerte a ti más de lo que a mí me duelen mis muertos. Estamos hablando en la misma lengua pero en dialectos que no se entienden entre ellos, no es un capricho pensar que yo puedo llevar la piel, los cabellos y la forma de mirar de alguno de ellos, son algo mío que perdí y duerme en el sepulcro, íntimamente míos con sus imperfecciones que, a veces, no se me olvidan y con las que me veo más humano, menos insoportable
Ya sé, Clodia, que tú amas a Borges y te postras ante su inteligencia, yo simplemente amo a Lorca[iv] que aún vive en otra galaxia respecto a mí y al resto de los mortales  y lo admiro como hombre que podía tener unas sensaciones parecidas a las mías cada vez que escribía un poema, cada vez que muriera alguien en su pueblo con quien ya no podría tomarse un vino mientras soñaba con acabar con el analfabetismo en España.
Desconfío de las relaciones que establecemos a través de la Red, existe un carisma telemático que hace cinco años dejé de tenerlo, sé que, casi nadie lee lo que escribo. Pero no me lamento, hubo unos meses en los que no daba abasto para contestar las cartas que me llegaban, mi carisma se sustentaba en actuar como si fuera un sucedáneo de lo que Sabina transmitía y, probablemente no era, así creé una imagen en la que se reforzaba la calidad del mujeriego que nunca he sido y que no podré ser jamás. Los hijos de los conquistadores solemos pagar los pecados de nuestros padres, Pavese se apagó un día de agosto sin llegar a comprender que las mujeres de su pueblo prefirieran los impulsos primarios y misóginos de su padre a su delicadeza y sensibilidad femenina que pueblan las páginas de su novela más célebre. 

***   ***   ***

Te llamé buena persona hace unos días y empiezo a experimentar con melancolía el temor de haberme equivocado, soy demasiado impulsivo, pero no me arrepiento de haber pensado bien de ti, de haber creído en la bondad de tus intenciones, sí lo haría de haber pensado mal aunque hubiera estado en lo cierto; son los pequeños detalles los que ofrecen una medida aceptable de nuestras miserias. Pero, con la calma que me faltó en un primer momento, he comprendido que dos buenas personas no tienen por qué estar destinadas a entenderse aunque sean partícipes de la misma pasión.
Por favor, haz comparaciones que se sostengan en el mismo dolor. ¿Hablaste con ella? ¿Compartiste un solo día con ella de dolor hospitalario? ¿Superaste alguna crisis cuando la poesía agonizaba entre los pinos en la Mallorca del invierno de Chopin? ¿La quisiste tanto que, a veces, deseaste odiarla e incluso llegaste a pensar que no la amabas por sus virtudes sino por sus defectos?
No queda mucho espacio para lo sagrado en esta sociedad moderna, pero sigue habiendo actos y discursos que merecen ese calificativo. Me has ofendido por lo que he interpretado como pedantería indisimulada, por fingir un sentimiento que a la fuerza no puede ser muy grande ni real, ya lo dijo Leonard Cohen en el Chelsea Hotel más o menos dos veces.

I don't mean to suggest that I loved you the best,
I can't keep track of each fallen robin.
I remember you well in the Chelsea Hotel,
that's all, I don't even think of you that often.

No quiero dar a entender que te amaba mucho,
No puedo seguir el rastro de cada petirrojo caído.
Te recuerdo muy bien en el Hotel Chelsea,
eso es todo, solo de vez en cuando pienso en ti.

Deduzco que tú recuerdas a Alba como Leonard a Janis Joplin compartiendo poesía o sexo que no amor, y yo recuerdo a mis muertos varias veces cada día, sé que es la única manera de mantener entre los coches que invaden las aceras un poco de su aliento, de recordarme a mí mismo que soy el amigo insignificante del viento de Poniente cuando el mar de mi vida se torna azul y veo mi casa de la niñez invadida por otras enredaderas que no recuerdan quién es Dios de tanto pronunciar su nombre en una lengua desconocida.




