miércoles, 1 de octubre de 2025

Insistencia en la herida

 

 

Ahora vives en mí, aunque no estés te siento
como luz en mis sombras, un sueño en mis quimeras.
 

1
Derrota

Las notas del poema que llegaba a tu oído
se acercan a tu paso, se visten de tu aroma,
se pierden en tu alma
ahora que navega
en la tinta borrada por tu propio recuerdo.

Aunque no te lo diga y no busque tus manos
sigo pensando en ti
como el amor de siempre
porque vuelvo a tu piel en el bajel hundido
que ha surcado los miedos antiguos que guardamos,
porque piso las calles que fueron nuestra vida
como un poeta ciego
que muere en el destino y canta a la tristeza,
porque te reconozco
en mi sueño y mis ansias,
porque miro la esquina por donde aparecías
mostrando dolorido los estragos del tiempo.
 

Porque voy caminando sin rumbo hacia tus brazos
y no tengo palabras
hermosas que ofrecerte,
he perdido el pudor de admitir mis errores,
apagado la llama que brotaba en mis labios
ahora que la herida del pecado se muestra.

2

Ya no mueren los labios lejanos que tuviste
en el rubor sin rostro de una lágrima amarga
que cae en el espejo de una sonrisa acerba,
un aroma pasivo, una esperanza herida,
un árbol receloso de las hojas del tiempo.

He perdido tu gracia, el ritmo de tus brazos,
los libros que escondías en el desván del viento,
tengo sangre en las alas
y el corazón perdido,
una corona mustia que insiste en los instantes
de aquellos versos largos que huyeron de mi frente.

Ya no busco en las sombras el aura de tu rostro,
tus zapatos perdidos en la fiesta que llora,
tu cintura vagando en un rumor que siente
la luz de tu recuerdo en las calles vacías,
ya no espero tu orgullo en la mano que tiembla
en la cruz aromada por tu último nombre,
pero sigo surcando
el mar de tu mirada.


3
Insistencia en la herida


¡Aquella inspiración, aquel pulso sin ritmo
tocaban tus cabellos, tu despertar de dudas,
tus piernas de quimera, tu hambre de futuro!

Te amé con mi chaqueta, mi ausencia de caminos,
te amé, te amé sin freno, tamaño ni medida.

Como una llaga abierta gocé tu humor de lunes,
tu reino sin corona, tu voz de sacrilegio,
y sufrí tus caricias en el cuarto que acoge
la ausencia de mis labios.

Paso como un olvido,
una avecilla, un drama,

y no quiero firmar partes con mi fracaso,
no quiero acariciar la sombra de mi pecho
ni amanecer herido
con tu nombre en los ojos.

Insisto con tu queja, tus excesos, tu risa,
el rostro que llevaste en una tela ardiente,
la canción que tejiste del sueño de tus manos.

Insisto en el aroma tierno de tus caderas
que se adueñó del aire
y vendrá adonde vaya,
en el mirar sonoro que me llevó al abismo,
la llama que elevaste cerca de mi locura.
 

 

 4

Hoy tengo que arrastrar esta carga de dudas,
este mirar tan triste que se pliega en los astros,
sigue la pasionaria
verde de los silencios
en el muelle vencido sin norte en el poema
que esbozas en el antro donde nada te turba.

Yo en esta claridad que traspasa mi pecho
en las calles que siguen sin luz en la memoria,
conservo las palabras de amor que me dijiste,
enhebro los espejos oscuros de tu rostro,
compongo cuando llega
el misterio que duele,
hurgo en la soledad de los versos sin brillo.
 

 

5

Ya escucho aquellos versos como si fueras otra,
como si hubieras ido

a romper los instantes que huyeron de la vida,
a traspasar las dudas de los mitos de piedra.

Pero yo estoy aquí, en el árbol, la fuente,
en tus ansias de sol, en flores que no hablan,
en estrofas que anidan alma de soledad
sin buscar un poema que destrone los llantos,
sin encontrar el ritmo que me haga creer,

 sin ver una palabra.

Ya escucho tu sonrisa en la voz que se aleja
y busco en otra playa de tu arena la orilla,
vivo como un olvido durmiendo entre las aguas
que se alejan de ti, que insisten en tus rosas,
sin encontrar tu alma, sin poder detenerte.

 

6

A una mujer que escribía un poema[1]

Quizás nunca más vuelvas a llevar el vestido
de nuestro amanecer
en un campo de luna,
ni muestres el sendero en el que ardió la noche,
ni evoques la arboleda donde el mirlo jugaba.

Porque hoy me detienes
en el umbral del sueño
que se hunde en la duda que crearon los pájaros,
porque hoy el carmín tus labios no desborda
y hay folios en tu cama, sin firmas, ni misterio,
porque busco tu luz en las calles oscuras,
el amor en tu estela, tu huella en mi memoria,
la voz en tus fracasos.


7

Nocturno de las Huertas[2]

Olvídate de los grandes deseos.
No tiene sentido sufrir por lo perdido.
Olvida las estrellas y su cielo,
ahí está el lugar al que pertenecen ".

(Fassbinder – La ansiedad de Veronika Voss – Variación.) 

