Ya somos todo aquello
contra lo que luchábamos a los veinte años.
(José Emilio Pacheco)
Nos enseñan a amar
cómo se debe y no a cómo se ama, a decir lo que está escrito y no lo que se
siente. Brel aún no había aprendido estas consignas en 1962, no lo hizo nunca,
y mostraba la debacle resultante de intentar conciliar la vida con el sueño,
pero insistía, con una agonía vital que se movía entre la pasión, el miedo y la
desesperanza, en que la tristeza de la muerte no puede arrebatarnos la alegría
de vivir. Pero el tiempo nos dice, de crisantemo en crisantemo, que no podemos
volverle la cabeza a la Parca ya que está al final de todo.
Brel cantó al candor
de la infancia y a la fuerza irrefrenable de la juventud, pero hay demasiados
niños que crecen y no juegan nunca más, demasiados jóvenes airados que acaban
haciendo suyas las mismas posturas conservadoras de sus padres cuando se hacen
mayores y nada les importa más que gestionar los cimientos en los que se apoyan
las miserias de su comodidad. Brel nunca creyó en el sueño de aquellos
muchachos burgueses que pedían lo
imposible y trataban a sus mayores con un sarcasmo iconoclasta porque pensaba,
con buen criterio, que no se referían a que dejaran de ser como eran ellos
mismos, no veía un ansia verdadera de justicia sino un conflicto generacional
de esos que se curan con el tiempo.
Brel, revolucionario
casi siempre y a veces reaccionario; para lo bueno y lo malo estaría marcado
por su educación católica hasta la muerte, se posicionó claramente en la década
de los 50 en contra de que se utilizara la violencia para lograr los cambios en
los que creía y que ansiaba. En esta soberbia canción nos da su punto de vista
sobre la situación; "de jóvenes teníamos unos gustos muy originales, creíamos
que podíamos cambiar el mundo y nos reíamos de los burgueses mientras les
mostrábamos el culo y le cantábamos una coplilla que decía, supongo que sin
ningún fundamento científico, que los burgueses son como los cerdos, cuanto más
viejos más tontos. El tiempo pasa, nos hemos hecho mayores y no hemos cambiado
el mundo, y somos distintos aunque nos identifiquemos con los mismos ídolos.
Pero ahora los jóvenes nos hacen burla y nos cantan la coplilla mientras
piensan que ellos lograrán acabar con la injusticia y la desigualdad, que acabarán con nuestra estirpe.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.