Vuelvo al tiempo de los besos
acorralados,
acorralados,
de los sueños erguidos en el
parque de plata
que ya no nos espera,
al laurel de la India que nunca se marchita,
que ya no nos espera,
al laurel de la India que nunca se marchita,
a los bancos de piedra que ya no
son los mismos;
no recogen la firma de tu
mano nerviosa
pergeñando los vuelos profundos de una rima.
pergeñando los vuelos profundos de una rima.
Vuelvo al patio romano
como si quisiera gritarles a las
rosas
que no serán nunca tempranas
que no serán nunca tempranas
cuánto te quería
en los recovecos de los jardines de las murallas,
en los recovecos de los jardines de las murallas,
en el pequeño foso del suicida
que aún guarda los calvarios negros de nuestra nube
que aún guarda los calvarios negros de nuestra nube
en el velo del mar que atravesaba
la pulpa del naranjo que oscurece
en el paseo crepuscular de Independencia,
la pulpa del naranjo que oscurece
en el paseo crepuscular de Independencia,
y me estremezco
como si quisiera abrazarte de nuevo
como si quisiera abrazarte de nuevo
en los surcos nostálgicos del
agua
que se adentra en la noche de las
incomprensiones,
de las barcas perseguidas
que gimen en la canción de tus arenas
como una sirena que ha renunciado al canto
de las barcas perseguidas
que gimen en la canción de tus arenas
como una sirena que ha renunciado al canto
y horada con los ojos la amargura
de sus piernas
entre los espigones derruidos por
el salitre y su silencio
donde la luna araña al
mediodía
tu sombra sobre la tierra del olvido,
el corazón sediento que aún rememora la caricia
del clavel caprichoso que tuviste en la boca.
(Memorias de Hydra)
tu sombra sobre la tierra del olvido,
el corazón sediento que aún rememora la caricia
del clavel caprichoso que tuviste en la boca.
(Memorias de Hydra)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.