Ahora vives en mí aunque no estés te siento
como luz en mis sombras, un sueño en mis quimeras.
I
Derrota
Yo quería vivirte y que tú me vivieras.
Las notas del poema que llegaba a tu oído
se acercan a tu paso, se visten de tu aroma,
se pierden en tu alma
ahora que navega
en la tinta borrada por tu propio recuerdo.
Aunque no te lo diga y no busque tus manos
sigo pensando en ti
como el amor de siempre
porque vuelvo a tu piel en el bajel hundido
que ha surcado los miedos antiguos que guardamos,
porque piso las calles que fueron nuestra vida
como un poeta ciego
que muere en el destino y canta a la tristeza,
porque te reconozco
en mi sueño y mis ansias,
porque miro la esquina por donde aparecías
mostrando dolorido los estragos del tiempo.
Porque voy caminando sin rumbo hacia tus brazos
y no tengo palabras
hermosas que ofrecerte,
he perdido el pudor de admitir mis errores,
apagado la llama que brotaba en mis labios
ahora que las llagas del pecado se muestran.
En poco más de un día, Leónidas y sus 300 iguales (no así los 1100 honderos ilotas) pasaron de la derrota a la inmortalidad. Eres la reina absoluta de mi mejor poemario, mi poeta favorita.
2
Ya no mueren los labios lejanos que tuviste
en el rubor sin rostro de una lágrima amarga
que cae en el espejo de una sonrisa triste,
un aroma pasivo, una esperanza herida,
un árbol receloso de las hojas del tiempo.
He perdido tu gracia, el ritmo de tus brazos,
los libros que escondías en el desván del viento,
tengo sangre en las alas
y el corazón perdido,
una corona mustia que insiste en los instantes
de aquellos versos largos que huyeron de mi frente.
Ya no busco en las sombras el aura de tu rostro,
tus zapatos perdidos en la fiesta que llora,
tu cintura vagando en un rumor que siente
la luz de tu recuerdo en las calles vacías,
ya no espero tu orgullo en la mano que tiembla
en la cruz aromada por tu último nombre,
pero sigo surcando
el mar de tu mirada.
3
Insistencia en la herida
¡Aquella inspiración, aquel pulso sin alma
tocaban tus cabellos, tu despertar de dudas,
tus piernas de quimera, tu hambre de futuro!
Te amé con mi chaqueta, mi ausencia de ventanas,
te amé, te amé sin freno, tamaño ni medida.
Como una herida abierta gocé tu humor de lunes
tu reino sin corona, tu voz de sacrilegio,
y sufrí tus caricias en la alcoba que tiembla
si no tiene tu rostro.
Paso como un olvido,
una avecilla, un drama,
y no quiero firmar partes con mi fracaso,
no quiero acariciar la sombra de mi pecho
ni amanecer herido
con tu nombre en la frente.
Insisto con tu queja, tus excesos, tu risa,
el rostro que llevaste en una tela ardiente,
la canción que tejiste del sueño de tus manos.
Insisto en el aroma tierno de tus caderas
que se adueñó del aire
y vendrá adonde vaya,
en el mirar sonoro que me llevó al abismo,
en la llama que alzaste cerca de mi locura.
4
Hoy tengo que arrastrar
Hoy tengo que arrastrar esta carga de dudas,
este mirar tan triste que se pliega en los astros,
sigue la pasionaria
verde de los silencios
en el puerto vencido sin alba en la pared
que esbozas en el antro donde nada te inquieta.
Yo en esta claridad que traspasa mi pecho
en la ciudad que sigue sin luz en la memoria,
conservo las palabras de amor que me dijiste,
enhebro los espejos oscuros de tu rostro,
escribo cuando llega
el misterio que duele,
hurgo en la soledad de los versos sin brillo.
5
Ya escucho aquellos versos como si fueras otra,
como si hubieras ido
a traspasar las dudas de los mitos de piedra.
Pero yo estoy aquí, en el árbol, en la fuente,
en tus ansias de sol, en flores que no hablan,
en estrofas que anidan alma de soledad
sin buscar un poema que destrone los llantos,
sin encontrar el ritmo, sin ver una palabra.
Ya escucho tu sonrisa en el mar que se aleja
y busco en otra playa de tu arena la orilla,
vivo como un olvido flotando entre las aguas
que se alejan de ti, que insisten en tu rostro,
sin poder detenerte.
