martes, 7 de octubre de 2025

Fotografías de Hydra (I)

 Siempre quise saber a quién miraba

la chica de la foto,

de quién lleva en las cejas un umbral de flores amarillas

y por dónde respira el fanal de su inocencia,

su candidez exacta.

(Vicente Martín)

I

Imagen

Regresé de la muerte para hablarle a la soledad,
y sentir, en tu desierto,
el miedo y el aullido de un profeta olvidado;
para hundirme en las islas abandonadas
que emergían
entre los edificios exangües y ruinosos
de una ciudad antigua que no podía abrazarme
sin las sábanas húmedas
que mecieron nuestros cuerpos,
ni creer en la esperanza de los santos amortajados.

Escribí palabras de amor en el corazón del puente
que no quería llevar tu nombre,
y no esperaba a nadie entre la gente solitaria
que pasa por la calle
y no encuentra calor ni fuerza en el camino.

Sufrí en los lugares que tuvieron nuestra risa,
por el desapego que sentiste
de tu propia imagen en el cuarto de mi desvelo;
por las ideas
que ya no cultivabas en el jardín
erigido por las ramas de mi fragilidad y mis temores;
por la memoria de la niña que jugaba
entre las notas de una canción perdida en el olvido
y un corazón roto y desesperado.

II

Imagen

Ya no conoces el rumor del aire
en el alma fugaz de los jazmines,
la sangre clara y nueva que brota en los veneros,
ya no miras las nubes que se escapan
mientras la tarde oscura
se pliega en el silencio de tu rostro
y esa niña en grisalla con lazos en el pelo
siente con amargura mi derrota anunciada,
sufre la soledad del hombre ante la muerte,
solloza en los relojes
por la eterna crueldad del tiempo con Saturno;
ya no escribes mi nombre en el camino
devastado en los bordes de tu huella
y en su candor
no vuelve a las sandalias profundas de tu canto,
a la sonrisa tierna que llora entre los sauces.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.