[i] Considero que Clodia es un nombre precioso, de ninguna manera he querido relacionarte con la Lesbia poética; desenfrenada y licenciosa.
[ii] En Ostia o en Trieste / cuando florezcan los tilos / con el cuerpo marcado / por los golpes que suben el Calvario.
[iii] Creo que la actitud declarada de las personas que las conceden ha colocado una losa en una calle que podría haber tenido un nombre literario.
[iv] No vayas a creer que no le encuentro defectos en lo más importante, como hombre.


Carta a una amiga española, Alma Ragatzzi

A Alejandro Adalberto


 Me emocionas cada vez que me hablas de España. Siempre lo haces.


Durante unos 60 días el coronavirus me tuvo contra las cuerdas, le puso unas gigantescas banderas negras a mi bravura. Nada ha cambiado, el problema, muy atenuado en este momento, sigue ahí, la angustia y la rabia siguen ahí, y los científicos más realistas nos dicen  que es muy probable que tengamos que acostumbrarnos a convivir con él. Pero he decidido después de cien años de soledad, solo escribí durante ellos tres versos inconexos en tres días distinto. que si el coronavirus decide entrar a matar, estoy preparado, le esperaré con todo lo que me quedé para intentar cornearle en la frente.

Todo empezó cuando Laura, bastante más inteligente que yo, creo que tengo la intuición y a los dioses más perversos de mi lado, pero creo, con sinceridad, que el cielo no consintió darme la gracia de la inteligencia; ¿Hay alguien en el mundo que pueda ver la frontera entre la lucidez y la locura?  Me advirtió del desastre Lombardía, y me dijo que el Gobierno, creo que aconsejado por ese ser brillante, ya me gustaría tener su dominio de la retórica, que pone nombres tan ridículos a los partidos como Unidas Podemos, qué le ha hecho una de las lenguas más hermosas para que la masacre con su sonrisa cínica de prepotencia. Me hizo una observación que me dejó paralizado; Están permitiendo que se disputen los partidos de fútbol con tal de poder celebrar la apoteosis del Día mundial de la mujer. Faltaban dos semanas para que empezara el baile en España, pero nosotros dejamos de coger la camioneta, lo hacíamos todos los días laborables, el ascensor, empezamos a conversar a distancia con los vecinos que ponían cara de asombro pensando quizás que éramos tan hipocondríacos como los asiáticos. Soy, lo que se dice, cómo decimos en mi tierra, un poco espeso, siempre hallo la solución a los problemas en diferido, cuando ya no sirve porque nadie me las pide y se las lleva el viento y ni yo mismo me acuerdo de lo que pensé sobre algo un día indeterminado.

"El Fútbol no es la vida; es algo más importante que la vida". Dijo con lágrimas en los ojos con evidentes síntomas de que el Alzheimer ya lo había visitado. El mejor goleador de la historia, el hispano-húngaro llamado en su país de origen el "Comandante Galopante” (lo siguieron llamando así aun cuando llegó a ser ascendido a Coronel por su servicio a la patria, hizo mucho por poner a Hungría en el mapa entre los europeos occidentales). Cuando aún no lidiaba como podía era lúcido y culto, esto último es algo muy raro en los futbolistas de aquel tiempo, algo tan importante como el fútbol exige dedicación exclusiva. Traspasó el Telón de acero porque el régimen comunista le ahogaba y nunca más volvió a ver a su madre, a esa pena nunca llegó a acostumbrarse. Intentando quedarse en su patria de acogida, pero, aunque fracasó como entrenador, sorprendentemente llegó a una final de la Copa de Europa, con el Phanaiticos griego. 

Él no era un buen maestro, no podía enseñar lo que no había aprendido pero ejecutaba a la perfección, se dice que su zurda era un fusil de precisión. Pero yo prefiero la zurda de Diego, no era tan precisa pero estaba más en sintonía con el arte. El fútbol nos ha dado más días de dicha a argentinos, brasileños, españoles... que la abrumadora mayoría de los políticos que hemos tenido a lo largo de la historia. 

