Luché en la vieja revolución
al lado de un fantasma y un rey.
(Leonard Cohen - La vieja Revolución)
El
amor nunca llega cuando hierve mi cuerpo
y
no veo tu rostro en la sección de cultura
de una revista apagada en el quiosco de la esquina,
de una revista apagada en el quiosco de la esquina,
y
no puedo pedirte
que actúes cuando te siento
en la vitrina perseguida por la lluvia de agosto,
en la memoria errante de una rosa tatuada,
que actúes cuando te siento
en la vitrina perseguida por la lluvia de agosto,
en la memoria errante de una rosa tatuada,
que
traigas a mis pasos el jazmín perdido del recuerdo,
la nube ensoñadora que envolvía tus calles,
la nube ensoñadora que envolvía tus calles,
que liberes a los
guionistas que yacen en el sótano
de todas las represiones,
que
muestres orgullosa la huella
de lo que nunca he sido
en el laberinto irresistible de tu piel,
de lo que nunca he sido
en el laberinto irresistible de tu piel,
que abras la
revolución que aún espera al hombre
por
quién nadie pregunta en la oficina
y el
corazón que no creía en la muerte de los ángeles
pero
pensaba en ti cada vez que llegaba
la
oscuridad del silencio a su latido,
la
angustia de un viernes quebrantado en el tormento
de un profeta vencido y postergado
que no volvió nunca a caminar sobre las aguas.
de un profeta vencido y postergado
que no volvió nunca a caminar sobre las aguas.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.