miércoles, 11 de noviembre de 2020

La esperanza vana

                                          

Vuelan los crisantemos con la voz de los rezos

y abrazan el delirio

que no vuelve al balcón de la promesa muerta

del requiebro exiliado de un amante vencido
que no sabe horadar las venas de su sangre,
no corre por su piel la herida de tus campos, 
tus ríos se le escapan mudos entre las piedras
pero hunde en su nube
la lágrima asustada en una fiesta triste,
la dibuja en tu rostro con un vidrio candente
y espera en el rincón donde grita el deseo.

He perdido las manos que retan a la muerte
en la alcoba que tiembla en el aire disperso   
que muerde el corazón

y el canto de tu lengua, tu desierto en la lluvia,

la sed de la garganta

que hiere los escombros y arrastra los vestigios
de la amarga cadena que forjaron tus labios.

La cortina rendida de los escaparates
suspira en tu mirada

con un verso extraviado que sufre los agravios

del lenguaje opresivo que impone la razón

y siente tu latido en la espesura,

en la esperanza vana

que se enfrenta sin arte ni medida

a la noche más larga de mi ausencia

en el pétalo negro de tu jazmín perdido.


***


Con la voz de una salve vuelven los crisantemos 

y abrazan la campana,

que no llega al balcón de una promesa herida

que no cumple su pacto con las sombras,

ni el requiebro angustiado de un amante perdido
que no sabe horadar 

las venas de tu sangre,
no corre por sus ojos la herida de tus campos, 
tus ríos se le escapan mudos entre las piedras
pero hunde en su rostro cubierto por tu velo 
la lágrima ahogada en una fiesta lúgubre,
la dibuja en tus labios con un monstruo asustado
que espera en el rincón 

donde grita el deseo que tuviste en el alba.


He matado tu acento en los vidrios cortados

que retan a la muerte
en la alcoba que tiembla en el aire dolido   
que muerde los recuerdos

y el canto de tu lengua que nunca se ha marchado.

 

Tu desierto en la lluvia, la sed de tu garganta,

el alma de tus besos hieren en los escombros

y arrastran los vestigios
de la amarga cadena que tus labios forjaron.


La cortina rendida de los escaparates
suspira en tu mirada

con un verso extraviado que sufre los agravios

del lenguaje opresivo que impone el corazón

que siente tu latido en la espesura,

en la esperanza vana

que se enfrenta sin arte, espejos ni medida

al suspiro más hondo de tu ausencia 

presente

en el pétalo negro de tu jazmín dormido,

en el tatuaje fresco que no encontró la piel

que tuviera mi olvido

 en la noche más larga. 

 

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.