6
A una mujer que escribía un poema
Quizás nunca más vuelvas a llevar el vestido
de nuestra madrugada
en un campo de luna,
ni muestres el sendero en el que ardió la noche,
ni evoques la arboleda donde el mirlo reía.
Porque hoy me detienes
en el umbral del sueño
que se hunde en la duda que crearon los pájaros,
porque hoy el carmín tus penas no desborda
y hay folios en tu olvido, sin firmas ni palabras,
porque busco tu luz en las calles oscuras
de tu verso sin rima,
el amor en tu estela, la voz en tus fracasos.
7
Nocturno de las Huertas
Insisto en el bolero
que expiraba en la noche de tus medias ardientes,
de tu balcón al aire y una estrofa asustada,
insisto en los teatros empapados de sueño,
en la muñeca herida
que despierta en el firme donde rimaba Bécquer
con un rayo de luna,
en las flores perversas de los escaparates
donde Brecht esperaba la llave de tu estuche,
la soga que rompiste para tejer tu olvido.
Insisto en la pasión de Peckinpah que asalta
el último desierto
con un lirismo amargo y una tibia sonrisa,
de Fassbinder viviendo la angustia de un esquema
de tu letra temblando sobre el pájaro herido
que abrigaste en tu pecho, en una noche densa,
en la triste elegancia negra de tus zapatos,
en hojas agolpadas en andenes sin rima
que llevaron tu paso hacia ningún destino
8
Mi elegía
¡Oh, ramas de licor que me llevan al borde
y salpican las gotas sin dueño de tu esencia!
¡Oh cortina sin velo, serenata sin canto
donde amaga tu rostro y muere mi silencio!
¿Estoy despierto o sueño con nombres que pasaron,
con cartas que no firmo, con adioses tan dulces
que llegan a mi alma y no puedo entender?
Hoy quiero despejar de los muertos la sombra,
la voz de tu tristeza, creer en el futuro.
Desvarío en mi rumbo, mi vieja dirección
donde aún vagan los patos salvajes de la noche,
insisto en mi elegía;
nadie quiere leer
los poemas que escribo
en el viento sin rumbo de tu amor que gemía,
nadie quiere llegar al puerto de mis dudas,
con la luz ahogada de farolas inquietas
oscurece el enigma de tu alma cambiante
sobre los adoquines donde suenan los saxos.
9
Insisto en los acordes de una guitarra rota
que duerme entre los labios de un trovador que gime,
en los muelles que añoran de tus barcos la ausencia,
en la torre que muere prisionera en los muros
de las alas azules que cortaron tus pájaros.
Pues hoy la tierra gime y no tengo tu acento,
pues hoy me precipito sobre la huella inquieta
que tu orgullo fingía
y tu amor abrigaba
sobre la sombra errante del pino solitario
que arrinconó el delirio de una rima candente
y recogió tu vuelo de palabra encendida.
Quiero romper las nubes que tus ojos miraron,
vivirte en la fragancia de las horas que pasan,
en la niebla que brilla entre los farallones,
arrancar un nocturno de Chopin de tu pecho,
acariciar tu herida como si recordaras,
como si fueras luz que grita su penar,
como si fueras flor o viento enamorado.
10
Antiguo Patio
Te viví sin saberlo y aún me duelen tus lágrimas,
aún preguntan mis ojos
por un amor herido
en los escaparates curvos de los deseos,
en las escalinatas de los sorbos vividos.
Ya no puedo arrancar los sueños que pasaron
sin temblar en la sombra
de tus brazos tendidos,
sin pedir la sonrisa tierna que me negaste,
sin soltar las amarras del fulgor amarillo
dibujado en tu frente
en un alto camino
que me lleva despacio hacia tus pensamientos
y abrocha los cordeles de un firme desvarío.
Ya no puedo mirar los soles de tu herida
dejando tus jarrones
sin amor, sin olvido,
pero vuelvo a tu rostro como una rosa ardiente
que llora cuando clama
en la vena anhelante de un verso perseguido,
que guía hacia tu pecho al último poema
que no supe escribirte
y siente el resplandor de un sentimiento limpio.
11
Epílogo
Desgarro en mi silencio la voz honda de un bardo,
el mar donde soñaste ser una bailarina,
los árboles rendidos a cuyos pies penabas,
desgarro los deseos donde mi noche hervía.
Este vagar constante que no encuentra tu huella,
este trote sin ritmo que me lleva a tu ira,
este sentir tu verso sin poder encontrarte,
se agolpan en mi mente, se hunden en mi vida.
