Y tengo que cantar caricias de un instante,
recuerdos que no existen, sombras que me abandonan.
El vapor, a lo lejos, canta nuevas hazañas,
de Antiguas travesías en puertos y guitarras.
Los borrachos que surgen doblando las esquinas,
hablan de un nuevo pulso con la razón de siempre,
¡Escenario de risa! ¡Farola engalanada!
y naufragio sin dios cuando llega la herida
de amor sin ti, mi amiga, de amor que no comprende
esta fría pasión que glosa soledades.
Resaca
I
Nubes y gaviotas gritan
bajo el oscuro sol de la mañana.
Tengo que cambiar este signo,
ahora que Dios, como siempre, mira para otro lado,
pensar que no todo se ha perdido
con el último discurso de aspirante a profeta,
que en algún rincón hay una sonrisa
para darme fuerzas,
para volver a algún sitio desolado
después de la marejada.
II
En la lengua el sabor amargo que persiste
y en la cabeza las voces que no acaban,
los reflejos de los vasos que se rompen,
el alcohol derramado por los suelos.
Las farolas alumbradas aunque sin luz,
en la primera hora de resaca,
en estas peñas que incitan al suicida,
este mar que recoge los cuerpos que soñaron.
En la falda del monte, el cementerio
sigue abriendo agujeros
que serán ocupados por esquelas,
por nombres y jarrones, por pétalos marchitos.
Y los barcos cruzando el Estrecho,
el alma encerrada en la deriva
de una ciudad que muere en el perfume
que ayer la embadurnaba
que se abre a un rumbo cierto,
de plegaria en otra lengua
que no entiende,
ebria en su fracaso, confundida
por no haber compartido la miel en el pasado,
por no querer escuchar la voz de los que sufren
cuando sólo pedían caricias con los ojos.
Esta ciudad, que fue refugio de Camoens,
en el ocaso de su sangre se debate
en el ocaso de su sangre se debate
en una mancha rota que no entiende.
,(15/07/2011)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.