Vuelan los crisantemos con la voz de los rezos
y abrazan el delirio
que no vuelve al balcón de la promesa muerta
del requiebro exiliado de un amante vencido
que no sabe horadar las venas de su sangre,
no corre por su piel la herida de tus campos,
tus ríos se le escapan mudos entre las piedras
pero hunde en su nube
la lágrima asustada en una fiesta triste,
la dibuja en tu rostro con un vidrio candente
y espera en el rincón donde grita el deseo.
He perdido las manos que retan a la muerte
en la alcoba que tiembla en el aire disperso
que muerde el corazón
y el canto de tu lengua, tu desierto en la lluvia,
la sed de la garganta
que hiere los escombros y arrastra los vestigios
de la amarga cadena que forjaron tus labios.
La cortina rendida de los escaparates
suspira en tu mirada
con un verso extraviado que sufre los agravios
del lenguaje opresivo que impone la razón
y siente tu latido en la espesura,
en la esperanza vana
que se enfrenta sin arte ni medida
a la noche más larga de mi ausencia
en el pétalo negro de tu jazmín perdido.
***
Con la voz de una salve vuelven los crisantemos
y abrazan la campana,
que no llega al balcón de una promesa herida
que no cumple su pacto con las sombras,
ni el requiebro angustiado de un amante perdido
que no sabe horadar
las venas de tu sangre,
no corre por sus ojos la herida de tus campos,
tus ríos se le escapan mudos entre las piedras
pero hunde en su rostro cubierto por tu velo
la lágrima ahogada en una fiesta lúgubre,
la dibuja en tus labios con un monstruo asustado
que espera en el rincón
donde grita el deseo que tuviste en el alba.
He matado tu acento en los vidrios cortados
que retan a la muerte
en la alcoba que tiembla en el aire dolido
que muerde los recuerdos
y el canto de tu lengua que nunca se ha marchado.
Tu desierto en la lluvia, la sed de tu garganta,
el alma de tus besos hieren en los escombros
y arrastran los vestigios
de la amarga cadena que tus labios forjaron.
La cortina rendida de los escaparates
suspira en tu mirada
con un verso extraviado que sufre los agravios
del lenguaje opresivo que impone el corazón
que siente tu latido en la espesura,
en la esperanza vana
que se enfrenta sin arte, espejos ni medida
al suspiro más hondo de tu ausencia
presente
en el pétalo negro de tu jazmín dormido,
en el tatuaje fresco que no encontró la piel
que tuviera mi olvido
en la noche más larga.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.