Cuando nos alejamos en el tiempo, en el espacio,
sabía que lo más hermoso de mi adolescencia escapaba,
y un rastro de melancolía quedó en mi voz,
una herida de aromas en el limpio sol.
Más fuertes los cambios que la distancia,
más agrio fue el olvido que tierno aquel amor,
pero tu nombre no fue peregrino
para los árboles que nos vieron pasar
y han quedado resonancias en los senderos
de tu dulce mirar.
Y yo, que puedo morirme
con las mismas locuras
que entonces conociste,
sé que tu nombre no morirá;
está escrito en el cielo que buscabas
adonde ningún olvido ha podido llegar,
donde siempre queda un rincón para soñar
con tu boca, tus manos, tu cabello…
(1983)
Bueno, me podía haber ahorrado el comentario de arriba con lo de romántico. Esta poesía lo es y embellecida con esa nostalgia. Me ha encantado, pero claro eran de otros tiempos, así que a ver si ahora vuelves a versar de esta forma. Precioso cierre Enrique.
ResponderEliminarUn placer leerte y un abrazo.
Volveré si te pones a tiro, jajaja.
Gracias, Elda, sabes lo importante que es reafirmarte en ideas que te han rondado siempre tu mente, quizás en esa etapa me sentía un poco perdido. Es un orgullo poder contar siempre con tu aliento, pensar que quizás esté equivocado, y que puedo mostrar estos poemas con firmeza.
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