jueves, 16 de octubre de 2025

Carta a Jerónimo

Quizás el amor sea la única luz del mundo

como decía tu adorado Cernuda,
y el milagro era que creías en él por encima de todo,
aunque la vida te obligara a luchar.

Afuera, el clamor de los desprovistos y de los necios;
en mí, solo verdades que nunca lo han sido ni serán.
Hablo de mi piel, de las carencias de mi máscara,
de aquello que la memoria insiste en revelar.


I – Recuerdo

Ya no nos miras a los ojos.
El mensaje que dejaste se esconde
en la herida abierta de los vientos,
en los labios que te arrancaron la razón.

Dios sigue viviendo en calles sin nombre,
para peregrinos que jamás escuchan
el silencio de la campana,
ni la devoción que sostiene nuestras plegarias.

No sé dónde estás ahora que te has ido;
solo me queda estar contigo
en la poesía, o en la memoria
de tus palabras que aún me acompañan.


II – Reflexión

Quien ha contemplado la belleza con sus propios ojos
está consagrado ya a la muerte.
(Visconti)

Pienso en el pájaro masacrado
que no vuelve a cantar,
pero vuela en la memoria de los que perdieron las alas.

Botellas naufragan en mares de agonía,
y el mundo muere de una sed que no se extingue.
Pero en cada sonrisa que aún respira,
en cada intento de mantener la esperanza,
el amor se asoma, silencioso y eterno,
aunque nunca podamos comprenderlo del todo.


III – Homenaje

Volverás al paseo donde la muerte
se detuvo en tus ojos, amigo mío.

Sonríe, Jerónimo,
esboza el sentido que te haga escribir
cada día tu primer poema;
siente la insistencia de la luz sobre la frente,
buscándote en la noche profunda
donde habitan la muerte y el olvido,
que nunca empiezan y nunca acaban,
pero que nos enseñan a reconocer la vida.



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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.