Enciendo tu farola en un balcón distante
y llamo a tus cristales como una golondrina.
Me muevo en tu fracaso, perdido en la nostalgia.
Me hiere tu misterio solo como una isla,
la roca de tu olvido, la miel de tu presencia,
sollozo en los laureles donde el mirlo reía,
en tu alma rasgada, en tu miedo a la noche,
en tu pecho temblando, tu vientre que gemía.
Persisto en la mirada que alentará mi empeño
en el amplio salón que guardaste en tu herida,
y aquel verso de Frost que irónico miraba
a un Yupanqui cansado en tus ansias dolidas
de visillos abiertos que secaban las lágrimas,
en tus trenes amargos, parados en la vía,
en tu amor que me duele, tu sombra que se acerca,
la muerte que me busca en una barca hundida.
12
Días de cine
Ahora, por vuestra culpa, los ojos de mi niña
enrojecen sin tregua hinchados por el llanto.
(Catulo – Carmen III – Tr.: F.E. León)
Ya no podrás volver a la arena mojada
de luna sin recuerdo,
a las barcas cansadas que muerden otra orilla,
a las redes tendidas que no esperan tu paso,
al barrio ceniciento que muestra sus ruinas.
Ya no podrás volver a la escena que muere
con el dulce candor
de un beso primigenio,
al corazón sin huella que buscaba tu mano
y sigue caminando por la senda perdida
de tu primer poema,
de tu alma constante
ahora que la llama oscurece en el patio
y la música vaga por otra melodía.
El pajarillo gris que anida en otro sueño
se precipita al Orco del que nadie regresa
ahora que sin tregua enrojecen tus ojos
por un amor herido,
por un carmen inmenso que no encuentra tus labios.
13
No volverás
Y durante un instante, en su rumor,
regresa el latido del primer poema
de una vida
como una música lejana que se apaga en la noche.
(Constantino Cavafis - Voces - Versión: F.E. León)
*** *** ***
Es cierto que no vuelve lo que nunca pasó
y siempre se hace tarde cuando el alma se agrieta
y se va la esperanza
como una mariposa que atraviesa las nubes
y empapa la tristeza de su vuelo
con la presencia oscura que guarda los rescoldos
de un deseo ferviente que resiste en la sangre.
No volverás, lo sé, pero te espero al alba
con la flor en los labios
de la mirada quieta en la eterna sonrisa
de una estrella fugaz
que caerá en tu olvido cuando hierva el recuerdo.
Nocturnos a pleno sol
1
Y tú y yo, separados por música y gemidos,
habitando en un mundo que no nos pertenece,
desvelamos los surcos del tiempo en nuestras almas.
(Las flores y los prados)
I
No me llames en la noche
silenciosa de tu manto y de tu olvido,
no me dejes soñar con la luz de la alborada
que transita por la estrella ansiosa que te alumbra,
por el lamento errante
de un hombre perseguido
que siempre me visita cuando pienso en tu alma
con la mueca suplicante de un monstruo atormentado.
II
Navego en las canciones profundas de esta tierra
que anuncia nuestro paso
y muerde su fatiga en los jazmines,
en castillos de naipes que se yerguen en una lágrima,
porque quiero mecerte en la memoria
de la muchacha de luz que muestra tu sonrisa por las calles
que nos vieron pasar y esconden tu figura en una esquina,
porque quiero sentir
que has vivido en tus entrañas
la herida penetrante del sueño que brota en tu mirada,
los geranios que vibran solo con tu presencia.
III
La voz de tu fragancia vertida en los portales
se extiende por el barrio
donde ya nadie escucha la queja
siempre viva en los ojos de Billie Holiday,
ni la pluma extraviada de Paul Simon que sigue
arañando las paredes de un poema sin ritmo
en tus sentimientos,
ni la cadena sujeta a los caminos tortuosos de una oración
que no encuentra su palabra y culmina en tu nombre,
en una vieja soledad que no envejece
mientras pasamos por la frontera
con un mensaje sin destino encallado en el fulgor de tu mirada,
en los soles dichosos que brillaron y nos sonríen con tristeza.
2
Vives en otro mundo
que para mí
era el más querido de los últimos rayos
que bañan las acacias de tu esquina.
He pisado la isla entre el Hacho y las matas,
me hundo y tengo miedo,
he cantado a los hijos lóbregos de la noche
que muere en la escollera
como si fuera un sueño interrumpido
en el swing de tu mente y tu amargura.
He atracado en los astros de los dioses que penan
en caminos de polvo que perdieron el nombre,
en templos derrumbados cubiertos de ceniza.
