domingo, 1 de diciembre de 2019

Fotografías de Hydra


I


Regresé de la muerte para hablarle
a la soledad
y sentir en tu desierto
 el miedo y el aullido de un profeta olvidado,
para hundirme en las islas abandonadas
que emergían
entre los edificios derruidos
de una ciudad antigua que no podía acogerme
sin las sábanas húmedas
que acogieron nuestros cuerpos
ni creer en la esperanza de los santos amortajados.

Escribí palabras de amor en el corazón del puente
que no quería llevar tu nombre
y no esperaba a nadie entre la gente solitaria
que pasa por la calle
y no encuentra calor en el camino.

Sufrí en los lugares que tuvieron nuestra risa,
en el desapego que sentiste
por tu propia imagen en el cuarto de mi desvelo,
por las ideas
que ya no cultivabas en el jardín
erigido por las ramas de mi fragilidad y mis temores,
por la memoria de la niña que jugaba
entre las notas de una canción perdida en el olvido
y un corazón roto y desesperado.

II


Ya no conoces el rumor del viento
en el alma fugaz de los jazmines,
la sangre clara y nueva que brota en los veneros,
ya no miras las nubes
mientras la tarde se pliega en tu rostro,
y esa niña en grisalla con lazos en el pelo
siente con amargura mi derrota,
sufre la soledad del hombre ante la muerte,
solloza en los relojes la crueldad de Saturno;
ya no escribe mi nombre en el camino
devastado en los bordes de tu huella
y en su candor
no vuelve a las sandalias profundas de tu canto.


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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.