He dejado en tus manos procelosas
la palabra abrumada
la palabra abrumada
que firma la crueldad de los acasos
que nunca se han movido de mi lengua sombría
que se burla del sino taciturno
que se burla del sino taciturno
y esparce los destellos
de un mundo perturbado que nos hiere y se acerca.
Los caprichos del mar de los recuerdos
inunda la Bahía solitaria
con un marasmo vivo y persistente
que siempre has paseado en tu locura
prendido en la añoranza húmeda de tu rostro
que navega en los goznes
lúgubres y terribles de tu muro,
lúgubres y terribles de tu muro,
surca la soledad de los mendigos
con las aves nocturnas que rezan en el viento.
y sufren virulentas la amargura
que golpea tu puerta cerrada y subjuntiva
con un ardor confuso
que perece en las velas de los puertos varados,
en tu alma quebrada que susurra mi nombre
que perece en las velas de los puertos varados,
en tu alma quebrada que susurra mi nombre
y se enciende en las horas
vencidas que traspasan los lazos arrugados
vencidas que traspasan los lazos arrugados
de una cita perdida en una luna blanca.
El reflejo del faro nos trae los recuerdos
y vaga en la escollera de una blusa menguante
sumergiendo tu boca en un lento suspiro
que mueve los andamios desgajados
de un sentimiento errante que agoniza
cantando en la plazuela y los balcones,
arrastrado en la arena por la ira de los muertos.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.