Así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños
siempre buscando a Dios entre la niebla.
(Antonio Machado)
miércoles, 27 de noviembre de 2024
The Majestic
Había reparado una crítica de esta película en la que no podía obviar la sombre alargada de Capra y el buen sabor que dejan los finales de sus películas; todo mejora, como si nuestros políticos amaran España y no el Poder, donde el lío mezquino desaparece de éste que se esfuma ante el poder irrefrenable de la sonrisa, qué dirán, aunque estemos profanando un templo y su memoria, que es un tanto estúpida para los ojos de un héroe anónimo que sabe luchar, con su código moral irrenunciable, contra la injusticia y los atropellos.
Debemos admitir que el gran director que ataca a los monstruos que se arrastran en la burocracia, el sabor podrido del dinero y las leyes injustas que deben ser derogadas por los fantasmas invisibles de la integridad y el amor. Ahí tenemos a Ciudadano Kane; Irene Montero cree que va a cambiar el mundo, por favor, que no hable siquiera, qué ya estábamos bastante jodidos para que todo empeore. Dijo en una entrevista con el Che Guevara que dimitir era comprarse un ático en pleno centro de Madrid.
Vamos a admitir que entra dentro de lo posible que el siciliano de América podría no tener sitio en este tiempo asertivo, escéptico y prosaico, que le tildaríamos de ingenuo en la peor acepción, sería la soledad de un poeta en una sociedad que solo conoce la prosa.
Un guionista de serie B que aspira a subir de categoría y escribir para las grandes productoras no sabe quién es, después de tener un accidente de coche en un puente que no sirve para unir a los hombres; Ha sido saboteado por los integristas que piensan que todo pensador es un comunista y por ello debe estar en prisión o ser ejecutado.
Tras el golpe y la confusión, no recuerda quién es y llega a un pueblo en tierras de nadie, allí hace una entrada fantasmal y algún vecino borracho cree ver en él las reminiscencias luctuosas del rostro del hijo del dueño del único cine, que ante la crisis de valores, ha cerrado y lo pone en conocimiento de su padre que no lo cree, pero un magistral Martín Landau quiere ser seducido por la idea descabellada de que un muerto ha vuelto a levantarse de su tumba perdida y entramos hasta la médula en los terrenos de lo paranormal y acaba admitiendo que puede ser su hijo aun sabiendo que su hijo está muerto para siempre, que, a ciencia cierta, este meteco intelectual no lo es, pero él, con lágrimas en los ojos (volvemos a Capra) quiere que lo sea.
El Majestic vuelve a abrir sus puertas, a pesar de la escasez de muchachos jóvenes. La alegría por la apertura se refleja en el uniforme brillante del amable acomodador. El pueblo, mientras llora a los otros muchachos muertos y no resucitados, cuyos padres no tienen un cine, ni lloran con la triste alegría de Landau.
La sentencia más capriana reza que Carrey nunca estuvo allí antes y lo sabe, pero desea fervientemente jugar en serio a ser lo que nunca ha sido, tener un padre maravilloso que nunca tuvo. No podrá borrar su sueño de escribir un gran guion para las grandes productoras, ahí lo tiene, es genial. Darabont es un revolucionario, ha convertido a Jim en adulto interesante e inteligente...
Carrey es más humano y limitado que James Steward, de acuerdo, nunca podría ser el caballero sin espada (la peor película de Capra para mí). Pero da la talla ampliamente a la hora de hacer de perdedor, ese papel que el Jimmy de América solo hizo, ya maduro, en los Western de Howard Hawks y no del todo bien desde mi punto de vista. Esa América profunda y deprimida necesita crear un Dios, puesto que Dios existe en un día del que aún no ha despertado.
Prefacio
Los adioses a un payaso incorregible - Gracias Jim
No sé cómo dejarlo, he seguido aquí por ti, y a ti no te lo he dicho (he pagado demasiado caro mi mentira blanca de los viernes por la noche, cuando la libertad resplandece y se nubla).
Quizás seas un bohemio, romántico y empedernido. He hablado una sola vez contigo, tengo que reconocer que tu voz es tierna, invita a la ternura, cómo no, en la barra de un tugurio, en una noche florentina donde pudiéramos errar sobre la sombra del fantasma de Heine, en la determinación del David por derrotar lo imposible y nadar en las aguas oscuras del Arno que se funde con el recuerdo de lo que nunca vivimos ni viviremos, pero está ahí esperándonos, en arrancar poesía pagana de las tejas de Santa María de las flores, en cantar al ruiseñor que agoniza en los labios de Keats.
Sé que me has soportado lo que ni yo mismo me hubiera soportado, ignoro si crees en Cristo. Pero eres un buen cristiano. Te pediría que le dedicaras más tiempo a los poemas de amor, digamos lo que digamos, son los que permanecen.
Un abrazo.
*** *** *** ***
Francisco Enrique León.
¿Qué me queda, ahora, Dios mío, de ese lento corazón que te buscaba? *** *** *** *** (Léon Pasternak)
La mejor película del siglo XXI para mí. Recupera el espíritu del New Deal.
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