martes, 7 de octubre de 2025

Corazón mío, esta noche



Corazón mío,

esta noche quisiera pensar
en los vetustos barcos anclados en el puerto,
en la estrella de antaño que aún permanece azul,
en la soledad turbia que recorre
el cuerpo de mis venas,
en aquellos errores…
¡Qué desastre, Dios mío, qué caída en silencio!

Y tú, que siempre anhelabas despejar los enjambres
que empañan los diciembres de mi alcoba,
la magia de su rostro,
el ritmo de ese paso que no brilla,
lo hundiste en el destino de un templo profanado.

Tú, que esperabas siempre
la llegada de aquella
que nunca apareció,
morías mientras soñabas en tu desvelo.

No fuiste muy despierto: pagaste cada rosa
fugitiva, exiliada,
compraste con amor cada caricia.

Yo ya no era su amante —
parecía decirme todo con la mirada oscura
de los cuervos con traje—,
y tú no lo escuchabas,
sintiéndote el payaso sin gracia de los cuentos,
el héroe vencido de una triste función.

Ahora debo
mirarme en el mar de los espejos
caídos sobre tus rodillas,
vender en las esquinas la huella de su olvido
para no manchar el dolor de tu esperanza,
ni quebrar la corona del laurel disecado
que adornó tu frente
y me llevó a la muerte
del maduro olvidado por los sueños.

 

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.