España no levanta cabeza desde que el pueblo que había luchado con coraje contra Napoleón, aclamó la vuelta del Deseado, no sabía cuánto se arrepentiría. Pienso que ahí empieza la modernidad de nuestra política, sé que nuestros políticos son sensiblemente mejores que los de entonces pero aún no se han dado cuenta que estamos en 2021 y que, los europeos occidentales, al menos, estamos ante el reto más complicad complicado, desde 1945 cuando acabó una guerra que nunca pudo ser Civil, porque estoy seguro de que si el Japón Imperial no hubiera intervenido, hubieran venido otra vez esos yanquis para sacar las castañas del fuego, a los que con razón criticamos, han herido de muerte a muchos países del resto de América aún no han aprendido a resucitarlos. Pero dos veces en un siglo perdieron a sus jóvenes más hermosos para sacar a Europa del atolladero dantesco en el que el odio, siempre es irracional, entre el mundo germánico y el latino, le había metido.

Los españoles aún decimos cuando algo malo ocurre que más se perdió en Cuba. Pero, Sartre dicere solebat que no somos como somos, ni mucho menos lo que que queremos ser. ¿Qué va a ser de mí, Alma? No sé cómo los demás llegan a verme cuando me siento tan pequeño leyendo siempre a gigantes.

Después de todo he comprendido que prefiero que me mate el coronavirus que la estulticia iconoclasta de las caceroladas, del Gobierno, de la Oposición, del idealismo pueril, de niño malcriado) de los nacionalistas, aunque admire, después de haber intentado ridiculizarle hasta la muerte a Oriol Junqueras. Es un mártir, él cree firmemente en el Cristo que los otros nacionalistas le han creado para poder crucificarle y está dispuesto a morir por él aunque no sea, en absoluto necesario, ni se le pida. Es honesto aunque está equivocado,; Hay que vivir aunque sea por encima de todas las tragedias. Y lo más triste porque puede que el coronavirus se vaya aunque sea  por por una solución que se halle al azarazar, pero es algo que por lo visto es inherente a la naturaleza humana. No conozco a la mayoría de las personas que conozco. 

Un abrazo caluroso a distancia, Alejandro, eso sí muy íntimo como nuesras uñá, cabellos, como nuestros antepasados que viven en el sepulcro. (Hugo von Monsmantaff) .

The Majestic


 

Había reparado una crítica de esta película en la que no podía obviar la sombre alargada de Capra y el buen sabor que dejan los finales de sus películas; todo mejora, como si nuestros políticos amaran España y no el Poder, donde el lío mezquino desaparece de éste que se esfuma ante el poder irrefrenable de la sonrisa, qué dirán, aunque estemos profanando un templo y su memoria, que es un tanto estúpida para los ojos de un héroe anónimo que sabe luchar, con su código moral irrenunciable, contra la injusticia y los atropellos.

Debemos admitir que el gran director que ataca a los monstruos que se arrastran en la burocracia, el sabor podrido del dinero y las leyes injustas que deben ser derogadas por los fantasmas invisibles de la integridad y el amor. Ahí tenemos a Ciudadano Kane; Irene Montero cree que va a cambiar el mundo, por favor, que no hable siquiera, qué ya estábamos bastante jodidos para que todo empeore. Dijo en una entrevista con el Che Guevara que dimitir era comprarse un ático en pleno centro de Madrid.


Vamos a admitir que entra dentro de lo posible que el siciliano de América podría no tener sitio en este tiempo asertivo, escéptico y prosaico, que le tildaríamos de ingenuo en la peor acepción, sería la soledad de un poeta en una sociedad que solo conoce la prosa.

Un guionista de serie B que aspira a subir de categoría y escribir para las grandes productoras no sabe quién es, después de tener un accidente de coche en un puente que no sirve para unir a los hombres; Ha sido saboteado por los integristas que piensan que todo pensador es un comunista y por ello debe estar en prisión o ser ejecutado.

