Me llamaste
sin voz y sin sentido
para llenar de amor mis soledades,
me tejiste
a tu manto de verdades
para aplacar mi orgullo tan herido.
No volverás
llevando aquel vestido
que reflejó
mi asombro y tus bondades;
era un paño de luz
y de oquedades
que atravesó mi pecho y mi latido.
Para penar,
lo tengo demostrado,
otra senda no hay que tu mirada
si pierdo la sonrisa
ante su queja.
Mas no puedo mostrarme de su lado
en este empeño cruel
de tu cruzada
aunque more en la muerte que me deja.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.