Ella creía que
todos los puentes eran hermosos.
I could have loved
you once
and even said it
But you went away,
When you came back it was too late
And love was a forgotten word.
Remember?
(Marilyn Monroe)
Pude haberte
amado alguna vez
e incluso lo
dije
pero te fuiste,
cuando
regresaste era demasiado tarde
y el amor era
una palabra olvidada.
¿Recuerdas?
1
Una habitación
sin alma
Hay quien puede
creer que tu sonrisa es triste,
que envidias la
soledad sin sueño
de los pájaros
que mueren
porque no tienen
pulso que les lleve a gritar,
porque sus alas
no vibran de desesperación
ni tienen que
enfrentarse
al castigo de
las horas envueltas en tañidos sin campana,
en llamadas sin
respuesta.
No volverá tu
padre para sentarte en sus rodillas
y decirte que
eres preciosa y tierna,
que no te dejará
nunca,
te sentirás
fuera de órbita en el planeta de tu madre
que ante el
espejo destroza el carmín contra sus labios,
las flores
contra el olvido
donde navega la
última frase de amor que no recuerda,
y llorarás, como
se llora en el silencio de una habitación sin alma,
como llora una
niña cuando el mar le inunda los ojos
y una pajarita
de papel con un poema plegado
le atraviesa el
pecho encogido
mientras espera
que la aurora llegue para llevarse el miedo.
2
Los
puentes
Ya no sentirás
vergüenza de ser una chica triste,
ya no pensarás
que has hecho algo malo
cuando tu amante
se enfade
porque han
bajado sus acciones o ha perdido en las carreras.
No agacharás la
cabeza bajo los puentes inclinados
ante el recuerdo
errático de tu amor
y la huida de
las caricias,
no verás el
acero envolviendo los cristales
con las
pinceladas borrosas de los edificios
en la lejanía de
los crepúsculos que se apagan
donde tu corazón
se desmorona
como la última
lágrima
de una sirena
que vaga
perdida en la
corriente constante del Hudson.
3
Ningún
lugar
Estarás sola cuando
llegue el cartero
y pregunte por
otra dirección,
¿sabes dónde
vive la tolerancia?
¿dónde la
generosidad que nadie tuvo contigo?
¿dónde encontrar
el milagro de una sonrisa sincera?
Se hace tarde,
la esperanza ha pasado,
la ciudad se
cubre de una neblina fluorescente
y hay muchachos
que escriben en la calle
ríos de amor con
un verbo descontrolado,
hay quien pasea
sin saber hacia
donde se encaminan los versos
que morirán sin
aire ante los muros
de la avenida
del silencio,
quien tiembla
ante el recuerdo del amor
como si fuera un
dios que nunca le perdonara
haber nacido con
una sonrisa triste
como la tuya,
como tu enredadera y tu recuerdo.
Siguen pasando
los coches y te quedas ensimismada
con los
fragmentos de belleza
que proyecta la
luz de los faros sobre la lejanía
mientras tu
corazón se acerca a la fragilidad
de un sueño
inacabado,
de una ruta
cortada por un murmullo de voces que no comprendes.
Nadie te espera,
nadie te necesita
pero yo
entregaré tu nombre
a la rosa de los
vientos
cuando el norte
se apague y tenga para siempre tu sonrisa.
4
Cinco
minutos
Porque todo el mar cabría en la belleza oscura de
tus ojos
y aún así me
quedaría con la luz de tu mirada.
Cinco minutos de
amor, un refugio en el recuerdo,
un alma que se
emociona con las palabras sensibles
que apenas
escucha
y deja
descosidas en un cuaderno sin solapa.
Los caminos se
estrechan entre la luz que se acorta
y difumina
y llamas al
grillo del hogar que no tuviste
porque estás
sola
como una muñeca
perdida en un almacén
cuando terminan
las rebajas,
como el silencio
de los escaparates de la ciudad dormida,
como la
golondrina
que se enamora
del invierno.
Pero esos
momentos te llenan de vida,
resucitan a la
niña que se perdió y se rebela
para que su
madre adorne
su pelo con un
jazmín adolescente.
Retomas el
camino que nunca conociste
mientras lloras
por la muerte de la tarde
y a través de la
ventana los árboles
se convierten en
sombras,
tu corazón en un
silencio que agoniza,
tu sonrisa en un
gemido que traspasa la noche
y muere en el
alba.