Ya no puede pensar en ti sin un aullido,
ya no puedo olvidar la furia de tu brisa
cuando no me comprendes,
la soledad del mundo que brota en tu mirada
cuando dejas atrás la huella de mis labios
en tu vestido rojo,
y el silencio del búho que recorre la playa
de mis caídas bruscas, de la sombra que espera
suspendida en el aire de la muerte,
en el tenue latido
de la marea tibia que al alba se recoge
en la cala doliente que tú amaste,
y no hallo mi alma, perdida en la tristeza.
3
No he dejado de amarte
a pesar de la hondura del proceloso viaje
que me encierra, nos cubre y nos separa.
Volveré a los huecos de tu olvido
para gritar tu noche tensa y larga,
a los caminos grises para encontrar tu paso.
4
Quizás vuelva la noche profunda de las calas
y camine en tu rostro
la luz por los estrados y muestres el deseo
de vivir en la tierra
que anidara tus pasos cuando te perseguía
y te entregué los aires queridos de mi voz.
Llevas en la mirada el soplo del Poniente,
en los labios la herida del pájaro que tiembla,
los soplos que iluminan
en la huerta que muere y vuelve en el recuerdo
para hablar en los bancos de la luz apagada,
del capricho que acoges en tus alas caídas.
5
He querido la sombra inquieta de tu blusa,
la nube de tu canto,
la hiedra de tus muros,
he escrito un poema en el atracadero,
viste su melodía
la farola en la piedra de un quejío pasado
en la taberna lúgubre de canciones sin rumbo,
en los juegos malditos
que llenaban tu boca y encendían los deseos,
en los mástiles rotos
en la herida de niebla cercenando las calas.
Solo puedo buscarte como un sueño perdido
que escucha en la mañana la voz de ese silencio
que se apodera de Abyla
que grita que aún me amas en su quietud nerviosa.
6
No he podido dejar tu pensamiento, Georgia,
en el anochecer
que cubre la presencia de tus brazos,
entregarte el camino del Llano de las Damas,
la higuera que talaron y sigue en tu memoria,
el último autobús que cruza la frontera,
las canción olvidada que te busca en las sombras
y aún escuchas loca
llenando de emoción a la niña que duerme
en un rincón preciso de tu rostro y tu danza.
Porque vuelvo al portal de los besos perdidos,
porque tomo tus labios y te robo la calma,
y sonríes al sol,
llegas con el Poniente
que atraviesa las lágrimas de las muñecas rotas
y me llevas al mar de la agonía
para dejar tu huella en la Peña del Toro,
para romper la nube sumergida
en un trozo de cielo tormentoso,
en un rayo de luna que vive para el Orco
y no entrega esperanza al pajarillo herido
que acunaste en tu espiga, en tu regazo
en el viento de abril
que tú amabas.
Derrota
Yo quería vivirte y que tú me vivieras.
Las notas del poema que llegaba a tu oído
se acercan a tu paso, se visten de tu aroma,
se pierden en tu alma
ahora que navega
en la tinta borrada por tu propio recuerdo.
Aunque no te lo diga y no busque tus manos
sigo pensando en ti
como el amor de siempre
porque vuelvo a tu piel en el bajel hundido
que ha surcado los miedos antiguos que guardamos,
porque piso las calles que fueron nuestra vida
como un poeta ciego
que muere en el destino y canta a la tristeza,
porque te reconozco
en mi sueño y mis ansias,
porque miro la esquina por donde aparecías
mostrando dolorido los estragos del tiempo.
Porque voy caminando sin rumbo hacia tus brazos
y no tengo palabras
hermosas que ofrecerte,
he perdido el pudor de admitir mis errores,
apagado la llama que brotaba en mis labios
ahora que las llagas del pecado se muestran.
En poco más de un día, Leónidas y sus 300 iguales (no así los 1100 honderos ilotas) pasaron de la derrota a la inmortalidad. Eres la reina absoluta de mi mejor poemario, mi poeta favorita.
2
Ya no mueren los labios lejanos que tuviste
en el rubor sin rostro de una lágrima amarga
que cae en el espejo de una sonrisa triste,
un aroma pasivo, una esperanza herida,
un árbol receloso de las hojas del tiempo.
He perdido tu gracia, el ritmo de tus brazos,
los libros que escondías en el desván del viento,
tengo sangre en las alas
y el corazón perdido,
una corona mustia que insiste en los instantes
de aquellos versos largos que huyeron de mi frente.