F. E. León)

Insisto en el bolero
que expiraba en la noche de tus medias ardientes,
de tu balcón al aire y una asustada estrofa,
insisto en los teatros empapados de sueño,
en la muñeca herida
que amanece en el firme donde Bécquer[3] rimaba
en un rayo de luna,
en las flores perversas de los escaparates[4]
donde Brecht recogía la llave de tu estuche,
la soga que rompiste para tejer tu olvido.

Insisto en la pasión de Peckinpah[5] que asalta
el último desierto
con un lirismo amargo y una tibia sonrisa,
de Fassbinder[6] viviendo la angustia de un esquema
de tu letra temblando sobre el pájaro herido
que abrigaste en tu pecho en una noche oscura,
en la triste elegancia rota de tus zapatos,
en hojas vaporosas de andenes sin perfume
que llevaron tu paso hacia ningún destino.
 

 

8

 Días de cine 

 

Ahora, por tu culpa, los ojos de mi niña
enrojecen sin tregua hinchados por el llanto.

(Catulo – Carmen III – Tr.: F.E. León)

 

Ya no podrás volver a la arena mojada

de luna sin recuerdo,

a las barcas cansadas que muerden otros mares,

a las redes tendidas que no esperan tu paso,

al barrio ceniciento que muestra sus ruinas.

 

Ya no podrás volver a la escena que muere

con el dulce candor

de un beso primigenio,

al corazón sin huella que buscaba tu mano

y sigue su camino por la ruta perdida

de tu primer poema,

de tu orgullo constante

ahora que la llama oscurece en el patio

y la música vive en otra melodía. 

El pajarillo gris que anida en otro sueño

se precipita al Orco del que nadie regresa

ahora que sin tregua enrojece tu alma

por un amor herido,

por un carmen inmenso que no encuentra tus labios. 

9

Insisto en los acordes de una guitarra rota
que duerme entre los labios de un trovador que gime,
en los muelles que añoran de tus barcos la ausencia,
en la torre que muere prisionera en los muros
de las alas azules que cortaron tus pájaros.

Pues hoy la tierra gime y no tengo tu acento,
pues hoy me precipito sobre la huella inquieta
que tu orgullo fingía
y tu amor abrigaba
sobre la sombra errante del pino solitario
que arrinconó el delirio de una rima candente
y recogió tu vuelo de palabra encendida.

Quiero romper las nubes que tus ojos miraron,
vivirte en la fragancia de las horas que pasan,
en la niebla que brilla entre los farallones,
arrancar un nocturno de Chopin de tu pecho,
acariciar tu herida como si recordaras,
como si fueras luz que grita su penar,
como si fueras flor o viento enamorado.

10
Antiguo Patio


Te viví sin saberlo y aún me duelen tus lágrimas,
aún preguntan mis ojos
por un amor herido
en los escaparates curvos de los deseos,
en las escalinatas de los sorbos vividos.

Ya no puedo arrancar los sueños que pasaron
sin temblar en la sombra
de tus brazos tendidos,
sin pedir la sonrisa tierna que me negaste,
sin soltar las amarras del fulgor amarillo
dibujado en tu frente
en un alto camino
que me lleva despacio hacia tus pensamientos
y abrocha los cordeles de un firme desvarío.

Ya no puedo mirar los soles de tu herida
dejando tus jarrones
sin amor, sin olvido,
pero vuelvo a tu rostro como una rosa ardiente
que llora cuando clama
en la vena anhelante de un verso perseguido
que guía hacia tu pecho al último poema
que no supe escribirte
y aviva el resplandor de un sentimiento límpido.
 

11
Epílogo


Desgarro en mi silencio la voz honda de un bardo,
el mar donde soñaste ser una bailarina,
los árboles rendidos a cuyos pies penabas,
desgarro los deseos donde mi noche hervía.

Este vagar constante que no encuentra tu huella,
este trote sin ritmo que me lleva a tu lira,
este sentir tu verso sin poder encontrarte,
se agolpan en mi mente, se hunden en mi vida.

Enciendo tu farola en un balcón distante
y llamo a tus cristales como una golondrina.
Me muevo en tu fracaso, perdido en la nostalgia.
Me hiere tu misterio solo como una isla,
la roca de tu olvido, la miel de tu presencia,
sollozo en los laureles donde el mirlo reía,
en tu alma rasgada, en tu miedo a la noche,
en tu pecho temblando, tu vientre que gemía.
Persisto en la mirada que alentará mi empeño
en el amplio salón que guardaste en tu herida,
y aquel verso de Frost[7] que irónico miraba
a un Yupanqui[8] cansado en tus ansias dolidas
de visillos abiertos que secaban las lágrimas,
en tus trenes amargos, parados en la vía,
en tu amor que me duele, tu sombra que se acerca,
la muerte que me busca en una barca hundida-

 



[1] Laura A. M.

[2] Las Huertas: Popular barrio de Madrid.

[3] Gustavo Adolfo Bécquer: Autor de las Rimas y Leyendas.

[4] Las flores del Mal.

[5] Sam Peckinpah: Director de cine americano, autor de “Grupo Salvaje”

[6] Rainer Werner Fassbinder: Director de cine y de teatro, además de poeta.

[7] Robert Frost: Poeta norteamericano de éxito.

[8] Atahualpa Yupanqui: El más brillante payador argentino.