miércoles, 19 de febrero de 2014

Las limusinas se cansaron de esperar y no llegaste. Eras una leyenda.

         Como seguidor irrenunciable del Brel más iconoclasta e irónico, no fui yo quien decidió nacer en la Almadraba un 15 de Mayo de 1959. Según mi maestro de las horas fumando en la barra de un bar, de los dos días más reseñables en la vida de cada uno, ese es el más importante. El segundo espero que tarde lo más posible y que me coja sonriendo.

Aunque escribo desde los nueve años soy nuevo en esto cada día, había pensado no publicar nunca, pero sé que debo hacerlo por mi Laura, por mi abuelo, por Carlos, por Jesús, por Juanito y tantos otros que aplaudirán mi atrevimiento.

Os dejo el mejor poema que he escrito, creo que no podré superarlo por más que lo intente. Que su lectura no os anime a dejar el poemario cerrado.


No hablaré de poesía cuando el sol de la tarde
me deje en el instante de los rayos que mueren,
ni hablaré del calor perdido en los balcones
ni de la amplitud de tus manos abiertas.

No podré ni llorar por lo que no comprendo
ni ofrecerte la llama que hierve por tu nombre;
sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.

Me abraso en tu mirada de sueño adolescente
y guardo en la memoria rincones sensitivos,
no me puedo llevar de aquella soledad
para volver a amarte como si hubieras muerto.

Esta ciudad que fue cuna de mi silencio,
hoy me lleva hasta el mar profundo de la queja;
se me nublan los ojos cuando escucho tu voz
que inunda el vaporoso gemido de los puertos.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.