Como una golondrina atrapada en las nubes,
que no puede volar y se apaga en el mástil
de una barca de muerte
de una barca de muerte
cantando a la deriva mustia de su lamento.
(12 de diciembre)
He
querido abrazarte en el último estadio
de
la canción lejana del olvido que vuelve,
ofrecerte
las ruinas que resisten las olas
del
muchacho innortado que acarició las cuerdas
de
tu voz fugitiva, de tu cabello al viento
y
las grietas intactas de tu alma
sin
rumbo que detuvo la imagen de una nube
con
las alas quebradas por los aires del Sur
y el halo de la noche
que
tuve tu sonrisa cerca de la Sirena,
que
vuelve de las sombras y arrincona el sudario
del rostro
adolescente
que añora el sueño breve que duerme en la quimera
que añora el sueño breve que duerme en la quimera
y
destierra los mares del deseo
a
la estrella que gime en un jardín cerrado,
a
las piedras que sufren la furia de las aguas,
y
halla su desmesura en la medida
de
la cinta de raso que aprisionó tus piernas,
en el botón de nácar que despejó tu blusa
entre los crisantemos violetas de un naufragio
en el botón de nácar que despejó tu blusa
entre los crisantemos violetas de un naufragio
y el llanto atormentado de una sirena cautiva.
Precioso poema, Enrique, lleno de imágenes delicadas y evocadoras. Ha sido un placer, siempre lo es, deleitarse en el paisaje de estos versos que transportan a ese mundo tuyo donde los naufragios despliegan una sucesión de rincones poéticos. Un placer estar de vuelta y encontrarme esta joya. Un abrazo, querido amigo.
ResponderEliminarSupongo, Toño, que, hace unos meses apenas, habría llenado el poema de pies de página. Comprendo que sin ellos es difícil seguir el hilo del asunto, que solo algunos lugareños pueden coger el hilo de este fresco que se debatió durante un instante entre la irreflexión del solitario que habla con la mar y la asunción de una pena colectiva.
ResponderEliminarHay momentos para todo en esto de la poesía.