5
Mi carta
abierta
No dejaré mi
carta abierta en las paredes de tu calle,
romperé tu fotografía reprochándome a mí mismo
haberte perdido
en la maraña de tus anotaciones,
en la terquedad
de tus reproches abiertos
como una espada
que se esgrime en el aire que me llega.
Nadie sabrá que
nos amamos una noche fría
que se adueñó de
la fragilidad de nuestros cuerpos
mientras los
barcos pasaban indiferentes
y los vagabundos
miraban las estrellas
sin saber que
eras tú quien reinaba en ese puerto
y tu calor
guiaba la zozobra de mis manos.
Tú que
alumbraste mi vida, tú que llevabas
la tristeza del
mundo en la sonrisa,
la amargura de
los vientos del sur en la mirada,
tú que ya no
sabes que me amaste una noche fría.
6
Hay quien puede
creer que aún cantas entre los muertos
esa canción que
me ponía tan triste,
que sueñas en
los escalones
del umbral de
una casa sin muros ni recuerdos
inserta en un
cartel publicitario,
que miras la
profundidad de la baraja
donde yace la
muerte teñida de imprudencia,
tu juventud
atravesada por una pluma sin tintero
cuya esperanza
se ha perdido,
tu sonrisa
acorralada por un deseo de amor
que no
despierta,
las hojas
muertas llevadas por el viento,
tu vestido
arrugado en la acera naufragando.
7
La Niebla
Después del
silencio se derrama tu voz
en una canción
alegre hundida en la tristeza ,
no queda una
elegía que haga renacer
los sentimientos
rotos, no queda una palabra,
para evocar
anotaciones transidas de dolor,
de puentes, de excesos, de manos,
de orgullo, de
agonía…
En el martirio
de tus dudas te sumerges
en ese mar de
ginebra que se agita sin norte
en la mano que
tiembla en el cristal,
en los labios
pintados que procesionan en el pasillo.
El amor no
aparece con su sonrisa extraña
rellenando los
huecos de un corazón que llora
mientras el
mundo se inclina en otra dirección
que no tiende
sus lazos,
que no retienes,
se difumina y se te escapa.
Vives el
desconcierto, flirteas con las pastillas,
mueres en la
amargura con el tono marchito
de quien siente
que su tren se perdió en alguna parte,
en los raíles
sin espejo de una metáfora sentida
donde quedan los
versos de luz
que huyeron
hacia el oeste,
y una sombra que
estrecha su figura contra tu cabeza
te susurra lo
cerca que se halla la salida.
¡No sé cuántas
veces te busqué en el murmullo
del parque por
la noche,
cantante
callejera en la soledad de la isla,
ni cuántas recité a Ginsberg acariciando
en su aullido
iconoclasta
la ternura de tu
rostro de ninfa enajenada!
Ahora miro tu
cuerpo abandonado en la niebla
que desprendían
aquellos ojos cerrados al mañana.
8
Ya aprendí que el corazón se desespera
en la negrura espesa que acaricia el abismo
del dolor y la amargura
cuando grita y no puede destruir el muro
que levantan las ruinas de tu alma.
Tu corazón se me presenta
como una niña maltratada que mira recelosa
desde la esquina que doblaba hacia su casa
y ya no reconoce los tejados y las nubes,
los rostros que se cruzan
y no puede avanzar por el peso de las sombras
de su culpa proyectada en las aceras.
Esa niña se rompe en una lágrima
que no será enjugada por un pañuelo amigo,
reza en la línea
que separa los lirios del monte,
y piensa que todo lo que amaba
se ha perdido sin remedio.
9
Volveré a tocar
tu cabello humedecido
como una tarde
gris
y volveré
a encender una
llama en nombre del recuerdo,
a despertar el
sabor de la resaca en tus ojos,
en ese infierno
de los escaparates, en el ruido
que ahoga la
palabra profunda del poeta
que duerme en la
calle con el gesto contrariado
porque las lilas
nos devuelven a la vida
una tarde de
agosto
y se yerguen
sobre el sueño
reseco de Nembutal adoctrinado,
y la respiración
de aquellos que te amamos se contiene.
¡Ay, de esa libertad
que aprisionó tus alas.
esos labios de
rojo carmín,
esos pechos
caídos para siempre!
(Publicado el 10/7/2015)