Deseo sobre la hierba
Una mujer carnal se acomoda el vestido
y ordena sus cabellos tras un encuentro intenso
en paz sobre la hierba,
rememora los labios, sentir sobre la piel
un cántico despierto desde la lontananza,
unos brazos que piden
someterse a los sueños,
unos pechos que exaltan los surcos de la luna,
las piernas que remueven el brillo de un planeta.
Todo tiembla en su piel aunque parezca calma,
que una rutina extraña se acomoda a su vida,
en su mente las alas volaron en un cielo
de susurros ardientes rodeados de arbustos,
los besos encumbraron su apetencia de muerte
breve que vivifica y alarga la belleza
fresca de los paisajes, de un cuerpo que respira,
sus ojos ya no miran fijamente los ojos
de su amado que espera la dulce despedida
del beso más sincero que cruce la mañana,
se abotona la blusa con la mirada ausente,
del beso más sincero que cruce la mañana,
se abotona la blusa con la mirada ausente,
mira los aledaños y emprende su camino.
No conozco su nombre, ni sé si ella querría
narrarme unos segundos de lo que ya es pasado
y hacer mío el encuentro con todas las personas
que comentan los chismes cuando cae la tarde
en el bar sin destino de un pueblo polvoriento
que nunca tuvo vida pero muere despacio
en el bar sin destino de un pueblo polvoriento
que nunca tuvo vida pero muere despacio
y una leve sonrisa aparece en mi rostro
para recomponer este gesto severo
que no sabe mentir y me acompaña siempre.
Creo que escribir un poema sobre Cesare Pavese allana
mucho el camino, no hay, entre los grandes escritores, otro más coherente y
austero que él, con una vida más sencilla y espartana, solo el humo de su pipa muestra un signo de debilidad, hasta el haberse afiliado al partido
fascista estaría justificado por la búsqueda de tranquilidad y por conseguir un
empleo, no son cosas triviales bajo un régimen represivo y violento. De ideas
izquierdistas fue detenido y condenado al exilio tres años más tarde, pero no
fue por sus ideas (no creía demasiado en la política) sino por el amor de una
ingrata que lo utilizó de mensajero entre ella y su amante, una experiencia que tendría consecuencias devastadoras a lo largo de su vida y que engrosaría el lastre de una niñez sin el cariño de su madre.
Es posible que su conocido y aclamado diario haya
desviado la atención de sus estudiosos más allá de lo aconsejable,
interpretándose todo lo que decía en él como si fuera una declaración ante un
juez o un testamento, como si la intención del poeta fuera que nadie lo leyera; es posible que su obra de ficción y su poesía aporten
tantos datos de su personalidad y de sus posicionamientos como El oficio de vivir.
Cabe la posibilidad de que Pavese hurgara en sus páginas buscando a aquel que
podría haber sido y respondiera, por ejemplo, en un lenguaje vulgar y desconsiderado
hacia las mujeres como una respuesta impulsiva provocada por el desprecio constante
que sufría por parte de ellas. Pero esta misoginia no se mantiene si analizamos
el tratamiento que otorga a los personajes femeninos en sus novelas y, sobre
todo, si atendemos a los testimonios que nos han llegado de su trato directo
con ellas; fue siempre gentil y halagador aunque cometió el delito de ser
excesivamente quejumbroso y hablar de su impotencia ante el dolor. Un hombre brillante en su
oscuridad asumida; los mediocres casi nunca sacan los pies del tiesto, él
simplemente se quitó los zapatos como si nunca más quisiera ir a ningún lugar que no fuera la noche infinita.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.