miércoles, 27 de noviembre de 2024

Carta a una amiga española

A Alejandro Adalberto


 Me emocionas cada vez que me hablas de España. Siempre lo haces.


Durante unos 60 días el coronavirus me tuvo contra las cuerdas, le puso unas gigantescas banderas negras a mi bravura. Nada ha cambiado, el problema, muy atenuado en este momento, sigue ahí, la angustia y la rabia siguen ahí, y los científicos más realistas nos dicen  que es muy probable que tengamos que acostumbrarnos a convivir con él. Pero he decidido después de cien años de soledad, solo escribí durante ellos tres versos inconexos en tres días distinto. que si el coronavirus decide entrar a matar, estoy preparado, le esperaré con todo lo que me quedé para intentar cornearle en la frente.

Todo empezó cuando Laura, bastante más inteligente que yo, creo que tengo la intuición y a los dioses más perversos de mi lado, pero creo, con sinceridad, que el cielo no consintió darme la gracia de la inteligencia; ¿Hay alguien en el mundo que pueda ver la frontera entre la lucidez y la locura?  Me advirtió del desastre Lombardía, y me dijo que el Gobierno, creo que aconsejado por ese ser brillante, ya me gustaría tener su dominio de la retórica, que pone nombres tan ridículos a los partidos como Unidas Podemos, qué le ha hecho una de las lenguas más hermosas para que la masacre con su sonrisa cínica de prepotencia. Me hizo una observación que me dejó paralizado; Están permitiendo que se disputen los partidos de fútbol con tal de poder celebrar la apoteosis del Día mundial de la mujer. Faltaban dos semanas para que empezara el baile en España, pero nosotros dejamos de coger la camioneta, lo hacíamos todos los días laborables, el ascensor, empezamos a conversar a distancia con los vecinos que ponían cara de asombro pensando quizás que éramos tan hipocondríacos como los asiáticos. Soy, lo que se dice, cómo decimos en mi tierra, un poco espeso, siempre hallo la solución a los problemas en diferido, cuando ya no sirve porque nadie me las pide y se las lleva el viento y ni yo mismo me acuerdo de lo que pensé sobre algo un día indeterminado.

"El Fútbol no es la vida; es algo más importante que la vida". Dijo con lágrimas en los ojos con evidentes síntomas de que el Alzheimer ya lo había visitado. El mejor goleador de la historia, el hispano-húngaro llamado en su país de origen el "Comandante Galopante” (lo siguieron llamando así aun cuando llegó a ser ascendido a Coronel por su servicio a la patria, hizo mucho por poner a Hungría en el mapa entre los europeos occidentales). Cuando aún no lidiaba como podía era lúcido y culto, esto último es algo muy raro en los futbolistas de aquel tiempo, algo tan importante como el fútbol exige dedicación exclusiva. Traspasó el Telón de acero porque el régimen comunista le ahogaba y nunca más volvió a ver a su madre, a esa pena nunca llegó a acostumbrarse. Intentando quedarse en su patria de acogida, pero, aunque, sorprendentemente llegó a una final de la Copa de Europa, con el Phanaiticos griego. Él no era un buen maestro, no podía enseñar lo que no había aprendido pero ejecutaba a la perfección, se dice que su zurda era un fusil de precisión. Pero yo prefiero la zurda de Diego, no era tan precisa pero estaba más en sintonía con el arte. El fútbol nos ha dado más días de dicha a argentinos, brasileños, españoles... que la abrumadora mayoría de los políticos que hemos tenido a lo largo de la historia. 

España no levanta cabeza desde que el pueblo que había luchado con coraje contra Napoleón, aclamó la vuelta del Deseado, no sabía cuánto se arrepentiría. Pienso que ahí empieza la modernidad de nuestra política, sé que nuestros políticos son sensiblemente mejores que los de entonces pero aún no se han dado cuenta que estamos en 2021 y que, los europeos occidentales, al menos, estamos ante el reto más complicad complicado, desde 1945 cuando acabó una guerra que nunca pudo ser Civil, porque estoy seguro de que si el Japón Imperial no hubiera intervenido, hubieran venido otra vez esos yanquis para sacar las castañas del fuego, a los que con razón criticamos, han herido de muerte a muchos países del resto de América aún no han aprendido a resucitarlos. Pero dos veces en un siglo perdieron a sus jóvenes más hermosos para sacar a Europa del atolladero dantesco en el que el odio, siempre es irracional, entre el mundo germánico y el latino, le había metido.

Los españoles aún decimos cuando algo malo ocurre que más se perdió en Cuba. Pero, Sartre dicere solebat que no somos como somos, ni mucho menos lo que que queremos ser. ¿Qué va a ser de mí, Alma? No sé cómo los demás llegan a verme cuando me siento tan pequeño leyendo siempre a gigantes.

Después de todo he comprendido que prefiero que me mate el coronavirus que la estulticia iconoclasta de las caceroladas, del Gobierno, de la Oposición, del idealismo pueril, de niño malcriado) de los nacionalistas, aunque admire, después de haber intentado ridiculizarle hasta la muerte a Oriol Junqueras. Es un mártir, él cree firmemente en el Cristo que los otros nacionalistas le han creado para poder crucificarle y está dispuesto a morir por él aunque no sea, en absoluto necesario, ni se le pida. Es honesto aunque está equivocado,; Hay que vivir aunque sea por encima de todas las tragedias. Y lo más triste porque puede que el coronavirus se vaya aunque sea  por por una solución que se halle al azarazar, pero es algo que por lo visto es inherente a la naturaleza humana. No conozco a la mayoría de las personas que conozco. 

Un abrazo caluroso a distancia, Alejandro, eso sí muy íntimo como nuesras uñá, cabellos, como nuestros antepasados que viven en el sepulcro. (Hugo von Monsmantaff) .

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.