Tras el golpe y la confusión, no recuerda quién es y llega a un pueblo en tierras de nadie, allí hace una entrada fantasmal y algún vecino borracho cree ver en él las reminiscencias luctuosas del rostro del hijo del dueño del único cine, que ante la crisis de valores, ha cerrado y lo pone en conocimiento de su padre que no lo cree, pero un magistral Martín Landau quiere ser seducido por la idea descabellada de que un muerto ha vuelto a levantarse de su tumba perdida y entramos hasta la médula en los terrenos de lo paranormal y acaba admitiendo que puede ser su hijo aun sabiendo que su hijo está muerto para siempre, que, a ciencia cierta, este meteco intelectual no lo es, pero él, con lágrimas en los ojos (volvemos a Capra) quiere que lo sea.

El Majestic vuelve a abrir sus puertas, a pesar de la escasez de muchachos jóvenes. La alegría por la apertura se refleja en el uniforme brillante del amable acomodador. El pueblo, mientras llora a los otros muchachos muertos y no resucitados, cuyos padres no tienen un cine, ni lloran con la triste alegría de Landau.

La sentencia más capriana reza que Carrey nunca estuvo allí antes y lo sabe, pero desea fervientemente jugar en serio a ser lo que nunca ha sido, tener un padre maravilloso que nunca tuvo. No podrá borrar su sueño de escribir un gran guion para las grandes productoras, ahí lo tiene, es genial. Darabont es un revolucionario, ha convertido a Jim en adulto interesante e inteligente...

Carrey es más humano y limitado que James Steward, de acuerdo, nunca podría ser el caballero sin espada (la peor película de Capra para mí). Pero da la talla ampliamente a la hora de hacer de perdedor, ese papel que el Jimmy de América solo hizo, ya maduro, en los Western de Howard Hawks y no del todo bien desde mi punto de vista. Esa América profunda y deprimida necesita crear un Dios, puesto que Dios existe en un día del que aún no ha despertado.
Prefacio

Los adioses a un payaso incorregible - Gracias Jim

No sé cómo dejarlo, he seguido aquí por ti, y a ti no te lo he dicho (he pagado demasiado caro mi mentira blanca de los viernes por la noche, cuando la libertad resplandece y se nubla).

Quizás seas un bohemio, romántico y empedernido. He hablado una sola vez contigo, tengo que reconocer que tu voz es tierna, invita a la ternura, cómo no, en la barra de un tugurio, en una noche florentina donde pudiéramos errar sobre la sombra del fantasma de Heine, en la determinación del David por derrotar lo imposible y nadar en las aguas oscuras del Arno que se funde con el recuerdo de lo que nunca vivimos ni viviremos, pero está ahí esperándonos, en arrancar poesía pagana de las tejas de Santa María de las flores, en cantar al ruiseñor que agoniza en los labios de Keats.

Sé que me has soportado lo que ni yo mismo me hubiera soportado, ignoro si crees en Cristo. Pero eres un buen cristiano. Te pediría que le dedicaras más tiempo a los poemas de amor, digamos lo que digamos, son los que permanecen.

Un abrazo.
*** *** *** ***

Francisco Enrique León.

¿Qué me queda, ahora, Dios mío,
de ese lento corazón que te buscaba?
*** *** *** ***
(Léon Pasternak)

https://vampirosypoetas.blogspot.com/20 ... oesia.html

Fernando Merlo - A mis venas

 A MIS VENAS

Estos cauces que ves amoratados
y de amarillo cieno revestidos,
eran la flor azul de los sentidos,
que hoy descubre sus pétalos ajados.

Besos verdes de aguja en todos lados
hieren la trabazón de los tejidos
y denuncian los brazos resentidos,
la enigmática piel de los drogados.


Las que llevaban vida y alimento
son tibias cobras de veneno breve,
blanco caballo con la sien de nieve.

Trotando corazón y sentimiento
que por las aguas de la sangre vierte
con rápido caudal la lenta muerte.

Sobre un poema de Robert Louis Stevenson


 


He hollado la colina

en todas direcciones;
amé, canseme mucho
y hallé la vida yerta.
te miré a los ojos
y he cerrado la puerta.
(Robert Louis Stevenson - Variación: Francisco Enrique León)

lunes, 25 de noviembre de 2024

¿Recuerdas que querías ser John Lennon? (2)

 Carta abierta a un soldado:


A Alfonso Sibajas, amigo de la primera adolescencia.