Ya no busco en las sombras el aura de tu rostro,
tus zapatos perdidos en la fiesta que llora,
tu cintura vagando en un rumor que siente
la luz de tu recuerdo en las calles vacías,
ya no espero tu orgullo en la mano que tiembla
en la cruz aromada por tu último nombre,
pero sigo surcando
el mar de tu mirada.
3
Insistencia en la herida
¡Aquella inspiración, aquel pulso sin alma
tocaban tus cabellos, tu despertar de dudas,
tus piernas de quimera, tu hambre de futuro!
Te amé con mi chaqueta, mi ausencia de ventanas,
te amé, te amé sin freno, tamaño ni medida.
Como una herida abierta gocé tu humor de lunes
tu reino sin corona, tu voz de sacrilegio,
y sufrí tus caricias en la alcoba que tiembla
si no tiene tu rostro.
Paso como un olvido,
una avecilla, un drama,
y no quiero firmar partes con mi fracaso,
no quiero acariciar la sombra de mi pecho
ni amanecer herido
con tu nombre en la frente.
Insisto con tu queja, tus excesos, tu risa,
el rostro que llevaste en una tela ardiente,
la canción que tejiste del sueño de tus manos.
Insisto en el aroma tierno de tus caderas
que se adueñó del aire
y vendrá adonde vaya,
en el mirar sonoro que me llevó al abismo,
en la llama que alzaste cerca de mi locura.
4
Hoy tengo que arrastrar
Hoy tengo que arrastrar esta carga de dudas,
este mirar tan triste que se pliega en los astros,
sigue la pasionaria
verde de los silencios
en el puerto vencido sin alba en la pared
que esbozas en el antro donde nada te inquieta.
Yo en esta claridad que traspasa mi pecho
en la ciudad que sigue sin luz en la memoria,
conservo las palabras de amor que me dijiste,
enhebro los espejos oscuros de tu rostro,
escribo cuando llega
el misterio que duele,
hurgo en la soledad de los versos sin brillo.
5
Ya escucho aquellos versos como si fueras otra,
como si hubieras ido
a traspasar las dudas de los mitos de piedra.
Pero yo estoy aquí, en el árbol, en la fuente,
en tus ansias de sol, en flores que no hablan,
en estrofas que anidan alma de soledad
sin buscar un poema que destrone los llantos,
sin encontrar el ritmo, sin ver una palabra.
Ya escucho tu sonrisa en el mar que se aleja
y busco en otra playa de tu arena la orilla,
vivo como un olvido flotando entre las aguas
que se alejan de ti, que insisten en tu rostro,
sin poder detenerte.
6
A una mujer que escribía un poema
Quizás nunca más vuelvas a llevar el vestido
de nuestra madrugada
en un campo de luna,
ni muestres el sendero en el que ardió la noche,
ni evoques la arboleda donde el mirlo reía.
Porque hoy me detienes
en el umbral del sueño
que se hunde en la duda que crearon los pájaros,
porque hoy el carmín tus penas no desborda
y hay folios en tu olvido, sin firmas ni palabras,
porque busco tu luz en las calles oscuras
de tu verso sin rima,
el amor en tu estela, la voz en tus fracasos.
7
Nocturno de las Huertas
Insisto en el bolero
que expiraba en la noche de tus medias ardientes,
de tu balcón al aire y una estrofa asustada,
insisto en los teatros empapados de sueño,
en la muñeca herida
que despierta en el firme donde rimaba Bécquer
con un rayo de luna,
en las flores perversas de los escaparates
donde Brecht esperaba la llave de tu estuche,
la soga que rompiste para tejer tu olvido.
Insisto en la pasión de Peckinpah que asalta
el último desierto
con un lirismo amargo y una tibia sonrisa,
de Fassbinder viviendo la angustia de un esquema
de tu letra temblando sobre el pájaro herido
que abrigaste en tu pecho, en una noche densa,
en la triste elegancia negra de tus zapatos,
en hojas agolpadas en andenes sin rima
que llevaron tu paso hacia ningún destino
8
Mi elegía
¡Oh, ramas de licor que me llevan al borde
y salpican las gotas sin dueño de tu esencia!
¡Oh cortina sin velo, serenata sin canto
donde amaga tu rostro y muere mi silencio!
¿Estoy despierto o sueño con nombres que pasaron,
con cartas que no firmo, con adioses tan dulces
que llegan a mi alma y no puedo entender?
