Te
escribiré mi deseo en un pétalo marchito
cuando
se apague el resplandor
de la antigua
ventana
y
vuelva la soledad de la
memoria
en la brisa,
cuando
aparezca en tu cuaderno
la
proclama que hierve en el rostro de un profeta
abandonado
en una playa,
el
paso de los amantes que fuimos
y
envuelven en una queja el
canto
de las farolas
acogiendo
en un discurso los nocturnos de los huecos,
una
mirada oscura que nos busca en los escombros
de
un pierrot
triste
y apasionado,
de
un mártir que se emociona con el
recuerdo de tu voz,
con
el lamento del llanto de guitarra que te busca.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.