John, si no hubiera muerto tan joven, sería ahora viejo (eterno adolescente que muere en la frontera), se habría jubilado en octubre porque es el mes de las hojas muertas, ya tendría nietos e intentaría escribir cuando los demonios de su interior le dejaran.

Tendría trastorno bipolar (buenos días, depresión mía), sería un tonto de izquierdas y tendría una mujer que lo quiere y no lo quiere,

Tendría arrugas pronunciadas y su cabello frondoso empezaría a escasear, pero aún le cubriría la frente.

Un abrazo.

sábado, 23 de noviembre de 2024

La muerte de Pasolini - Manjón Guinea

                         13 de octubre de 2022

Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

Soy una fuerza del pasado.
Sólo en la tradición está mi amor.
Vengo de las ruinas, de las iglesias…

Hay circunstancias y momentos irrepetibles de los que uno se arrepiente en silencio por no haber estado presente. El Círculo de Bellas Artes de Madrid ofreció, con motivo de  los cien años de Pier Paolo Pasolini, unas jornadas sobre la obra del poeta y cinematógrafo italiano nacido cerca de los Apeninos, en Bolonia.

Pier Paolo Pasolini
Pier Paolo Pasolini

Pasolini es la revolución y la contrarrevolución. Es, como dice la introducción de dichas jornadas, el posicionamiento a contrapelo de su momento histórico. En su obra sale reflejado el campesinado, la iglesia, lo sagrado, lo profano, el sexo, la educación, la rebeldía, la libertad… en definitiva, la modelación en hierro fundido de un hombre libre y auténtico, sin miedo a los escándalos y las tragedias, porque la propia vida está hecha de esa aleación candente.

Fue acusado de pederasta, de fascista, de comunista, de rebelde, de rojo, de ateo, de antiabortista, de todo lo que se le ocurriera al gran ojo que todo lo ve y que todo lo dictamina. Puede que siga insistiéndose en que la muerte de este excepcional cineasta y escritor se debiera a un arranque pasional entre homosexuales, pero tal y como digo en el ensayo De la literatura y las pequeñas cosas, sigo sin creérmelo. Puede que la versión oficial quiera contarnos la idea de un Pasolini homosexual involucrado en asuntos turbios de amor y de celos pasionales. Un elaborado informe donde todo se centra en una figura, la de Pino Pelosi, un joven de diecisiete años, con el que compartió caricias y viaje hacia la localidad de Ostia.

Esos viejos y arrugados informes policiales, tan inconsistentes como instrumentalizados, quisieron contarnos que el asesinato de Pasolini se debió a un arrebato de ira homosexual, cuando el director de cine pretendió tener relaciones sexuales con el menor. Un joven, Pelosi, que ante tal situación no supo cómo reaccionar y terminó cosiendo a puñaladas a Pasolini. Después cogió su coche y salió huyendo en él a toda velocidad.

Lo más doloroso de todo esto es la sensación de asco e impunidad que queda de los malvados. El propio dictamen médico forense indicaba que en el asesinato del cineasta habían participado al menos cuatro o cinco personas. Un hecho científico que los propios jueces rechazaron con la única intención de culpabilizar a Pelosi, quien previamente sabía que sería condenado a tan sólo nueve años de cárcel, debido a su condición de menor de edad.

Cuando se descubrió el cadáver de Pier Paolo Pasolini, presentaba múltiples fracturas óseas, estallamiento de los testículos y su cuerpo parcialmente quemado, siendo inexcusablemente imposible que una sola persona hubiese realizado toda esa macabra operación de linchamiento y asesinato.

Nadie duda de la posición incómoda que generaba, en determinados sectores poderosos de Italia, la figura irreverente de Pasolini. Ni en su inconmensurable faceta de cineasta ni de poeta. Sus obras, tanto literarias, como ligadas al celuloide, tiene una extremada carga de crítica social frente a esos repugnantes poderes fácticos.