Hoy quiero despejar de los muertos la sombra,
la voz de tu tristeza, creer en el futuro.
Desvarío en mi rumbo, mi vieja dirección
donde aún vagan los patos salvajes de la noche,
insisto en mi elegía;
nadie quiere leer
los poemas que escribo
en el viento sin rumbo de tu amor que gemía,
nadie quiere llegar al puerto de mis dudas,
con la luz ahogada de farolas inquietas
oscurece el enigma de tu alma cambiante
sobre los adoquines donde suenan los saxos.
9
Insisto en los acordes de una guitarra rota
que duerme entre los labios de un trovador que gime,
en los muelles que añoran de tus barcos la ausencia,
en la torre que muere prisionera en los muros
de las alas azules que cortaron tus pájaros.
Pues hoy la tierra gime y no tengo tu acento,
pues hoy me precipito sobre la huella inquieta
que tu orgullo fingía
y tu amor abrigaba
sobre la sombra errante del pino solitario
que arrinconó el delirio de una rima candente
y recogió tu vuelo de palabra encendida.
Quiero romper las nubes que tus ojos miraron,
vivirte en la fragancia de las horas que pasan,
en la niebla que brilla entre los farallones,
arrancar un nocturno de Chopin de tu pecho,
acariciar tu herida como si recordaras,
como si fueras luz que grita su penar,
como si fueras flor o viento enamorado.
10
Antiguo Patio
Te viví sin saberlo y aún me duelen tus lágrimas,
aún preguntan mis ojos
por un amor herido
en los escaparates curvos de los deseos,
en las escalinatas de los sorbos vividos.
Ya no puedo arrancar los sueños que pasaron
sin temblar en la sombra
de tus brazos tendidos,
sin pedir la sonrisa tierna que me negaste,
sin soltar las amarras del fulgor amarillo
dibujado en tu frente
en un alto camino
que me lleva despacio hacia tus pensamientos
y abrocha los cordeles de un firme desvarío.
Ya no puedo mirar los soles de tu herida
dejando tus jarrones
sin amor, sin olvido,
pero vuelvo a tu rostro como una rosa ardiente
que llora cuando clama
en la vena anhelante de un verso perseguido,
que guía hacia tu pecho al último poema
que no supe escribirte
y siente el resplandor de un sentimiento limpio.
11
Epílogo
Desgarro en mi silencio la voz honda de un bardo,
el mar donde soñaste ser una bailarina,
los árboles rendidos a cuyos pies penabas,
desgarro los deseos donde mi noche hervía.
Este vagar constante que no encuentra tu huella,
este trote sin ritmo que me lleva a tu ira,
este sentir tu verso sin poder encontrarte,
se agolpan en mi mente, se hunden en mi vida.
Enciendo tu farola en un balcón distante
y llamo a tus cristales como una golondrina.
Me muevo en tu fracaso, perdido en la nostalgia.
Me hiere tu misterio solo como una isla,
la roca de tu olvido, la miel de tu presencia,
sollozo en los laureles donde el mirlo reía,
en tu alma rasgada, en tu miedo a la noche,
en tu pecho temblando, tu vientre que gemía.
Persisto en la mirada que alentará mi empeño
en el amplio salón que guardaste en tu herida,
y aquel verso de Frost que irónico miraba
a un Yupanqui cansado en tus ansias dolidas
de visillos abiertos que secaban las lágrimas,
en tus trenes amargos, parados en la vía,
en tu amor que me duele, tu sombra que se acerca,
la muerte que me busca en una barca hundida.
12
Días de cine
Ahora, por vuestra culpa, los ojos de mi niña
enrojecen sin tregua hinchados por el llanto.
(Catulo – Carmen III – Tr.: F.E. León)
Ya no podrás volver a la arena mojada
de luna sin recuerdo,
a las barcas cansadas que muerden otra orilla,
a las redes tendidas que no esperan tu paso,
al barrio ceniciento que muestra sus ruinas.
Ya no podrás volver a la escena que muere
con el dulce candor
de un beso primigenio,
al corazón sin huella que buscaba tu mano
y sigue caminando por la senda perdida
de tu primer poema,
de tu alma constante
ahora que la llama oscurece en el patio
y la música vaga por otra melodía.
El pajarillo gris que anida en otro sueño
se precipita al Orco del que nadie regresa
ahora que sin tregua enrojecen tus ojos
por un amor herido,
por un carmen inmenso que no encuentra tus labios.
