martes, 23 de junio de 2015

Tu herida

Me duelen los acordes de la guitarra oscura
que rompió los volantes
grises de tu vestido

y duerme entre los labios de un trovador desierto
que ya no te conoce,
se turba ante tus ojos y llora tus caídas

en los muelles que añoran  los pétalos del alba,
la ausencia de los barcos
que buscan otros mares que no lleven tu rostro,

en la torre que muere prisionera en los muros

de las alas azules que sesgaron tus pájaros 
y ya no volverán a la rosa fragante.



Pues hoy la tierra gime y no tengo tu acento,

pues hoy me precipito sobre la huella inquieta

que tu orgullo fingía

y tu amor abrigaba sobre una espina oculta,

bajo la sombra errante del pino solitario
que hiere San Antonio

y arrincona el delirio de la rima perversa
que te apartó de mí, 

que recogió tu vuelo de palabra encendida
en los bares cerrados, en las rojas orquídeas
de tu diario inconcluso.



Quiero romper las nubes 
que tus ojos soñaron en un pliegue de luna,

vivirte en la fragancia de las horas perdidas,
desterrar los espejos de un hueco atormentado 

en la niebla que alumbra 
el llanto de las olas por tu sonrisa muerta

y arrancan un preludio de Chopin en tu blusa,

acariciar tu herida como si recordaras
que alguna vez me amaste, como si fueras vida,

como si fueras viento.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.