viernes, 30 de agosto de 2024

Meditaciones dolidas


1


Sigo donde estaba después de atravesar
la encrucijada densa y plomiza de la tarde
que no habla, nunca espera
y cierra su cortina frágil de luz en el ocaso,
después de agrietar las linternas cansadas
en la niebla nocturna
de los mares perseguidos que persisten en mi alcoba
y nunca besaron el puerto de mis dudas
cuando penetraba en las líneas verdes, en las pupilas
de unos soles añorados,
de una esperanza angustiosa en la calma.

Porque, después de haber intentado
acometer nuevas empresas, inútiles hazañas
en otros huertos, en otras latitudes,
he comprendido que no sé hacer otra cosa;
escribo
en los pétalos efímeros de la hiedra desprendida
que se abraza a los muros postergados
de la ermita solitaria,
en la huella de la luna que no podrá borrarse,
rubrico
epitafios de amor con un tono lastimero,
con un ritmo desesperado
que arrolla la vereda de un verso subversivo
y una tierna romanza en los labios de una hoja,
respiro
en el aliento de la fuente de la infancia
que se retuerce en las alambradas que fluyen
y cierran su mensaje en las manos del acero
que han ido sembrando en el agua los relojes de humo
que me llaman, me empujan, y se alejan del niño
que no puede esconderse en el espejo
menguante de mi esfera,
ni en la estancia que sufre la ira de un desahucio,
ni derramar las flores que aromaron
el milagro fugaz de una sonrisa en el alba.

2

Me abruma un mundo que juega en los andamios
con el error y la fatiga de poseer la verdad,
yo sé que estoy equivocado.
He roto la cuerda de mi esperanza
pero sigue oprimiéndome la garganta y la sangre
cada vez que se escribe mi rostro en un pañuelo,
reniego del pasado
con una plegaria sincera cada noche
que me asusto de mí mismo
pero vuelve a aparecer en la lengua de la sierpe
escondida en la piel de una manzana que persiste
en el hombre que afronta la marea y la rutina
y no cree en el ángel que anuncia la mañana,
no he dejado atrás al cómico que fustigó a la risa
y llegó a una meta, que marcada no venía
en el libro de ruta, con la montura reventada,
que creía que el talento redimía de la culpa,
mas no apagó el dolor
sin tregua arrinconado en los surcos
que el maquillaje de los escenarios apagados
exponía la herida en la trastienda de una sesión
vacía, sola, triste, desesperada.

Me dejaré llevar por las raíces
hacia la blanca orilla de la sombra de los álamos.

3

He bajado a la playa oscura de las matas
que gritan en las piedras y en los muros
donde habita para siempre la muerte de un cometa
con la bufanda raída que arrastra una ventana de misterio
en el índigo profundo que oscurece
la fábrica abandonada en la escollera,

el muelle destrozado por la lengua del levante,
los escombros en el barranco de la fragua,
para vestir de silencio a la luna
que vuela en la memoria de las nubes,
para liberar del lazo al painico de una infancia
feliz y acorralada entre los arenales de los pasos sonrientes
que juegan en el olvido a las ansias de vivir
entre los crisantemos
que colman la escalera de los días más lentos y más amargos.


4

No conozco los motivos
por los que me rebelo contra el discurso airado
de una queja adolescente que aún me llama,
por los que sigo en pie después de tantos sueños
en el frente de la vida masacrados por la rabia,
impresos para encadenar mi nombre a una oficina,
después de tantos poemas malogrados,
después de tanta farsa y de tantas caídas.

He olvidado las razones por las que vuelvo a una calle
temible y opresiva que solo cambia
el mástil de su bandera
mientras sigue el puñal agazapado
en la placa escondida en un rincón de sus entrañas1.

Ya no sé por qué suelo hablar con los ojos,
por qué confío aún en los pecados de la virtud,
en las flores perdidas
que me llevaron a las arterias del Infierno,
por qué busco la verdad

entre los edificios amontonados y las redes vacías,
por qué siento tu nombre entre las sombras,
la libertad entre las rejas de un anhelo que sufre.

1 - Calle Jáudenes, ya en Ceuta, propiamente dicha. Sus moradores actúan como si pensaran que tienen el amor a España en exclusiva.


5

He roto los espejos

Me he levantado entre las violetas
mientras aclaraba
cantando un canto olvidado
en la noche serena.

(Pasolini - Versión: Delfina Muschietti)

He roto los espejos que rezan al pasado
en la alcoba que tiembla en el aire dolido
y muerde la querida remembranza
de una lágrima densa caída en tu mirar
y el canto de tus manos
que busca en el desierto la multitud que espera
la sed de tu garganta
herida en las caricias que arrastran los vestigios
de la larga cadena forjada por tu piel.

La cortina rendida en los escaparates
suspira en tu mirada
con un verso extraviado que sufre los agravios
del pensamiento lógico que perdió la razón
y siente tu latido en la espesura
cuando llega la noche profunda de tu ausencia
a los pétalos negros de mi bosque medroso.

He roto la añoranza de un mundo malogrado
que no quiso quererme en su vacuo latido
ni que yo lo quisiera;
ya no soy quien pasó con la luz en la frente,
quien escribe un poema en los labios del viento.

En tu mirar viajaban las soledades del alma de los celos

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.