Pasolini fue uno de los escritores y cineastas más controvertidos del siglo XX. La figura de un autor maldito y rebelde que no se plegó a las normas establecidas y que desnudó la vergüenza de los sectores más atávicos de la sociedad. Tal y como describiera Oriana FallaciPasolini tenía en la voz algo de femenino y algo de extraño, ya que sus líneas y su perfil era el de un hombre seco, con una escondida ferocidad en sus pómulos, en su nariz de boxeador, en sus labios sutiles de crueldad clandestina. Su cuerpo, pequeño y delgado, transmitía la vertiginosa voracidad de una bestia que se tira encima y que muerde sobre la costra conservadurista.

foto cine
foto cine Miroshnichenko

Esa gran versión oficial que siempre se ha querido ofrecer sobre el chapero Guiseppe Pelosi, y que nadie se cree, no nos cuenta todo lo que el director de cine sabía sobre el servicio de inteligencia italiano en el año 1975, tal y como lo afirma Miguel Dalmau en su libro El último profetaTampoco nos cuentan los egregios miradores del bien colectivo que, antes del asesinato de Pasolini, el cineasta se encontraba escribiendo una novela que reflexionaba sobre los chanchullos del gobierno, vinculados con organizaciones mafiosas.

El 7 de mayo de 2005, Pelosi, decidió retractarse de su confesión, diciendo que ésta había sido realizada bajo amenazas de violencia hacia sus familiares. Mencionó que tres personas con acento meridional fueron los que habían cometido el asesinato. El chapero y arrepentido Pelosi moriría el 20 de julio de 2017, sin haberse aclarado nunca el asesinato del excepcional cineasta Pier Paolo Pasolini.

“Un político emboscado será pronto desenmascarado”, rezaba en uno de los versos que aparecen en la estatua de la plaza de Pasquino, haciendo referencia al misterio que envuelve la trágica muerte de Pasolini.

Ahora, con motivo de este honroso recuerdo realizado al cineasta en el Círculo de Bellas Artes, pienso, tristemente, que ya nunca se descubrirán los nombres y apellidos de los que participaron en tan cruel linchamiento. Aunque, en definitiva, eso es lo de menos. Aquellas figuras, aquellas sombras del mal, son la metáfora exacta de la más temerosa y ensangrentada faz de la corrupción política.

Antonio Muñoz Molina - Un idiota de izquierdas


 

ANTONIO MUÑOZ MOLINA

De todas las formas posibles de heroísmo intelectual, una de las más descansadas es apuntarse heroicamente a algún bando ganador y someter a escarnio y descrédito a los que han perdido. Desde hace más de una década, el bando ganador en el mundo es el de los que se llaman a sí mismos liberales, saqueando en beneficio propio una hermosa palabra española que primero tuvo que ver con la generosidad y la nobleza de espíritu y luego, desde las Cortes de Cádiz, con la aspiración entusiasta hacia las libertades cívicas. En Estados Unidos, la palabra liberal designó hasta hace no mucho a las personas ilustradas y progresistas, herederas de aquella magnífica generación que optó en los años treinta por Franklin Delano Roosevelt y por la simpatía hacia la República española. Liberales eran quienes participaron en la oceánica marcha sobre Washington y escucharon la voz bíblica y arrebatadora de Martin Luther King, quienes emprendieron, hombres y mujeres, blancos y negros, a lo largo de aquella década, la tarea formidable de ganar la igualdad civil de las razas y los sexos y no renunciar al sueño de la justicia.Ahora liberal significa oirá cosa. Significa, exactamente que uno se afilia a una variedad de fundamentalismo según la cual todo aquello que frene o estorbe los impulsos más crudos de la economía capitalista y la pasión por el enriquecimiento de los más ricos es un atentado contra la libertad, una conspiración contra las leyes del mercado, que se encargan por sí solas de crear la prosperidad. y difundir la justicia. El enemigo contumaz, aunque ya en retirado, es, por supuesto, la izquierda, y no sólo la izquierda totalitaria que ya era un fósil ideológico y administrativo mucho antes de que cayera el muro de Berlín, sino también, o sobre todo, la izquierda, socialdemócrata o liberal que desde principios de siglo ha intentado sensatamente, en unos cuantos lugares del mundo, crear condiciones de libertad solidaria, de bienestar público, de equidad social.

