Un
himno del Estrecho en la vidriera
ha empapado mis ojos con las piedras del arco
que
sostiene los hilos
de la playa que siente tu bandera cubierta
por
los acantilados de aquella soledad
que
nunca te ha olvidado
y dormita en el rostro de tu alcoba perdida
con la fragilidad apasionada
que no puede esquivar las garras del destino
que araña los espejos destrozando las olas
que araña los espejos destrozando las olas
yertas sobre la arena que anhela que regresen
los héroes vencidos por nuestra tempestad,
los besos que cayeron con los labios errantes
de los viejos fantasmas
en la párvula cala de lazos añorados
por rumores, ensueños y escudos abatidos,
por
palabras sonrientes que mueren en el mar.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.