13
No volverás
Y durante un instante, en su rumor,
regresa el latido del primer poema
de una vida
como una música lejana que se apaga en la noche.
(Constantino Cavafis - Voces - Versión: F.E. León)
*** *** ***
Es cierto que no vuelve lo que nunca pasó
y siempre se hace tarde cuando el alma se agrieta
y se va la esperanza
como una mariposa que atraviesa las nubes
y empapa la tristeza de su vuelo
con la presencia oscura que guarda los rescoldos
de un deseo ferviente que resiste en la sangre.
No volverás, lo sé, pero te espero al alba
con la flor en los labios
de la mirada quieta en la eterna sonrisa
de una estrella fugaz
que caerá en tu olvido cuando hierva el recuerdo.
II
Miércoles de Ceniza
Quizás prosiga triste
por haber olvidado
su sonrisa de invierno despejando la aurora,
sus flores
derramadas en el viento de junio,
sus manos que tuvieron la emoción de las horas.
Quizás prosiga hablando de lugares perdidos,
de sombras que perduran
en un temblor
sin alba,
de rostros que pasaron bajo la luna errante
detenida en sus ojos,
de amor que no fue amor
pero me hiela el alma.
2
Si yo rezara
sobre tu amor inerte
sería una tumba abierta
sobre tu voz quebrada,
sería una primavera con el cielo apagado
que besara tu olvido, tus pies y tus palabras;
para verte en la calle
como si fueras otra,
para hundir en tu cuerpo extraño la mirada
y no saber reír, llorar, ni aparecerme
en el hombre de siempre
que siempre te abrazaba.
Si yo rezara
sobre tu amor inerte
la sombra de la muerte se llevaría mi cara
y el camino de tierra que siguió nuestro paso
quedaría en mis ojos en la noche cerrada.
¡ Ay triste carnaval de sueño y de pasiones
que muere cuando reza y llora cuando canta¡
3
Vientos de soledad que me aprisionan
han borrado tu huella de mi frente.
Si no te quiero, amor,
¿qué haré con el vacío?
¿qué buscará mi alma sin dios
por estas calles?
Sigue la primavera hermosa en los andenes,
¿qué haré con esta sombra
de pétalo fruncido?
¿qué haré con este sol que ya no quiere verme?
¿qué haré con el recuerdo
que agoniza?
¡Qué haré con tu mirada¡
Si no te quiero, amor,
¿qué haré con el vacío?
IIIMiércoles de Ceniza
Quizás prosiga triste
por haber olvidado
su sonrisa de invierno despejando la aurora,
sus flores
derramadas en el viento de junio,
sus manos que tuvieron la emoción de las horas.
Quizás prosiga hablando de lugares perdidos,
de sombras que perduran
en un temblor
sin alba,
de rostros que pasaron bajo la luna errante
detenida en sus ojos,
de amor que no fue amor
pero me hiela el alma.
2
Si yo rezara
sobre tu amor inerte
sería una tumba abierta
sobre tu voz quebrada,
sería una primavera con el cielo apagado
que besara tu olvido, tus pies y tus palabras;
para verte en la calle
como si fueras otra,
para hundir en tu cuerpo extraño la mirada
y no saber reír, llorar, ni aparecerme
en el hombre de siempre
que siempre te abrazaba.
Si yo rezara
sobre tu amor inerte
la sombra de la muerte se llevaría mi cara
y el camino de tierra que siguió nuestro paso
quedaría en mis ojos en la noche cerrada.
¡ Ay triste carnaval de sueño y de pasiones
que muere cuando reza y llora cuando canta¡
3
Vientos de soledad que me aprisionan
han borrado tu huella de mi frente.
Si no te quiero, amor,
¿qué haré con el vacío?
¿qué buscará mi alma sin dios
por estas calles?
Sigue la primavera hermosa en los andenes,
¿qué haré con esta sombra
de pétalo fruncido?
¿qué haré con este sol que ya no quiere verme?
¿qué haré con el recuerdo
que agoniza?
¡Qué haré con tu mirada¡
Si no te quiero, amor,
¿qué haré con el vacío?
Nocturnos a pleno sol
1
Y tú y yo, separados por música y gemidos,
habitando en un mundo que no nos pertenece,
desvelamos los surcos del tiempo en nuestras almas.
(Las flores y los prados)
I
No me llames en la noche
silenciosa de tu manto y de tu olvido,
no me dejes soñar con la luz de la alborada
que transita por la estrella ansiosa que te alumbra,
por el lamento errante
de un hombre perseguido
que siempre me visita cuando pienso en tu alma
con la mueca suplicante de un monstruo atormentado.