Ni el descanso de los domingos, ni la jornada de ocho horas, ni la prohibición del trabajo infantil fueron emanaciones generosas de la economía de mercado, y ni siquiera el sufragio universal o las libertades que los marxistas dogmáticos llamaban despectivamente libertades formales: cada uno de esos derechos, que ahora nos parecen a todos naturales, fue el resultado de huelgas tenaces y obstinaciones progresivas, del empeño de generaciones enteras de trabajadores a los que el simple hecho de pertenecer a un sindicato podía convertir automáticamente en forajidos.


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A lo largo de este siglo, y más aceleradamente tras el final de la II Guerra Mundial, algunas de las libertades y de los derechos que habían sido sueños insensatos para los pobres y los débiles empezaron a cumplirse en unos cuantos países, sobre todo europeos: la extensión universal de la instrucción pública, lo mismo para los niños que para las niñas; la posibilidad, hasta entonces inaudita de que un enfermo pobre recibiera idéntico trato sanitario que un rico; la esperanza de' que al llegar a la vejez una persona que hubiera trabajado durante toda su vida no se encontrase de pronto arrojada al desamparo y a la necesidad.

Son sueños módicos, incluso vulgares, pero tienen el mérito de que pueden cumplirse y de hacer un poco más habitable el mundo. Son sueños caros, desde luego, pero sólo hasta cierto punto. Los que ahora se llaman liberales en Estados Unidos protestan por lo caro que sale el sistema de las escuelas o de la beneficencia pública, pero a la vez son partidarios fervientes de la construcción de nuevas cárceles. Un hospital público o una escuela sin duda no son más costosos que una cárcel, y de las escuelas y de los hospitales cabe la posibilidad de que salgan un cierto número de ciudadanos ilustrados y saludables. De las cárceles no salen más que desesperados que a la larga necesitarán más prisiones y más carceleros y policías para custodiarlos.

Cuando yo estaba en la universidad, esos avances en la sanidad y la educación recibían el desprecio de la izquierda más canónica, que las consideraba trampas reformistas, vergonzosas limosnas arrojadas por el capitalismo a la socialdemocracia en pago por la- gestión de sus intereses. Qué listos hemos sido. Nos fiábamos menos de Olof Palme que de Ceausescu. Ahora quedan todavía, en la izquierda española, dirigentes que no han superado el sectarismo suicida de la III Internacional, pero quienes se gradúan con más eficacia en el desprecio y el sarcasmo son los nuevos liberales, que tienen en Mario Vargas Llosa su monótono predicador semanal y acaban de recibir el esfuerzo risueño y animoso de un trío que es como el trío Los Panchos de la militancia a favor de las bondades sin límite del capitalismo.


A Plinío Apuleyo Mendoza, a Carlos Alberto Montaner y a Alvaro Vargas Llosa, autores del Manual del perfecto idiota latinoamericano, les dan mucha risa las idioteces y las tonterías de la izquierda, y, como son tan cosmopolitas, se burlan del provincianismo antinorteamericano de los intelectuales españoles, al que no reparan en atribuir simultáneamente orígenes fascistas y estalinistas. A mí me parece bien que se rían. Las personas de izquierdas hemos sido con frecuencia ridículas y obtusas, y no podremos recobrar del todo nuestra lucidez y nuestro empuje político hasta que no hayamos reflexionado sobre nuestros errores y abjurado de los ídolos siniestros a los que algunas veces rendimos pleitesía. Pero el suelo y la necesidad de la justicia no tienen ninguna risa, al menos para quienes no pertenecen a la selecta minoría de Mendoza, Montaner y Vargas, que constituyen la mayor parte del género humano. Hace poco, en una plaza de Praga, sobre el pedestal donde había estado una estatua de Lenin, pusieron otra de Michael Jackson. Creo que es lícito vindicar el derecho a no inclinarse ante ninguna de las dos.

Además, y ya puestos a reírnos, tal vez tenga también algo de risa la devoción conversa de estos intelectuales por talentos de la talla de Ronald Reagan, de Margaret Thatcher, incluso de José María Aznar.