A mi amiga y maestra, que he sido tan tonto de darle a entender que me he olvidado de ella. Ni un solo momento, dulce y hermosa Cristina Lopera, he dejado de pensar en ti. Aunque durante días no se me haya venido tu nombre al pensamiento, cuando lo ha hecho siempre ha sido para darte las gracias por lo mucho que me diste, por lo poco que conservo de tu gracia, pero ¡ay, cómo iluminas en estas noches tan largas!.
No me queda fe, como hombre estoy acorralado;
el poeta que fui la agotó inútilmente
en la madrugada
de su última salida,
el despistado que pasa leyendo el periódico
tropezará con las noticias que hablan de diálogo
y abogan por la reconciliación del bosque con la
muerte,
el desencantado que frecuenta una oficina
discutirá con sus programas informáticos
en el café aromatizado de un lunes adormecido
que despierta en sus labios cuando Pepa lo
sirve,
el borracho nostálgico herido en una fiesta
hablará de la magia de amores que no fueron,
y que recuerda siempre con ligueros y tangos,
y el hombre sin fe con mi nombre y mis pesares
seguirá hasta el fin con turbias recaídas
porque no le enseñaron a arrojar la toalla.
(Poema de la duda) 07/05/2011.
No dejes de colgar poemas como este. Valen la pena.
ResponderEliminarTe sigo en el silencio.
abrazos
Quizás, Carlota, no sea el tipo de poemas que mejor me representen, fue un tiempo y fueron unas circunstancias, de tods formas te agradezco tu gentil comentario y, por qué no, si vuelvo a identificarme con este perdedor vocacional del poema, los colgaré, espero que te gusten.
ResponderEliminarUn saludo.