Yo vengo madre ante tu altar
con la última rosa húmeda de mi deseo,
con todas las aguas plácidas y quietas de los ríos del mundo.
Yo vengo madre con lo que queda de mí.
Tu recuerdo es el canto del pájaro
en la rama solitaria, en las tardes del mundo
bañadas por el sol.
Yo vengo madre ante tu altar,en la primavera de la vida, en la esencia de tus olores
tu memoria me acompaña en soledad hacia la muerte.
( Joan Port - Versión española: F.E. L.)
Así voy yo, borracho melancólico, guitarrista lunático, poeta, y pobre hombre en sueños siempre buscando a Dios entre la niebla. (Antonio Machado)
domingo, 22 de noviembre de 2020
Joan Port - Yo vengo madre
viernes, 20 de noviembre de 2020
Ya no mueren los labios
de una sonrisa triste,
miércoles, 18 de noviembre de 2020
Poesía
Me llamaste
sin voz y sin sentido
para llenar de amor mis soledades,
me tejiste
a tu manto de verdades
para aplacar mi orgullo tan herido.
No volverás
llevando aquel vestido
que reflejó
mi asombro y tus bondades;
era un paño de luz
y de oquedades
que atravesó mi pecho y mi latido.
Para penar,
lo tengo demostrado,
otra senda no hay que tu mirada
si pierdo la sonrisa
ante su queja.
Mas no puedo mostrarme de su lado
en este empeño cruel
de tu cruzada
aunque more en la muerte que me deja.
jueves, 12 de noviembre de 2020
Levante en Abyla
de los vuelos ruinosos
para llevarte los pulsos que transitan por la muerte
de una ciudad declinante y arbitraria
que no desea
que sigamos su aliento,
nos colguemos sus himnos y sus medallas, para abrir la cortina que encierra los mensajes
en el rumor del mar que nos castiga
y nos aleja,
en la verja de brumas vaporosas
del Mare Nostrum mustio y desteñido
que extiende un pensamiento por el muro olvidado,
por una prédica que emerge
saturada, perversa y alicaída
que se arrastra en la cumbre lastimera
de una carta caída que ha borrado tu nombre
en mi libro de ruta innortada
y no encuentra medida ni presencia
en mi rostro de lunes que sigue en su cilicio
aletargado y cruel de una oficina.
Tú nunca me dejaste la sombra de las nubes,
la dirección de tu bolso, el camino con ligas de tus medias ardientes,
ni el rincón de los lirios sin blancor que agolparon
los fracasos prendidos en un lance de amor que procesiona
en el templo devorado por las olas y el viento
que azotan tus caricias y tu vestido en el zaguán sin rumbo que las aceras arrastran.
He dejado en tus manos procelosas
la palabra abrumada
que se burla del sino taciturno
lúgubres y terribles de tu muro,
que perece en las velas de los puertos varados,
en tu alma quebrada que susurra mi nombre
vencidas que traspasan los lazos arrugados
miércoles, 11 de noviembre de 2020
La esperanza vana
Vuelan los crisantemos con la voz de los rezos
y abrazan el delirio
que no vuelve al balcón de la promesa muerta
del requiebro exiliado de un amante vencido
que no sabe horadar las venas de su sangre,
no corre por su piel la herida de tus campos,
tus ríos se le escapan mudos entre las piedras
pero hunde en su nube
la lágrima asustada en una fiesta triste,
la dibuja en tu rostro con un vidrio candente
y espera en el rincón donde grita el deseo.
He perdido las manos que retan a la muerte
en la alcoba que tiembla en el aire disperso
que muerde el corazón
y el canto de tu lengua, tu desierto en la lluvia,
la sed de la garganta
que hiere los escombros y arrastra los vestigios
de la amarga cadena que forjaron tus labios.
La cortina rendida de los escaparates
suspira en tu mirada
con un verso extraviado que sufre los agravios
del lenguaje opresivo que impone la razón
y siente tu latido en la espesura,
en la esperanza vana
que se enfrenta sin arte ni medida
a la noche más larga de mi ausencia
en el pétalo negro de tu jazmín perdido.
***
Con la voz de una salve vuelven los crisantemos
y abrazan la campana,
que no llega al balcón de una promesa herida
que no cumple su pacto con las sombras,
ni el requiebro angustiado de un amante perdido
que no sabe horadar
las venas de tu sangre,
no corre por sus ojos la herida de tus campos,
tus ríos se le escapan mudos entre las piedras
pero hunde en su rostro cubierto por tu velo
la lágrima ahogada en una fiesta lúgubre,
la dibuja en tus labios con un monstruo asustado
que espera en el rincón
donde grita el deseo que tuviste en el alba.
He matado tu acento en los vidrios cortados
que retan a la muerte
en la alcoba que tiembla en el aire dolido
que muerde los recuerdos
y el canto de tu lengua que nunca se ha marchado.
Tu desierto en la lluvia, la sed de tu garganta,
el alma de tus besos hieren en los escombros
y arrastran los vestigios
de la amarga cadena que tus labios forjaron.
La cortina rendida de los escaparates
suspira en tu mirada
con un verso extraviado que sufre los agravios
del lenguaje opresivo que impone el corazón
que siente tu latido en la espesura,
en la esperanza vana
que se enfrenta sin arte, espejos ni medida
al suspiro más hondo de tu ausencia
presente
en el pétalo negro de tu jazmín dormido,
en el tatuaje fresco que no encontró la piel
que tuviera mi olvido
en la noche más larga.