II
Navego en las canciones profundas de esta tierra
que anuncia nuestro paso
y muerde su fatiga en los jazmines,
en castillos de naipes que se yerguen en una lágrima,
porque quiero mecerte en la memoria
de la muchacha de luz que muestra tu sonrisa por las calles
que nos vieron pasar y esconden tu figura en una esquina,
porque quiero sentir
que has vivido en tus entrañas
la herida penetrante del sueño que brota en tu mirada,
los geranios que vibran solo con tu presencia.
III
La voz de tu fragancia vertida en los portales
se extiende por el barrio
donde ya nadie escucha la queja
siempre viva en los ojos de Billie Holiday,
ni la pluma extraviada de Paul Simon que sigue
arañando las paredes de un poema sin ritmo
en tus sentimientos,
ni la cadena sujeta a los caminos tortuosos de una oración
que no encuentra su palabra y culmina en tu nombre,
en una vieja soledad que no envejece
mientras pasamos por la frontera
con un mensaje sin destino encallado en el fulgor de tu mirada,
en los soles dichosos que brillaron y nos sonríen con tristeza.
2
Vives en otro mundo
que para mí
era el más querido de los últimos rayos
que bañan las acacias de tu esquina.
He pisado la isla entre el Hacho y las matas,
me hundo y tengo miedo,
he cantado a los hijos lóbregos de la noche
que muere en la escollera
como si fuera un sueño interrumpido
en el swing de tu mente y tu amargura.
He atracado en los astros de los dioses que penan
en caminos de polvo que perdieron el nombre,
en templos derrumbados cubiertos de ceniza.
Ya no puede pensar en ti sin un aullido,
ya no puedo olvidar la furia de tu brisa
cuando no me comprendes,
la soledad del mundo que brota en tu mirada
cuando dejas atrás la huella de mis labios
en tu vestido rojo,
y el silencio del búho que recorre la playa
de mis caídas bruscas, de la sombra que espera
suspendida en el aire de la muerte,
en el tenue latido
de la marea tibia que al alba se recoge
en la cala doliente que tú amaste,
y no hallo mi alma, perdida en la tristeza.
3
No he dejado de amarte
a pesar de la hondura del proceloso viaje
que me encierra, nos cubre y nos separa.
Volveré a los huecos de tu olvido
para gritar tu noche tensa y larga,
a los caminos grises para encontrar tu paso.
4
Quizás vuelva la noche profunda de las calas
y camine en tu rostro
la luz por los estrados y muestres el deseo
de vivir en la tierra
que anidara tus pasos cuando te perseguía
y te entregué los aires queridos de mi voz.
Llevas en la mirada el soplo del Poniente,
en los labios la herida del pájaro que tiembla,
los soplos que iluminan
en la huerta que muere y vuelve en el recuerdo
para hablar en los bancos de la luz apagada,
del capricho que acoges en tus alas caídas.
5
He querido la sombra inquieta de tu blusa,
la nube de tu canto,
la hiedra de tus muros,
he escrito un poema en el atracadero,
viste su melodía
la farola en la piedra de un quejío pasado
en la taberna lúgubre de canciones sin rumbo,
en los juegos malditos
que llenaban tu boca y encendían los deseos,
en los mástiles rotos
en la herida de niebla cercenando las calas.
Solo puedo buscarte como un sueño perdido
que escucha en la mañana la voz de ese silencio
que se apodera de Abyla
que grita que aún me amas en su quietud nerviosa.
6
No he podido dejar tu pensamiento, Georgia,
en el anochecer
que cubre la presencia de tus brazos,
entregarte el camino del Llano de las Damas,
la higuera que talaron y sigue en tu memoria,
el último autobús que cruza la frontera,
las canción olvidada que te busca en las sombras
y aún escuchas loca
llenando de emoción a la niña que duerme
en un rincón preciso de tu rostro y tu danza.
Porque vuelvo al portal de los besos perdidos,
porque tomo tus labios y te robo la calma,
y sonríes al sol,
llegas con el Poniente
que atraviesa las lágrimas de las muñecas rotas
y me llevas al mar de la agonía
para dejar tu huella en la Peña del Toro,
para romper la nube sumergida
en un trozo de cielo tormentoso,
en un rayo de luna que vive para el Orco
y no entrega esperanza al pajarillo herido
que acunaste en tu espiga, en tu regazo
en el viento de abril
que tú amabas.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.