sábado, 4 de octubre de 2025

Lamento sobre la piedra

 

Yo no supe gemir cuando llorabas
ni supe esclarecer tu sombra hundida
ni sentir la verdad ni la medida
en el ruego de amor que me dejabas.

Yo no supe escucharte cuando hablabas
ni horadé en la hondura de tu herida
que tocaba el infierno en su caída
apartando el cuidado que guardabas.

Solo y perdido siento este lamento
que no halla consuelo ni clausura
y no puede olvidarse de aquel día.

Si no supe vivir en tu tormento
me merezco el dolor y la locura
de morir por tus ojos todavía.

 

I

 

Poesía

 

Me llamaste sin voz y sin sentido
para llenar de amor mis soledades,
me tejiste a tu manto de verdades
para aplacar mi orgullo tan herido.

No volverás llevando aquel vestido
que reflejó mi asombro y tus bondades;
era un paño de luz y de oquedades
que atravesó mi pecho y mi latido.

Para penar, lo tengo demostrado,
otra senda no hay que tu mirada
si pierdo la sonrisa ante su queja.

Mas no puedo mostrarme de su lado
en este empeño cruel de tu cruzada
aunque more en la muerte que me deja.

 

II

 

Deja que sueñe al menos con quererte

 

Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas desvelada,
y entre las olas sola:
(Lope de Vega[1])

Quiero tener, entera y desmembrada,
esta rabia mordaz que me visita
y golpea mi pecho, encadenada
a tu pena de amor que al viento grita.

Me perderé en la noche descarnada
de tu verbo sin alma que me evita,
en tu mirada ciega y desolada
que se clava en mi piel y la marchita.

No llegaré al puerto de tus brazos,
tu faro se apagó para mi suerte;
llora sin duelo y tiende negros lazos.

 

Deja que sueñe al menos con quererte
y, aun con mi barquilla hecha pedazos,
en fragmentos de mar pueda mecerte.

 

III

 

¡Ay, tormenta de besos
que atravesé sin cura!

Para seguir no quiero más consuelo
que tu pecho y la luz que lo alimenta
de noche clara, de hambre de tormenta
que deseo entregarle a tu desvelo.

Hay una sombra gris entre tu cielo
y el mar, que en su morada la acrecienta,
ha llegado a mis pies y los alienta
a escapar de tu amor roto y en celo.

No encontraré la calma a tu tristeza,
no podré despertarme sin tu abrigo
y en tu portal mi corazón se muere.


Lloro sin luz, perdido en la certeza
que teniéndote sufro, te persigo,
y tu voluntad aún así me hiere.

 

IV

 

Este tormento vuela por mis venas,
y no sabe arrancar otro gemido
que no sea la hiel de tus condenas,
clavado va en mi aliento y mi latido.

Lleva a mi corazón cansado penas
de un desgarro de amor ronco y perdido
que me habla de ti , de las cadenas
que arrastran a la noche de tu olvido.

Este lamento no encuentra salida
si no coge tu mano y tu cintura,
camina hacia el dolor en tu partida

y se abraza a la estrella más oscura,
si no siente tu voz llora la herida
del ruiseñor que muere en la espesura.

 

 

 

 

 

 



[1] Lope de Vega: El Fénix de los Ingenios.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.